El análisis del enojo presidencial por los cuestionamientos a la cuarentena

Un analista político, una socióloga y una psicóloga analizan la postura del presidente, tras su enojo: "Que a mi me sigan hablando de cuarentena es algo que me asombra, porque la gente sale, se cuida con barbijo, algunos respetan la distancia, los negocios están abiertos, la actividad comercial en el AMBA es muy amplia hoy"

Horas antes de anunciar una nueva extensión de la cuarentena y luego de cinco meses en los que la sociedad hizo un esfuerzo monumental, Alberto Fernández lanzó una frase que generó ruido: “Que a mi me sigan hablando de cuarentena es algo que me asombra, porque la gente sale, se cuida con barbijo, algunos respetan la distancia, los negocios están abiertos, la actividad comercial en el AMBA es muy amplia hoy”, dijo.

Río Negro consultó a un analista político, una socióloga y una psicóloga para analizar esa postura.

“Es muy probable que estemos ante una nueva contradicción del Presidente, que tenga otra vez que volver sobre sus pasos, en parte porque las cifras son durísimas y encima cometen el error de sumar casos viejos que no son del día, con lo cual los números generan más miedo”, dice Sergio Berensztein.


Una pregunta podría ser si la frase del presidente se enmarca en una estrategia para desligar culpas: los éxitos son nuestros, las culpas de la sociedad.
“Lo que preocupa es que no es una estrategia, es una improvisación permanente. Escuchar al ministro de Salud decir que los distintos deportes no abren porque no le avisaron es insólito. Después de cinco meses, cuando más aceitados tenés que tener los mecanismos, el gobierno muestra que hace agua”, agrega el analista político.


Según la psicóloga Bárbara Abadi, echar culpas es un impulso humano:“Es demasiado humano buscar responsabilizar a otro. Es humano ubicar el mal en alguien, pero es ficticio. La culpa de la pandemia no la tiene ni un chino, ni un murciélago, ni Fernández, ni la gente que se reúne con la familia porque la extraña. Puede resultar reconfortante, pero a la larga muestra que no es real. Uno se queda con el enojo y la bronca, como el nene que se lastima y le dice ‘mesa mala’ porque se golpeó con la mesa. No soluciona nada”, dice Abadi.


“No sólo se cuida desde lo sanitario sino también alojando la angustia de la gente. La angustia tiene múltiples causas: la salud, la vida, el encierro, la pérdida de rutina y ni hablar de lo económico. Es extraño preguntar ¿qué cuarentena? Cuando hay gente que tiene su local cerrado o no puede ver un familia”, concluye.

Lucía Gutiérrez, socióloga y docente en UBA y USAM, destaca algunos efectos del largo aislamiento:“Vemos situaciones, basadas en estadísticas, que nos muestran que muchos niñes temen salir a la calle, se han desacostumbrado al exterior y les genera miedo; también hay crecientes niveles de abulia en adolescentes, que abandonan sus estudios secundarios y universitarios; y los adultos mayores que, a pesar de que son los que tienen más riesgo ante a la pandemia, sufren el aislamiento, tienen angustia creciente”, describe.
“Parece necio de parte del gobierno no entender que no solo las actividades laborales, sino las personales –que no son solo de esparcimiento, sino también de contención y de acompañamiento ante angustias– son necesarias y hay que ordenarlas. Es complejo meterse desde el Estado en las relaciones personales; el Derecho está en esa tensión todo el tiempo. Al gobierno le falta apuntalar esa pata, comunicar cómo hacer para que los vínculos personales sean responsables, pero que existan”, finaliza.


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