Empresas públicas

La ratificación del presidente electo, Javier Milei, de privatizar YPF reactivó la discusión alrededor de las empresas públicas. Si bien en los extremos el debate pueden resultar un juego de sumas cero al intentar manipular, por bueno o malo el posicionamiento, no deja de ser necesario repensar nuevas y viejas concepciones sobre lo público.

El gobierno que asumirá el 10 de diciembre plantea que todo lo que tenga que estar en manos del mercado estará en manos del mercado, es decir, regido por la lógica conservadora de la oferta y la demanda. Esta concepción va más allá de las empresas públicas e incluye los servicios públicos como salud, educación y vivienda.

La cuestión de los alquileres, que también ocupó la escena pública esta semana, puede resultar un buen punto de entrada a un debate general que llevaría años de discusión. La recientemente reformulada Ley de Alquileres quedó virtualmente vetada con la confirmación de Milei de derogarla y permitir contratos libres y pactados en la moneda que elija, en este caso, el propietario.

La ley en cuestión, que terminó contemplando a la parte más débil del contrato, el inquilino, nunca logró superar la cuestión ideológica y dejó de lado el debate justo sobre la cuestión. Un ejemplo son los países del Centro y Norte de Europa que cuentan con distintos grados de regulación por parte del Estado.

En ciudades como Berlín donde solo el 14% de las viviendas son ocupadas por sus propietarios la crisis queda realmente expuesta. En ese país, Alemania, la Justicia terminó declarando inconstitucional una ley que ponía topes a los precios para alquilar. Sin embargo, las regulaciones para precios iniciales, control de actualizaciones o viviendas sociales, propiedad del Estado, se mantienen como política en países como Dinamarca, Países Bajos, Austria, Luxemburgo, Suecia y la misma Alemania.

La búsqueda de mitigar los efectos negativos en sociedades cada vez más desiguales parece razonable en este contexto.

Pero el caso de las empresas públicas es bien diferente. Y, si se toma el caso de YPF, la ecuación se vuelve más compleja al ser una empresa estratégica por dedicarse a la producción de energía.

La mayoría de los países con los que Argentina comparte características productivas y económicas tiene su propia petrolera estatal. Incluso México en su última ola de privatizaciones, mantuvo a Pemex bajo dominio público. El control de la energía es clave para la soberanía de los Estados y para el crecimiento económico.

Argentina tiene pocas políticas de Estado, acuerdos que trascienden signos políticos y gobiernos, pero Vaca Muerta es una -sino la única- de ellas. El proyecto del que se descreía, terminó, una década después, generando una nueva oportunidad para el país, que podría en un par de años ser exportador neto de energía.

A la luz de los datos, el proyecto se desarrolló con YPF como protagonista porque invirtió uno de cada dos dólares durante la última década, donde ingresaron más de 42.000 millones de dólares. La petrolera, renacionalizada bajo un sospechado esquema que aún tiene consecuencias judiciales, fue la llave del desarrollo para el proyecto que ya en 2024 equilibrará la balanza energética y que promete ser otro motor de ingreso de divisas igual que el campo argentino.

El derrotero de la privatización de YPF en los 90’ es conocido por sus consecuencias sociales y, luego, con la renacionalización en ciernes por el déficit energético que arrastró al país a una situación que aun no equilibra. Una vez nacionalizada tuvo dos momentos: una expansiva con el kirchnerismo y otra retractiva con el macrismo.

En el corto plazo esa parece ser la discusión. Y tiene absoluta validez: porque unos creen que deben ser un jugador central y otros, un jugador más. También es cierto que en ambos costados de la discusión se utilizó la posición dominante de la compañía para intervenir el mercado de los combustibles. Ese no es el rol deseable, pero una compañía que le devolvió el timón estratégico al país raramente resulte mejor en manos 100% privadas. Los costos políticos que se le adicionan y, en periodos la lastraron, esa es otro debate de fácil resolución.


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