El caprichito

En el oficialismo evalúan que la reforma por Convención es un “camino más trabajoso pero a la postre más seguro”.

hÉctor mauriño vasco@rionegro.com.ar

La senadora kirchnerista Nanci Parrilli acaba de admitir que no está en contra de la re-reelección que prepara trabajosamente el gobernador Jorge Sapag porque “será el pueblo el que votará y elegirá”. Más claro imposible: no será el Frente para la Victoria, que opera a destajo para hacer posible la re-re de Cristina, el que se oponga a este, digamos, ‘caprichito inofensivo’ de Jorge Augusto. El intendente Horacio Quiroga ha dicho, en cambio, que todavía no se puede pronunciar al respecto porque no hay un planteo claro por parte del gobernador. Pero en la intimidad “Pechi” no se opone a la re-re. No obstante, advierte que sólo él, según su cálculo la segunda figura más expectable en la provincia luego del gobernador, podría aguar el proyecto de Sapag. Por ejemplo, si saliera a hacer campaña contra lo que podría ser presentado con justicia como un atentado al espíritu constitucional y a valores intrínsecos de nuestro sistema democrático y republicano, como la alternancia y el pluralismo. Pero, tranquilos, la sangre no llegará al río. Pechi sabe esperar y podría mostrar una vez más que es razonable. Eso sí, a condición de que sea tenido en cuenta. Si las fuerzas políticas más numerosas no se oponen a la re-reelección, el problema que tiene el gobierno es más que nada el cómo. Digamos, dos cómo: el ‘cómo hacerla’ y, antes, el ‘cómo llegar’ sin haber dejado en el camino las posibilidades de ganar. Emparchadas un tanto las finanzas con los bonos, que permitirán hacer un festival de obras –¡si eso no es campaña, que venga alguien y diga qué es!–, y con los pedidos, al gobierno nacional y a los organismos internacionales, de financiamiento, viene ahora la etapa de retocar un poco el sueldo de los estatales. Digamos que en el gobierno saben que tendrán que ceder y lo harán no tan pronto como para ser rechazados, ni tan tarde como para tener un desbarajuste de proporciones. Cuestión de que se mantenga un poco la “paz social”, que es sin duda uno de los grandes logros de la gestión actual, es decir no se estará muy bien, ni muy mal, pero todo con buenos modales, que es lo principal. ¿Cuánto costará esta tranquilidad? Digamos un 13%, para completar el 30 con el 17% que ya se dio. Resuelto este problemita, a largarse de lleno a la campaña, que es lo que preocupa. El segundo ‘cómo’ es también el más complicado. Allí aparecen varias alternativas: ¿reforma o enmienda?; ¿re-re indefinida o re-re acotada?; “¿re-re a secas o re-re y algo más? La enmienda constitucional, aunque sin duda discutible –muchos dirán lo contrario a lo que ya ha dicho el gobernador, es decir que es un tema de fondo de la ley fundamental y no una cuestión accesoria–, tiene la ventaja del trámite exprés. Se vota en la Cámara, dos tercios y santas pascuas. Pero luego viene la parte más ardua, que es lograr el respaldo del 50% más uno del electorado. Y he ahí la duda, bastaría que alguien, cualquiera, hiciera campaña en contra –siempre hay alguno–, de frente o por detrás, para que el objetivo se vuelva azaroso. La reforma por una convención constituyente, en cambio, tiene su contra en el hecho de que el oficialismo bien podría ganar la elección pero no alcanzar la mayoría necesaria en el seno del cuerpo. Quienes en el seno del gobierno abogan por esta última alternativa alegan, sin embargo, que “en las convenciones todo se arregla, se negocia” y se llega al objetivo deseado a cambio de algunas concesiones que, después de todo, “son naturales en política”. “Será un camino más trabajoso –dicen– pero a la postre más seguro”. Por lo demás, en este caso, Sapag sería primer candidato a convencional y –concluyen con optimismo los suyos– saldría fortalecido. ¿Y en cuanto al tipo de reelección a introducir? En los círculos áulicos sapagistas dicen que no sería indefinida. Que, en todo caso, sería sólo por tres períodos. Parten del razonamiento de que “los primeros cuatro años son para enderezar los desastres heredados, los cuatro segundos para estabilizarse y los terceros para las realizaciones”. Cualquiera puede preguntarse: si lo logran, ¿qué pensarán en el 2019? ¿Será una re-re a secas”. Tampoco: será una re-re con piñata, con sorpresitas para todos, de manera que resulte más atractiva, menos brutal, más civilizada. Por ejemplo, se baraja incluir “algunas instituciones participativas e igualitarias del tipo de las que la Nación ya introdujo por ley”. Una pinturita. ¿Por qué todo esto? Un político opositor lo explicó así: “El MPN está devastado. No tiene las ciudades, está desmovilizado y desalentado. Sapag pesa, pero por sí mismo, aunque no pase del 30%. Los demás con aspiraciones, como algunos miembros del gabinete y algunos intendentes del oficialismo, no miden” (se habla de Bertoya, de Gutiérrez, de Figueroa). “Además –aseguró nuestro audaz analista– los Sapag tienen su propio ‘nunca más’, después de que Sobisch se quedó con la pelota están curados de espanto”. “El tema –prosiguió– es que hoy no hay otro Sapag que no sea Jorge y entonces no queda otra que seguir con Jorgito, cuya compleja genética Sapag-Botana lo hace peligroso y encantador al mismo tiempo”. Y para que no parezca que lo estaba elogiando, agregó: “No es ni muy malo ni muy bueno, es que no hay otro”. Más allá de la re-re, otro tema despega en el horizonte: la elección de senadores. El gobierno –como también Nación– necesita ganar, para colocar dos para mejorar sus condiciones de negociación y reafirmar la figura de su líder. El sapagismo apunta a una redoblona, con Sapag traccionando en la lista de convencionales. ¿Quiénes serían los candidatos? Pechen, parece, no quiso y hoy se baraja el nombre de otro Sapag: Elías “Gringo” y, tal vez, el de Alicia Comelli como partenaire. ¿Y Quiroga? En torno al intendente razonan así: “Éste es un país de tauras: si no le ganás al más guapo, estás listo. Por eso, si juega Sapag, juega Pechi”, deslizan. Pero entonces, pregunta el cronista: ¿Quiroga está de acuerdo con la re-re? –“Ni a favor ni en contra. Para ser gobernador está dispuesto a esperar, pero si lo ponen en la vereda de enfrente puede hacer mucho daño”.


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