Discapacitadas viven en un geriátrico «informal»

Fueron trasladadas desde un hogar, por el gobierno. Las vieron limpiar el lugar y cuidar a los ancianos.

ROCA (AR).- Luego de pasar años en un hogar de Roca para chicos en riesgo, sin familia y con una discapacidad mental que condiciona cada uno de sus actos, tres menores de edad fueron trasladadas a un geriátrico «informal» y al cuidado de quien hace cuatro años fuera investigada por maltratar ancianos en otra residencia que funcionaba bajo su mando, que nunca existió en los papeles y que violó por largo tiempo las nociones más elementales de atención a los abuelos.

Respondiendo a Mabel Arias, la dueña de la cuestionada «casa del anciano» que fuera clausurada por la justicia provincial en mayo del 97 por un sinnúmero de irregularidades, hoy las chicas dedican la mayor parte del día a cuidar, limpiar y atender a los ancianos que alberga el geriátrico que allí funciona y del que nada se sabe en el Consejo de Salud Pública ni en la oficina de habilitaciones comerciales de la municipalidad.

El funcionamiento del geriátrico en una quinta, en las afueras de Roca, lejos de la vista de todos y sin identificación comercial, que la misma Arias contó alquila por «cien pesos mensuales» fue confirmado a «Río Negro» por una mujer que en los primeros meses del año alojó allí a tres familiares a los que tuvo que retirar tiempo después debido al estado de abandono que registraban y por las malas condiciones en las que estaban viviendo. «No les daban comida, ni calefacción adecuada y tampoco eran atendidos como correspondía a gente de su edad. Después me enteré de que los enfermeros en ese lugar brillaban por su ausencia. Cuando retiré a mis padres estaban en un estado de debilidad tal que no podía creer lo que había pasado», aseguró la mujer que prefirió preservar su identidad.

Otra fuente confirmó que el trato que las chicas reciben allí nada tiene que ver con el que establece el programa «hogares solidarios» del gobierno rionegrino que, con la intención de acabar con los grandes e ineficaces hogares de menores, recurre a la solidaridad de los ciudadanos que estén dispuestos a recibir en sus casas a estos chicos. A cambio, el Estado les asegura a estas personas comida, vestimenta y la cobertura de todos los gastos que implique la crianza en un «ambiente adecuado y lo más parecido posible a lo que es una familia» indicó Carmen Collinao, delegada de Promoción Familiar.

Pero la realidad es que los testimonios de diversas fuentes conducen en sentido contrario. «Las chicas hacen todo lo que tendría que hacer una empleada doméstica, y cuidan y hasta bañan a los abuelos. Es decir que esta mujer se ahorra ese gasto en empleados y encima el gobierno le da hasta la comida para las chicas, que en realidad termina alimentando a todos».

Pese a eso, Collinao descartó estos testimonios por considerarlos «una barbaridad. Es que es imposible pensar que alguien pueda casi adoptar a estos chicos pensando en sacarles un provecho de este tipo».

Cierto es también que los antecedentes y la frágil situación económica por la que atraviesa Arias convierten en por lo menos cuestionable la decisión de la oficina dependiente del ministerio de Desarrollo Social. Es que en el 97 a las denuncias por maltrato de los familiares se sumó la de una ex-empleada que luego de abandonar su trabajo «después de ver los horrores que allí se vivían» confesó que en ese geriátrico, ilegal por donde se lo mire, nadie estaba capacitado para atender a los abuelos. A eso se suma el hecho de que el nuevo «hogar solidario» al que fueron destinadas las chicas es una quinta alquilada que ni la propia Arias asegura pueda seguir conservando de aquí en más. «Lo hago de puro amor por las chicas. Todavía no sé si voy a poder pagar el alquiler el mes que viene» indicó. Por lo tanto la estabilidad de las chicas está más que atada a la irregular situación de Arias.

Aún así, en Promoción Familiar no parecen desconocer la realidad que allí se vive. «Yo vi abuelos en una de las visitas que hice» confesó Collinao convencida de que «que el hecho de que las chicas ayuden un poco, no significa para nada que las hagan trabajar». Pero parece ser la de Claudia Muso, técnica del organismo, la explicación que más parece acercarse a la verdad de lo que allí sucede. «Sabemos que no es la situación ideal, pero que tengan esa discapacidad mental dificulta mucho que alguien quiera llevarlas a vivir a su casa. Se hace lo que se puede» dijo.

No tiene habilitación

El Consejo de Salud Pública es el último encargado de autorizar o no el funcionamiento de los geriátricos en la ciudad.

Desde allí negaron que Mabel Arias esté habilitada para manejar un establecimiento de este tipo. Autorización que tampoco extendió el departamento de habilitaciones comerciales de la municipalidad de Roca, que admite que en la ciudad funcionan con todas las de la ley sólo cuatro geriátricos.

Alina Sartor, del Consejo de Salud Pública, reconoce que en la ciudad pueden existir varios hogares «ilegales a los que no se los puede controlar porque al ser domicilios privados, una vez que vamos a realizar los controles no nos dejan pasar» contó Alina Sartor, del Consejo de Salud Pública.

Para poder funcionar, un hogar geriátrico debe cumplir con normas estrictas definidas en la ley que regula el funcionamiento de todos los establecimientos de salud.

Allí se dispone que los hogares deben tener personal con títulos habilitantes para tratar con ancianos, además de contar con consultorio, área de enfermería, instalaciones adecuadas y la asistencia de un médico responsable.

A Mabel Arias sólo respondió en algún momento un enfermero que también trabaja en un céntrico sanatorio privado de esta ciudad y que dejó de hacerlo «por cómo trataba Arias a los ancianos». Por estos días en la residencia nadie se encarga del cuidado de la salud de los ancianos, que todos coinciden nunca fue prioridad en ese lugar. (AR)

«Lo hago de puro amor»

«Acá no funciona ningún geriátrico», contestó Mabel Arias ante la pregunta obligada.

«Sólo cuido a unas chicas que me cedió Promoción Familiar, que no tienen padres ni nadie que las cuide y que si no fuera por mí, estarían en la calle. Acá por lo menos tienen un techo, les damos comida y una familia. Yo a esto lo hago de puro amor, sin recibir nada a cambio» dijo Arias y ya no quiso seguir respondiendo. Quien sí habló fue una abuela que, sin dudar, asintió con la cabeza cuando se le preguntó si allí vivían más abuelos. Igual respuesta tuvo un comerciante que dos veces por semana conduce hasta el hogar al que abastece desde hace unos meses. «Lo que me llama la atención es que siempre haya abuelos y discapacitados, pero ellos nunca me dijeron que eso funcionaba como un geriátrico» dijo.

«Las denuncias anteriores eran todas mentiras que inventaron los familiares para no pagar las cuotas que me debían» aseguró Arias sobre las acusaciones que en el 97 motivaron que la justicia clausurara el geriátrico ilegal que funcionaba bajo su mando.

Según lo que consta en el expediente judicial, en ese lugar a los abuelos les pegaban trompadas y patadas, no los cambiaban ni cuidaban de sus enfermedades, los ataban a sillas para que no se muevan y los bañaban con agua fría como una terrible forma de castigo. (AR)


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