Los desafíos para el sucesor de Guzmán: frenar la corrida y evitar que estalle la deuda en pesos

El reemplazante tendrá que ser veloz. La inflación no perfora el piso del 5% mensual, el dólar arde, hay dudas sobre la deuda en pesos y este mes hay vencimientos por u$s1.005 millones.

Minutos tendrá el sucesor de Martín Guzmán para poner en marcha un plan urgente de estabilización que frene la corrida cambiaria que comenzó hace dos semanas, evite al Tesoro una crisis de financiamiento y, en paralelo, el default de la deuda en pesos.

Es un verdadero déjà vu. Argentina tiene un escenario con puntos en común con agosto de 2019, cuando Hernán Lacunza se hizo cargo de la cartera económica en el final de la presidencia de Mauricio Macri.

El mercado está prendido fuego, con los bonos cotizando a precios basura. El déficit fiscal sigue siendo insostenible. La inflación va en ascenso y la presión cambiaria es insoportable, tras varios meses de atraso del tipo de cambio.

Las diferencias están dadas por el hecho de que la deuda en moneda está reestructurada y sin conflictos en el corto plazo; y la economía crece a un ritmo del 5,1% anual. Pero, a su vez, hay un cepo que ya no se podría cerrar más y no hay dólares en el Banco Central.

En este escenario, el sucesor del renunciante Guzmán tendrá que moverse rápido para evitar que una eventual espiralización de la crisis financiera y cambiaria le tire el freno de manos a la economía real y ponga en riesgo incluso la gobernabilidad de Alberto Fernández.

El porcentaje de refinanciamiento de la deuda en pesos para lo que va de 2022 asciende a 121%. Pero si se mira solo el mes de junio, ese porcentaje cae a 106%. Y a esto se suma el multimillonario desarme de posiciones de los Fondos Comunes de Inversión. Es un sector en el que hay tensión en ascenso.

Este mes el Tesoro debe enfrenar vencimientos de deuda por 513.458 millones de pesos por capital y 18.824 millones de pesos en intereses. También hay que pagarle 2.008 millones de dólares al FMI (para lo que se usan los DEG del organismo).

Y el mercado espera ver qué hará el Gobierno con los vencimientos de los bonos: hay que pagar en julio 243 millones de dólares por los Bonar; 22 millones por los Globales en euros y 426 millones por los Globales en dólares; y 314 millones a organismos.

Guzmán perdió la pulseada

La situación no podría ser peor para el Presidente Fernández, quien se ha quedado solo. No porque le falten amigos en el Gobierno, sino porque se ha ido del gobierno el único funcionario que le daba argumentos para discutir con la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Mayor es la soledad del Presidente cuando se observa que no ha quedado en pie –o al menos en su cargo original- ningún funcionario que se haya atrevido a discutir las ideas económicas de la dos veces jefa de Estado y dueña mayoritaria de los votos de la coalición oficialista.

Guzmán se fue porque perdió la pulseada con Cristina y el kirchnersimo radicalizado, aquel que ha hecho lo inimaginable para frenarle todas las decisiones con las que la jefa del movimiento no estaba de acuerdo, con presiones públicas cotidianas de desgaste.

El kirchnerismo y su jefa han esmerilado al ministro partiendo de una convicción: que la emisión monetaria no genera inflación. Esto es pólvora seca para el mercado financiero y bursátil, que desde hace dos años y medio espera un plan de estabilización.

A Fernández ahora le queda un desafío que puede marcar el futuro de su gestión y es que, objetivamente, es muy difícil de alcanzar: nombrar un ministro que sea respetado por toda la coalición Frente de Todos y que tenga la capacidad de estabilizar la macroeconomía rápido.

El termómetro que le medirá la temperatura al nuevo jefe de Economía será la inflación. Las consultoras dicen que el IPC no ha logrado romper el piso del 5% en junio y si esto se mantuviera así, el año cerraría con más de 80 puntos de suba generalizada de precios.

La fábrica de pobres que es la inflación está en su nivel más alto de producción en treinta años. Y el Estado no cuenta con herramientas genuinas (fondos propios o financiamiento vía deuda) para contrarrestarle el castigo a millones de consumidores.

El próximo ministro tendrá que tener, además, la espalda política suficiente para poder tomar decisiones que no comulguen del todo con los lineamientos económicos que maneja Cristina Kirchner, porque de lo contrario la crisis financiera y cambiaria podría profundizarse.

Cristina, la poderosa vicepresidenta, tiene solo una cosa en mente: poner plata en la calle para que el Frente de Todos, quizás con ella como candidata a presidenta, tenga chances de ganarle a Juntos por el Cambio en 2023 y retener el poder.

El marco lo da una profunda y estructural crisis de confianza. Es un drama que ya no afecta solo a quienes tienen que hundir capital para poner en marcha o escalar un emprendimiento productivo, sino también a los consumidores cuyos ingresos se diluyen todos los días.


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