¿Día del niño o del niñe?


El lenguaje inclusivo pretende cambiar la sintaxis del idioma, la que le da sentido a lo que hablamos, en su cruzada en contra de lo que cree es una herencia del machismo.


Es bueno releer a Borges porque es la mente más brillante que escribió en castellano en los últimos 300 años y la inteligencia en grado sumo nos ilumina (más aún cuando nos amenaza el oscurantismo). En los 60, cuando hasta los escritores que hoy son conservadores (como Mario Vargas Llosa) se presentaban como gente de izquierdas, Borges se negó a asumirse como un revolucionario de la literatura. Desconfiaba mucho de que un escritor pudiera cambiar la lengua, por ejemplo, y por eso dijo en una entrevista: “No sé cómo un escritor puede ser revolucionario. Por lo pronto, está trabajando con el lenguaje, que es una tradición”. Ahí está el meollo de la cuestión: antes que nada, el lenguaje es una tradición.

Es una creación artificial de la militancia por lo políticamente correcto que desconoce el funcionamiento profundo del castellano.

Se puso de moda decir que el lenguaje cambia. Lo cual es cierto, pero solo si sabemos en qué contexto decirlo y respecto de qué. Si no es solo una muestra de ignorancia de cómo funciona y se estructura el lenguaje. Si fuera por decir lo importante es mucho más cierto decir que el lenguaje no cambia que decir que cambia. Todo esto puesto en su contexto y sabiendo bien qué decimos puede ser cierto (o falso).

Por el uso prolongado de los hablantes pueden ingresar al lenguaje palabras nuevas que describen o se refieren a acciones u objetos que antes no existían en nuestro idioma. Por ejemplo, en 1850 ningún hablante del castellano hubiera comprendido qué queríamos decir al pronunciar “fútbol”, “televisor”, “radio”, “astronauta”, “computadora” y tantas otras que hoy son de uso cotidiano.

En el siglo XV nadie que hablara castellano sabía qué era el “maíz”, el “tomate”, la “papa” o el “chocolate” porque faltaban unas décadas para que Colón comunicara América con el resto del mundo y los productos de este continente fueran conocidos fuera de él. Si uno ve esto y dice que el lenguaje cambia (incorpora palabras nuevas para realidades nuevas) tiene completa razón.

Pero si uno dice “el lenguaje cambia” para justificar un cambio que un individuo o grupo social de cualquier tiempo le quiere imponer a los otros está muy equivocado y además muestra una ignorancia supina sobre cómo funciona el lenguaje.

Todos los cambios que los lenguajes admiten tienen dos características esenciales: son inconscientes -los produce la masa, a través del tiempo, sin darse cuenta; no un grupo de gente iluminada con un propósito- y son marginales: se hacen cambios sobre palabras individuales (se comienza a usar nuevas, se dejan de usar viejas), pero las estructuras gramaticales (en especial toda la sintaxis) no cambia nunca.

Desde “El poema de Mío Cid” (escrito hace un milenio) hasta hoy seguimos usando las mismas estructuras: los verbos tienen los mismos tiempos, hay singular y plural para el número y para el género gramatical tenemos masculino y femenino (el castellano no tiene neutro). Y, como dice Borges, esa “tradición” no se puede cambiar salvo que alguien quiera destruir el castellano y suplantarlo por un idioma artificial que la gente no podría saber al nacer (como sucede con las lenguas naturales, cuya gramática está en nuestro cerebro ya al salir del útero). Por eso no se pudo imponer un idioma “más racional y perfecto en lo formal” (como se llamó al esperanto): las lenguas artificiales son rechazadas por nuestro cerebro. Podemos aprenderlas como aprendemos una clase de historia o a jugar al básquet, pero no tenerlas incorporadas de forma natural a nuestra mente.

Se pueden proponer cambios en el uso del idioma y, con años de educación y buenos ejemplos, lograr que sean adoptados por una mayoría. Por ejemplo, hoy no usamos (o muchos, al menos, ven muy desagradable que alguien use) palabras referidas a situaciones físicas como sinónimos de imbécil (por ejemplo, usar “mogólico” como descalificativo, algo que era usual hasta hace poco). Pero no se puede cambiar la estructura.

Por eso es tan negativa la propuesta del llamado “lenguaje inclusivo” que inventa un género neutro que suplante al masculino genérico. Pretende cambiar la sintaxis del idioma, su estructura profunda, la que le da sentido a lo que hablamos, como parte de su cruzada en contra de lo que cree que es una herencia del machismo en el lenguaje.

“Les ancienes podrán ver a sus nietes cuando estes vayan a visitarles acompañados por sus xadres” no solo no es una frase que la sintaxis del castellano pueda tolerar, sino que no es absolutamente posible de generar en nuestro idioma. Es una creación artificial de la militancia por lo políticamente correcto que desconoce el funcionamiento profundo del castellano.

¿Día del niño o de les niñes? Supongo que a los niños les importará más que los traten bien, que los protejan, que les regalen algo lindo y que los quieran mucho. Eso es lo importante.

¡Feliz día del niño para todos los pequeños en cada hogar!


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