¿Es posible reducir la jornada laboral a 6 horas diarias? Un debate que continúa abierto

El debate cobró mucho vigor a la salida de la pandemia, con el estrés y el desgaste propio de la coexistencia entre la presencialidad y el trabajo virtual. Distintas experiencias que ya están en marcha en América Latina y Europa, dejan a la vista algunos beneficios, pero también lecciones evidentes y grandes desafíos.

Por Luis María Cravino (*)


En América Latina, los casos de reducción de jornada laboral son escasos y, en su mayoría, se encuentran en etapas piloto. Este enfoque reservado es necesario para evaluar los resultados antes de una implementación a mayor escala.

Sin embargo, esta falta de visibilidad también refuerza la idea de que esta adaptación es poco frecuente en la región. Las trabas para su adopción incluyen la resistencia cultural al cambio, inquietudes económicas y una infraestructura legal y empresarial que no está preparada para ajustarse a nuevas formas de trabajo.

En el plano local, reducir la jornada laboral de 8 horas a 6 horas en Argentina presenta tantos beneficios como desafíos. Entre las ventajas potenciales se encuentran una mejora en el bienestar y la productividad de los empleados.

Estudios realizados en Europa y Japón han demostrado que la reducción de horas laborales puede llevar a un aumento en la eficiencia y la satisfacción del personal. Sin embargo, estos estudios a menudo se centran en la reducción de horas semanales en lugar del horario diario.

En nuestro país, cada día laborable de 6 horas con pago completo podría no ser sostenible económicamente, y es probable que los acuerdos privados para trabajar menos horas resulten en una reducción proporcional del salario. Por lo tanto, la implementación de una jornada reducida requeriría un equilibrio cuidadoso para evitar la pérdida de ingresos para los trabajadores y un impacto negativo en las empresas.

Países europeos como Bélgica, ya exploran la posibilidad de un fin de semana de tres días. No obstante ello impacta de lleno en la matriz de costos de diversos sectores productivos, como la industria.

La idea de un fin de semana de 3 días, como se ha explorado en Bélgica, debe evaluarse a largo plazo para determinar su efectividad. Un fin de semana prolongado puede mejorar la calidad de vida de los trabajadores y su equilibrio entre vida laboral y personal, pero también puede implicar costos adicionales para sectores industriales y de servicios críticos como la salud.

Además, existe el riesgo de un desajuste con otros sistemas, como la educación, que podrían seguir operando con una semana laboral tradicional. Volviendo al caso de Bélgica, se ha propuesto una semana de 4 días con jornadas de 10 horas para equilibrar costos, aunque no está claro si este enfoque aumenta la productividad, ya que los períodos tan largos se asocian con un mayor riesgo de accidentes.

Esta discusión ha sido influenciada por el fenómeno de “La gran renuncia”, donde una gran cantidad de empleados cambiaron sus trabajos durante la pandemia. Llamativamente, este fenómeno dio paso, a su vez, a “The Big Stay”, donde el personal prefiere mantener sus puestos debido a la incertidumbre económica.

La contribución de cada intervalo en relación con su costo, el cumplimiento de objetivos específicos del puesto, y la satisfacción ocupacional de los empleados. Los tres factores fundamentales a considerar.

A pesar de este escenario, el problema actual que preocupa al mercado laboral es el “Quiet Quitting” o la renuncia silenciosa, donde los trabajadores están desmotivados y menos comprometidos, pero no renuncian. La reducción de la jornada laboral podría no ser suficiente para abordar esta desmotivación; en cambio, se necesitan entornos laborales más amigables, oportunidades de aprendizaje enriquecedoras y líderes que fomenten el desarrollo personal.

En Argentina, la flexibilidad en la jornada laboral, incluyendo opciones de teletrabajo y horarios flexibles, puede ser más atractiva para los empleados que una simple reducción de horas. Una experiencia empresarial positiva, que incluye la posibilidad de equilibrar la vida profesional y personal, puede ayudar a las empresas a atraer y retener talento de manera más efectiva.

Para evaluar el éxito de una disminución de las horas laborales en Argentina, se deben considerar varios indicadores clave. Primero, la contribución de cada intervalo en relación con su costo. Segundo, el cumplimiento de objetivos específicos del puesto. Y tercero, la satisfacción ocupacional de los empleados. Estos indicadores proporcionarán una visión integral de cómo afecta la reducción de horas tanto a la productividad como al bienestar de los trabajadores.

La reducción de la jornada laboral en América Latina enfrenta múltiples barreras, pero también ofrece oportunidades significativas para mejorar la calidad de vida de los empleados y la eficiencia de las empresas. Un enfoque equilibrado y flexible, junto con una evaluación rigurosa de los resultados, será crucial para su implementación exitosa.

(*) Director de la certificación en People Analytics de la Escuela de Innovación del ITBA


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