Detrás de la foto, la historia de sacrificio de un arriero del norte neuquino

Pocos resisten la tentación de sacarle una foto a don Juan Bautista Parada cuando lo ven a caballo al frente de sus chivas: recorre cinco rutas para hacer 350 km ida y vuelta entre los puestos de invernada y veranada en el norte neuquino desde hace 45 años.

El hombre que arrea a esas 800 chivas y sus crías este mediodía de sol entre el ripio y la tierra del norte neuquino está cansado. Acaba de dejar atrás Manzano Amargo y le faltan aún dos días para llegar a su puesto de veranada en la cordillera, casi en el límite con Chile, donde las crías ganarán peso con las pasturas de montaña y el agua de deshielo.

Don Juan Bautista Parada, conocido por todos como el Baucha, en la ruta 54 del norte neuquino el último viernes. Tiene 62 años y tres hijas docentes. Foto: Martín Muñoz.

Van tres semanas ya desde que salió de Chihuido del Medio, la tierra de la invernada y las pariciones, para encarar una travesía en la que hará unos 350 kilómetros hasta su destino final.

Con la misma ropa, sin poder bañarse, la rutina de dormir en el campo sobre la montura y hacer malabares para estirar las provisiones porque no lo dejan entrar a los pueblos a comprar por la pandemia, ni siquiera darle la plata a alguien para que vaya y vuelva, no hay delivery campero.

El último martes el criancero y su ayudante Fuentes hicieron noche a 20 km de Manzano Amargo. Foto: Martín Muñoz.

Así que sigue de largo al frente de ese piño que maneja con los gritos y silbidos justos para que no se le desbande, custodiado por sus fieles perros chiveros, Pulgoso y Gaucho y con la ayuda de Fuentes, el peón que contrató en Chos Malal, hasta donde lo acompañaron también a caballo su mujer Elena y su nieto Tomás, de 12 años, que quería seguir pero no le dejaron porque tenía que terminar la escuela. El abuelo le enseña y a él le gusta ese mundo, pero tendrá que esperar.

El primer tramo de 150 km hasta Chos Malal lo hizo con su su mujer Elena y su nieto Tomás, de 12 años. Foto: Lorena Parada.

A los 62 años, don Juan Bautista Parada lleva 45 de esta vida. Conocido por todos como el Baucha, aprendió el oficio de su padre Rómulo que se le fue demasiado pronto y lo obligó a tomar las riendas siendo casi un chico. Y si él nada más pudo terminar la primaria, tiene el orgullo de que a puro sacrificio con su compañera lograron que sus hijas sí pudieran estudiar: las mellizas Silvina y Lorena son profesoras de educación física y Fernanda maestra de grado.

Las tres saben también lo que es dar una mano en el campo. “Él aprendió esto de chico y siempre lo hace con las mismas ganas y responsabilidad, aun en los años malos”, dice Lorena, la mamá de Tomás.


El recorrido de cada noviembre arranca en el Departamento Añelo para atravesar después otros tres: Pehuenches, Chos Malal y Minas.

Empieza en la ruta provincial 1, empalma con la 7, sigue en la nacional 40, luego la provincial 43 y por último la 54 que se mete en la cordillera.

Un fardo para los animales al anochecer. Foto: Martín Muñoz.

Tras pasar el puente sobre el río Pichi Neuquén hará unos tres km más para girar hacia el oeste y avanzar por un cajón unas tres horas a caballo (seis si va con los animales) hasta el antiguo puesto de piedra y barro al que pudieron agregar otra construcción de material tras llevar las bolsas de cemento a lomo de burro, los mismos cargueros que trasladan las provisiones en los arreos por tantas rutas en las que le sacan tantas fotos. Siempre piensa lo mismo cuando ve que detienen la marcha y se acercan con la cámara: “No saben de dónde vengo ni hacia dónde voy”.

Detrás de la postal del trashumante hay una historia. Y la del Baucha Parada, es la de uno de los arrieros que más kilómetros hace, unos 30.000 desde que empezó, poniéndole el pecho a la lluvia, el viento, la nieve, el áspero sol del mediodía.

Arrea unas 800 chivas y crías. Foto: Martín Muñoz.

En todos estos años comprobó que cada vez cuesta más conseguir ayudantes y que hay más alambradas y menos aguadas en este camino de contrastes en el que sale con los animales muertos de sed de Los Chihuidos y en el otro extremo a veces se le ahogan para cruzar el deshielo en la cordillera.

De la aridez a las laderas verdes y los picos nevados cambian los paisajes, pero el esfuerzo continúa. “Para esto no se estudia pero hay que saber hacerlo”, dice él, la mirada a los ojos, el rostro curtido por el sol protegido por el sombrero, la certeza de que pocos saben lo que se sufre en estos arreos que pueden llegar a durar entre veinte días y un mes según el estado de los animales.

Tenía previsto arribar por estas horas a su veranada en esta primavera de más pasturas después de un invierno nevador. Allí los chivitos llegarán a pesar entre ocho y diez kilos y se estima que los crianceros los cobrarán alrededor de 3.000 pesos en ventas en cantidad y 3.500 de a uno .

Rumbo a su puesto de veranada, a dos horas de caballo de la frontera con Chile. Foto: Martín Muñoz.

Si necesita comunicarse con la familia hará dos horas caballo para trepar un cerro y agarrar señal o estará pendiente de los mensajes por Radio Nacional de Chos Malal en el puesto, a la espera de que su mujer y su nieto le avisen que van para allá y baje hasta Pichi Neuquén con los caballos para ir a buscarlos y hacerle frente juntos a otro verano en la cordillera mientras sobrevuelan los cóndores, hay que estar alerta por los pumas y los zorros y el viento baja de las montañas como toda la vida.


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