Otro golpe al bolsillo: los precios de la carne se dispararon hasta el 11% en solo un mes

La familia argentina siente el impacto de esta persistente suba, que crece por encima de los niveles de la inflación. El consumo está tocando mínimos y la gente busca productos alternativos como el pollo y el cerdo intentando estirar su golpeado salario.

Desde que la política se involucró en la actividad, hace ya más de 90 años, el sector productor-industrial-exortador careció de reglas claras para su desarrollo.

La carne es un producto que está íntimamente ligado con la política argentina. Desde los primeros tiempos de la República existió una relación muy fuerte entre las partes.

Los Gobierno la usaron como slogan de campaña, buscando atrapar a los sectores menos pudientes de la sociedad. Sin ir muy lejos, el actual presidente, a mediados de 2019, se comprometió ante el electorado que el asado iba a ser compartido nuevamente en todas las mesas de los argentinos. Lejos quedaron estás palabras cuando se constatan con la realidad de la mayor parte de las familias del país.   

Desde la crisis internacional de los años treinta el Estado intervino en el mercado de la carne vacuna. Primero con políticas sectoriales, a través de diversos organismos públicos como fueron la Junta Nacional de Carnes, la Corporación Argentina de Productores de Carne (CAP) y el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI). Luego, en la medida que desaparecieron estas dependecias estatales, llegaron las intervenciones directas de los distintos Gobiernos regulando el comercio.

Desde ya cerca de un siglo, todas estas medidas apuntaban a bajar los precios en la góndola con la consecuente pérdida de ingresos del sector productor, industrial y exportador. Las más conocidas fueron las que reedito el actual secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti: múltiples tipos de control de precios, cepo a las exportaciones y presiones sobre los comercios minoristas.

Nada de esto terminó por funcionar, ni hace 90 años atrás ni ahora en los inicios del 2022. Durante marzo de este año, los valores de los distintos cortes de carne vacuna en góndola crecieron por encima de los niveles de inflación. En promedio los consumidores neuquinos y rionegrinos pagaron un 9% más que el mes anterior y en las primeras dos semanas de abril esa tendencia al alza no se corrigió. La suba, en algunos cortes, llegó al 11%. A nivel nacional se observan estos mismos indicadores, aunque, en algunos casos, algo más moderados.


No queda en claro las causas de este salto de precios. La mayor parte de los consultados en la cadena productivo-comercial aseguran que se debe fundamentalmente al aumento de costos que se registra en el sector y, en especial, al incremento que reflejó el maíz -insumo clave para la alimentación de la hacienda- en los mercados internacionales. Datos de la plaza de Chicago -referente global del precios- dan cuenta que el incremento interanual se ubica cercano al 30% medido en dólares.

Pero también se observa un factor intangible que impulsa los precios de la carne en la góndola: la falta de certezas de corto plazo que tienen los productores y la industria a la hora de criar y faenar un animal. Nadie sabe a ciencia cierta si una vez vendido su producto, semanas o meses más tarde, podrá reponerlo con ese mismo dinero. Entonces le aplica una alícuota aleatoria de suba adicional para cubrir ese riesgo. El famoso “por las dudas” en el que se escudan muchos argentinos ligados al comercio cuando aparecen los ciclos económicos inflacionarios.


La cadena


“Todas las semanas está aumentando la carne. Nosotros estamos recibiendo la media res a un determinado precio y tratamos de absorber parte de este mayor costo para no trasladarlo de lleno al consumidor”, aseguró un importante comerciante minorista del Neuquén -que prefirió no ser identificado- al ser consultado por el tema.

Datos consignados del mercado dan cuenta que a fines de febrero la media res se bajaba en las carnicerías a un promedio de 540 pesos el kilo. Para fines de marzo ese valor alcanzó los 640 pesos, lo que refleja un incremento del 20% en solo un mes. Cuando se compara este salto de precios del producto llegado a la carnicería con el que se refleja en la góndola, queda en claro que una parte importante de la suba está siendo absorbida por el comercio minorista.

El dato, que preocupa aún más, es que en estas tres primeras semanas de abril la media res terminó arriba de los 700 pesos, mostrando otro incremento del 15% faltando cerca de 10 días para que termine el mes.

Todas estas subas registradas que estamos observando en las góndolas tienen un impacto directo en el consumo, que hoy se encuentra en sus mínimos históricos.   

“Nosotros sentimos la baja en las ventas. Si sacamos los resultados por valores; estos se mantienen o muestran una leve tendencia al alza. Pero si tomamos esa relación con los kilos vendidos los números ahí quedan en rojo”, confió otra de las fuentes consultadas. Esta misma proyección hacen en las grandes superficies minoristas cuando se comparte una charla con los gerentes del sector. Para los analistas, la carne pasó a ser un bien de lujo para la mayor parte de los consumidores en todo este último tiempo.

Estos conceptos confirman la caída del consumo que se da en un contexto de suba de precios y caída del salario real.


Sin ir más lejos, tomando como referencia la carne picada -algo que popularmente se consume en nuestra sociedad-, cuando asumió la administración de Alberto Fernández, con un salario medio registrado se podía comprar 115 kilos de carne picada. Al cierre de marzo ese valor se ubica en los 76 kilos. Es decir que en poco más de dos años el poder adquisitivo -medido en valor carne- cayo para un salario medio un promedio del 34%. En este punto hay que destacar que, en la medida que nos vamos a cortes cada vez más caros, esta relación profundiza su tendencia negativa.    


El consumo se desploma a los mínimos históricos


Los últimos estudios realizado por la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (CICCRA) señalan que durante el primer trimestre de este año se orientaron al consumo interno poco más de 525.000 toneladas de carne bovina, equivalente a unos 47 kilos per cápita. Este valor toco los mínimos de los últimos 50 años.


El consumo de carne vacuna esta sufriendo el impacto de cuatro variables clave.

-Inflación. Los efectos de la suba de precios semana a semana impactan en forma directa sobre el valor final del producto en góndola. Con este nivel de aceleración de precios se pierden los valores de referencia y el consumidor se aleja de la góndola al no tener información fidedigna sobre lo que está comprando.

-Salarios. El poder de compra de los salarios, especialmente sobre consumidores de clase media, se desplomó en todos estos últimos años. Tal como se mencionó en la nota central con el ejemplo de la carne picada, en todos los cortes de carne se observa esta misma tendencia: cada vez menos kilos de carne se pueden comprar con un salario medio.

-Alternativos. Los productos como la carne de pollo y cerdo compiten en forma directa en la góndola con los distintos cortes vacunos. Hoy están más baratos y son muchas las familias que en todo este último tiempo profundizaron los cambios de hábitos de consumo orientando sus ingresos a la compra de sustitutos de la carne bovina.

-Las medidas oficiales, profundizadas desde la llegada del secretario de Comercio Roberto Feletti, no hicieron más que complicar el comercio de las carnes vacunas. Precios cuidados -que hoy ya casi no existen en las góndolas de la región-, cepo a las exportaciones y controles en los comercios, terminaron por dar como resultado una menor oferta en las góndolas y subas de precios muy por encima de los ya elevados índices de inflación que soportan los bolsillos de los argentinos.     


Las exportaciones caen por primera vez en ocho temporadas


El cierre del primer trimestre de este año también tuvo números rojos para la exportación de carnes. Según detalla el estudio de CICCRA las colocaciones externas en esta primera etapa del año totalizaron poco más de 191.000 toneladas, volumen que refleja una caída interanual del orden del 9%.

Cuando se analizan las estadísticas del sector, se observa que a partir de del año 2015 las colocaciones externas crecieron sin pausa hasta el año pasado que tocaron, siempre hablando del primer trimestre del año, poco más de 210.000 toneladas.


El factor determinante de esta caída fue el cepo exportador que colocó en su momento el Gobierno y otras medidas intervencionistas que. lo único que hicieron, fue quitar previsibilidad a la actividad. Desde el Gobierno aseguraba que, colocando un cepo a las exportaciones, ese volumen se iba a destinar al mercado interno y el precio de la carne iba a bajar. Nuevamente, el secretario Feletti tuvo un claro error de cálculos ya que las exportaciones bajaron -con un menor ingreso de divisas esperado por Economía- y los precios del producto se aceleraron en forma importante.

La actividad ganadera está perdiendo una importante oportunidad para reposicionarse en los mercados internacionales teniendo en cuenta la creciente demanda sobre este tipo de alimentos que hoy existe, los valores que consolidan en el mercado internacional y la calidad del reconocido producto que ofrece la Argentina. Pero bueno, eso claramente quedará para otra gestión de Gobierno.


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