Diálogo entre salud mental y educación

Redacción

Por Redacción

Grupo de Estudios de Psicoanalistas en la Comunidad *

En la Semana de la Acción Mundial por la Educación traemos la propuesta de un cambio de paradigma en educación, en cualquiera de los espacios en que ésta se desarrolle (familia, escuela, clubes, cultos, etc.). Nos referimos al pasaje de la pedagogía de la represión emocional que entorpece el desarrollo en salud, al paradigma de la expresión de las emociones.


Hoy no solo pensamos en las relaciones interpersonales en las que transcurre la educación sino en lo que se ha dado en llamar relaciones intersubjetivas, referentes a la intimidad de las relaciones entre las personas. Intimidad en la que se despliegan ciertos ordenamientos de la vida afectiva de los que no somos enteramente conscientes, pero cuyas consecuencias podemos observar en las conductas.


¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos que no debemos hacer cierta cosa porque nos ha dado malos resultados en la experiencia, o nos hemos prometido no ser como alguien que hemos criticado en el pasado? Y, sin embargo, llegado el momento de actuar nos pescamos repitiendo lo que íbamos a transformar.


Esto da cuenta de un mecanismo muy humano que es la tendencia a tropezar dos veces con la misma piedra. Entonces nos preguntamos: ¿hay algún tipo de educación que nos guíe en el sentido de repetir lo que jurábamos no hacer?, ¿podría haber algún tipo de educación que en cambio nos enseñe a transformar esto?


Las instituciones principalmente educadoras son la familia y la escuela y, en ambas, educar siempre implica un mínimo de violencia porque hay que limitar los impulsos y los deseos y eso causa displacer al ser humano, que en el principio de su crecimiento no lo puede tolerar. No obstante una familia y una escuela que puedan respetar y sostener el ser en desarrollo introduciendo frustraciones graduales que la subjetividad pueda tolerar, serán dadoras de un crecimiento en salud, aunque tengan muchos desencuentros en los modos de vincularse.


El área de la salud mental es la que nos puede aportar algunos elementos para dialogar con la educación, de tal modo que pueda conducirse el desarrollo humano por caminos de cambio que lo dinamicen.
 En marzo del 2020, la OMS, anunció que el Covid-19 podía ser caracterizado como una pandemia; a partir de esta definición, en el mundo entero se decretó un aislamiento y distanciamiento social, preventivo y obligatorio.


Reparando en estos conceptos deseamos transmitir que el aislamiento es físico y el distanciamiento es corporal y de ninguna manera debe ser social. Por el contrario, el lazo social y los nucleamientos sociales son la red de contención imprescindible para sostenernos en este panorama incierto e inesperado.
La transmisión de la educación sufrió un impacto violento. Rápidamente hubo que reordenar la dinámica de la familia, del trabajo, de la escuela y de los afectos. Quedaron en evidencia, más aun, las desigualdades sociales y su influencia en el desarrollo del pensamiento y de la comunicación. Sufrimos intoxicaciones varias: exceso de información, de angustia, de exigencias que nos sobrepasaron en todo sentido.


Como psicoanalistas hemos colaborado en armar dispositivos para dar sostén y reducir el efecto desestructurante de una realidad traumática.



Ahora estamos más equipados y hemos podido reconstruir la fuerza interna para sobrellevar la adversidad. Con esta pandemia aprendimos que todos somos vulnerables e interdependientes de muchas formas diferentes y que las emociones son nuestras señales de alarma y nos pueden ayudar si las podemos registrar y poner al servicio del colectivo humano. De esta manera, cuidarse y cuidar al otro en lugar de ser una imposición de la autoridad emerge como una necesidad de la dinámica afectiva, que ha podido hacer un pasaje del egocentrismo a la solidaridad.
Durante la pandemia se vio comprometida la instalación de la confianza a nivel individual y colectivo –confianza en el otro, que está presente cuando se necesita; confianza en uno mismo, en el sentido de percibirse a sí mismo como valioso, confianza en el futuro, establecida en el vínculo de reciprocidad relacional con el otro, a través de la dimensión de cuidar y ser cuidado–. Cuando esta pérdida de objetos sociales se produce de forma extrema, el horizonte que se vislumbra es el de la exclusión.


Como psicoanalistas colaboramos con la comunidad desde diferentes proyectos relacionados con la educación y la salud mental de la sociedad. Se arman dispositivos para brindar acompañamiento y sostén para reducir el efecto desestructurante de una realidad traumática. Coincidimos con el psicoanalista uruguayo Marcelo Viñar, que dice que el sufrimiento psicológico de origen social apunta a dimensiones muy profundas del psiquismo.


En América Latina contamos con proyectos de intervención en la comunidad nucleados en el grupo psicoanalistas en la comunidad de FEPAL. Desde estos proyectos nos hemos acercado a la angustia de los profesionales de la educación, que es aún más intensa en este momento pandémico, pero que, al mismo tiempo, alimenta la disposición a la valoración de la actividad de ser docente, un trabajo imprescindible para transmitir la enseñanza de cómo no tropezar dos veces con la misma piedra.

* Integrante de la Federación Psicoanalítica de América Latina y de la Asociación Psicoanalítica Internacional.


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