Violencia en las escuelas
El recrudecimiento de casos de inseguridad, agresiones a docentes y entre estudiantes tanto en Neuquén como en Río Negro evidenciaron una vez más la escasez de recursos pedagógicos e institucionales con que cuentan los sistemas educativos para abordar estas situaciones problemáticas, que lamentablemente parecen volverse más frecuentes.
En Neuquén, hubo dos episodios en los cuales ingresaron personas ajenas a los establecimientos y atacaron a un directivo, a docentes y a estudiantes. También en Roca, Viedma, Catriel y Cipolletti se registraron casos de adolescentes que agredieron o amenazaron a otros en secundarios. En Villa Regina hechos de inseguridad y problemas de convivencia también generaron reclamos de las familias para activar medidas adicionales de seguridad.
Desgraciadamente no son hechos aislados ni una particularidad de la región. Las noticias sobre agresiones a estudiantes, docentes y entre padres son moneda corriente en el país y no son exclusivas del ámbito escolar, evidencian problemas profundos que atraviesa nuestra sociedad. Como señaló un informe de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, la combinación de problemas de salud mental generados por la acumulación de cansancio y estrés durante la pandemia y una crisis económica posterior que sumó incertidumbre y carencias, ha tenido consecuencias muy negativas en la salud mental de la población en general, superando la capacidad del sistema para dar respuestas.
En niños y adolescentes, el efecto es particularmente negativo porque se produce en personas “que se encuentran en procesos de construcción de identidad y de logro de autonomía e independencia respecto de sus padres”, señalan. Los estudios sobre suicidio, violencia, autolesiones y adicciones en este segmento de la población muestran indicadores en alza. A menudo conflictos personales y grupales se ven potenciados por el mal uso de redes sociales, aseguran expertos. Niños y adolescentes viven y se relacionan en un entorno híbrido, físico y virtual, que a menudo a muchos adultos les resulta difícil descifrar y entender.
En el ámbito educativo, en Argentina 7 de cada 10 niños y adolescentes han manifestado que sufren bullying y otras formas de violencia escolar. De acuerdo con los datos aportados por un estudio realizado entre enero de 2021 y marzo de 2022, la Argentina se encuentra entre los países con más casos de bullying y ciberbullying del mundo. Como señaló un reciente informe de este diario, en el caso de ciberbullying, éste a menudo trasciende el ámbito físico escolar y sus consecuencias pueden ser aún más graves, dado que el contenido en internet es muy difícil de eliminar y a menudo circula permanentemente.
En este contexto, no sorprende que se produzcan con cada vez mayor frecuencia estas situaciones. Sin embargo, la respuesta de los gobiernos y las comunidades educativas, tanto nacional como en ambas provincias, no parece estar a la altura de la gravedad del problema. El tema ni figura en las campañas electorales o la agenda política cotidiana.
Más allá de las denuncias formales para dar intervención a la Justicia y a equipos técnicos como el Senaf o los gabinetes psicopedagógicos después de producidos los hechos, queda en evidencia una importante carencia de recursos para realizar abordajes integrales e inmediatos , sobre todo en la prevención de situaciones, que preocupa. Los gremios han alertado sobre la falta de equipos interdisciplinarios, que no dan abasto y cuando llegan, deben actuar sobre situaciones que han escalado o ya han producido consecuencias difíciles de revertir.
El establecimiento de “corredores seguros”, mayor presencia policial o sanciones pueden ser salidas temporales, pero no atacan el fondo de los problemas. Solo un abordaje preventivo que involucre a las autoridades, familias, docentes y estudiantes en detectar situaciones de riesgo, acciones para mejorar la convivencia escolar, junto con el acompañamiento y educación en el manejo de los entornos digitales permitirá hallar salidas a una realidad preocupante.
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