Economistas en la niebla

El desprecio que muchos sienten por los economistas profesionales, en especial los calificados de ortodoxos, puede atribuirse no sólo a la propensión de los políticos a usarlos como chivos expiatorios sino también a que los más prestigiosos suelen ser bastante convincentes a la hora de decirnos cuáles fueron las causas de una crisis que ya ha ocurrido, pero raramente aciertan cuando se trata de prever la próxima. Antes de producirse la debacle financiera que se originó en el mercado inmobiliario estadounidense y que, en un lapso muy breve, tendría un impacto devastador en Europa y otras partes del mundo, la mayoría de los expertos preveía que la economía mundial estaba por entrar en una fase de crecimiento generalizado. Asimismo, muy pocos se arriesgaron a vaticinar el fin repentino del crecimiento veloz de la economía japonesa o, desde luego, las décadas de estancamiento que lo han seguido, que al envejecer la población parece destinado a perpetuarse. Si bien en ocasiones un economista determinado consigue erigirse en una celebridad mundial al formular un pronóstico alarmante que, para desconcierto de sus colegas envidiosos, en retrospectiva parece previsor, pocos se las arreglan para repetir la hazaña. Así, pues, aunque todos los días miles de especialistas muy inteligentes, con la ayuda de computadoras que son capaces de procesar casi instantáneamente una cantidad astronómica de datos, tratan de prever el desarrollo futuro de las diversas economías, por lo común sus esfuerzos en tal sentido fracasan, lo que no sería el caso si la economía fuera una ciencia auténtica. Por desgracia dista de serlo, razón por la cual a gobiernos ambiciosos les es tan difícil resistirse a la tentación de probar suerte con esquemas voluntaristas. En el ámbito económico, las sorpresas desagradables ya son rutinarias. Hace apenas un par de semanas el consenso era que la economía de Estados Unidos continuaría creciendo con rapidez relativa, pero según acaba de informarnos el Departamento de Comercio de la superpotencia, en el primer trimestre del año se achicó el 0,7%, luego de haberse expandido el 2,2% en el último del año pasado. Conforme a los funcionarios, el frenazo se debió a la fortaleza del dólar que hizo caer las exportaciones, además de la cautela inesperada de los consumidores y las consecuencias de un invierno insólitamente gélido. Para el resto del mundo, la ralentización de la economía más importante podría resultar beneficiosa, ya que servirá para demorar la tan temida suba de la tasa de interés de la Reserva Federal que privaría de dólares a muchos países “emergentes”, pero también ha contribuido a consolidar el pesimismo de quienes creen que a la economía mundial le aguarda una etapa tal vez prolongada, cuando no secular, de letargo. Al fin y al cabo, Estados Unidos no es el único país que parece haberse frenado. Brasil está en recesión y China enfrenta problemas al intentar el gobierno nominalmente comunista hacer del consumo interno el motor principal del crecimiento. En cambio, merced a la devaluación del euro, la Unión Europea parece haber iniciado un proceso de recuperación gradual que, de mantenerse, le permitiría salir del pozo en el que cayó al estallar la crisis financiera internacional de casi siete años atrás, mientras que según las estadísticas más recientes la economía de la India está expandiéndose con vigor aunque, claro está, es factible que sólo sea cuestión de otra ilusión. Puede que la contracción registrada por Estados Unidos resulte ser pasajera, que las burbujas que se han detectado en China sean innocuas y que, después de un breve período de expansión posibilitada por la voluntad del Banco Central Europeo de aumentar la oferta monetaria, los países de la Eurozona se estanquen nuevamente. Parecería que en economía no hay nada escrito, acaso porque tanto depende de factores culturales y psicológicos que los especialistas propenden a pasar por alto. También inciden presiones políticas, cambios demográficos y la evolución de la tecnología. Mal que les pese a académicos que preferirían no tener que tomar en cuenta factores que no se prestan fácilmente a un análisis objetivo, parecería que en última instancia pesan más que los que suelen subrayarse en los libros de texto o, en el caso de los heterodoxos, en los escritos por ideólogos.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.196.592 Director: Julio Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA Jueves 4 de junio de 2015


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