El arte de encontrar nueva vida en la madera

Las flamantes obras de "El bosque tallado" están muy cerca de su concreción.

EL BOLSON (AEB)- La mujer es monumental. Sentada, mirando al valle, desmiente con su gesto la quietud de la madera. Cerca de ella, una forma irreal asoma desde un tronco de lenga. Se escuchan carcajadas, el canto de los pájaros y el silencio de la montaña, mientras el eco de las motosierras marcan una extraña melodía. «El bosque tallado» se estremece con el arte febril de los escultores que se esfuerzan por encontrar nueva vida dentro de la madera.

«Va granada», resuena en la calma de la tarde. Todos saben que alguno de los artistas lanzó un trozo de madera, con dudosa puntería, buscando la humanidad de algún colega. Las risas marcan la buena onda de la tarea, mientras el mate se eterniza en una mano callosa.

Héctor Welschen (Santa Fe) y Alfredo Godoy Wilson (Entre Ríos), dos de los invitados a participar de la IIIº edición de «El bosque tallado» en El Bolsón, disfrutan como niños de la experiencia. Bromean, lanzan gritos y gozan de la tarea de arrancar figuras de los troncos.

El entrerriano, que viajó por todo el mundo con su arte, reconoce que por primera vez le toca acampar en un lugar a tanta altura y en bolsa de dormir.

Las seis obras de la edición 2003 están en un 60% de concreción. Por eso, cada golpe de gubia, puede cambiar el boceto original para descubrir nuevas formas. «Cuando estén terminadas recién nos vamos a dar cuenta de lo que hicimos» reconocen al unísono los artistas, que comienzan su tarea con las primeras luces del día, paran para almorzar y continúan por la tarde, mientras haya claridad.

Muy cerca de allí, 25 figuras monumentales observan el esfuerzo de parir seis nuevas hermanas.

Juan Pezzani (La Plata) interrumpe el trabajo. Mira hacia arriba y toma una decisión: deja las herramientas y comienza a buscar la cumbre del cerro Piltriquitrón. «A la vuelta continúo» anuncia, mientras emprende el camino. Aquí, todos disfrutan de la libertad que les da la montaña y saben que la experiencia es única y tal vez irrepetible.

Los artistas locales conocen de memoria el lugar. Han subido a los 1400 msnm de «El bosque tallado» en las ediciones anteriores y mientras preparaban ésta. Por eso, se toman todo con más calma, dosificando el tiempo. De vez en cuando, miran hacia el valle de El Bolsón, buscan con la vista su hogar y se cargan de nuevas energías para continuar acariciando la madera que les va a regalar la forma que sueñan.

En medio del follaje, un pájaro carpintero («campephilus magellanicus»), rivaliza con los artistas en el tallado de un tronco de lenga. Su instinto ancestral lo guía en la tarea, mientras los escultores buscan inspiración en la luminosidad de la tarde.

Alguna vez, hace mucho tiempo, en 1978, un incendio destruyó el bosque. Los árboles que murieron de pie, ahora renacen gracias a la mano de los artistas. «Se eligieron troncos quemados o árboles sobremaduros, que ya habían cumplido un ciclo» señalan. Cerca del lugar de talla, el resto del bosque floreciente, brinda abrigo y aporta riqueza escénica a la mágica imagen.

Hoy, el almuerzo es con milanesas y puré, un merecido vaso de vino y mucha fruta. La comida llega desde allá abajo, desde El Bolsón, en la camioneta de Grado 42, que recorre de manera constante los 11 kms. que separan el centro del pueblo de la plataforma del cerro, a 1200 metros de altura. Luego habrá que apelar al esfuerzo humano para caminar en ascenso la senda que demanda unos 40 minutos hasta donde viven y trabajan los artistas.

Algunos ya miran con tristeza, pensando que el encuentro de escultores ya se termina y ten

drán que retornar al mundanal ruido, a los quehaceres cotidianos, dejando un pedazo de su alma incrustada en la madera que han tallado. El domingo próximo, el bosque volverá a recobrar el silencio, aunque tendrá seis nuevos retoños que provocarán la alegría y asombro en los futuros visitantes.

Los números son elocuentes. Se estima que uno de cada cinco visitantes que llegan a El Bolsón ascienden las laderas del Cerro Piltriquitrón para conocer «El bosque tallado».

La mayoría tiene una idea difusa de lo que va a encontrar. Alguna foto publicitaria los prepara para descubrir las formas, pero todos, sin excepción, se maravillan ante el tamaño de las obras, por su ubicación de cara al valle de El Bolsón y por la atmósfera irreal del lugar.

La empresa «Grado 42» ofrece la visita al lugar, dentro de un amplio paquete. El turista, también puede acceder por sus propios medios si se anima a caminar los 11 kms. que separan al centro de la localidad de la plataforma del cerro, ubicada a 1200 msnm. Desde allí tendrán otro tramo en ascenso de 40 minutos con una pendiente de 30º. También está la opción de alquilar un remis o llegar en mountain bike.

El camino para vehículos es una aventura en si mismo. El trayecto de ripio reclama a gritos la presencia de una máquina motoniveladora que empareje el trazado. Cualquier automovilista, cuidadoso de su unidad, puede desalentarse. El secreto es subir despacio, eligiendo el sendero y «no forzar la máquina».

La plataforma del Piltriquitrón también se utiliza como sector de despegue de parapentes. En verano, los amantes del vuelo se mezclan con los visitantes del Bosque y los caminantes de la montaña que ascienden al refugio.

Es indudable que este museo artístico a cielo abierto le cambió la cara a El Bolsón turístico. Sumar una nueva oferta permite captar un segmento distinto del mercado: los que gustan de combinar el montañismo con la contemplación de la naturaleza, en este caso, complementada por la mano sabia de los artistas.

Son seis los afortunados. Héctor Welschen (Santa Fe), Alfredo Godoy Wilson (Entre Ríos), Juan Pezzani (La Plata) y los artistas locales Jorge Calderón, Hugo Vázquez y Marcelo López. Ellos comparten el asombro y la pasión de crear nueva vida en un bosque de lengas quemadas o sobremaduras. Son los participantes del Tercer Encuentro Nacional de Escultores «El bosque tallado».

Todos saben que, en el mismo lugar y con la misma magia, otros colegas ya tallaron en la madera. Se pronuncian con respeto los nombres de Angel Marzoratti, Rafael Roca, Arturo Alvarez Lomba, Cayetano Donato, Nadia Guthmann, Claudio Bruni, Carlos Charnoudie o Juan Carlos Toledo, entre otros, quienes dejaron su recuerdo impreso en las alturas.

«En el mundo no existe una cosa igual» dice una turista suiza en un precario castellano, mientras que españoles y mexicanos apelan a giros idiomáticos para intentar describir la maravilla. Habrá que creerles.

Cuando nació la idea, nadie buscó un lugar en el libro de los records. Todos sintieron el poderoso llamado de la montaña, el arrullo del bosque en la altura y el desafío de construir un museo, a cielo abierto, para contrarrestar tanto árbol muerto y tanta desolación.

Seguro que habrá un cuarto, quinto o sexto encuentro. Serán otros los artistas que se le animen a la caminata por el cerro para hundir sus herramientas en la madera. La nómina de postulantes es extensa. Todos quieren ser parte de «El bosque tallado».

Mientras tanto, El Bolsón disfruta el tener una obra de arte única, que ya es el punto de visita turística más importante de la región, junto a la feria regional.

Julio Alvarez

julio@red42.com.ar


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