El «continente invisible» en el Foro de Nueva York

Por Andrés Oppenheimer

Recorriendo los pasillos del Hotel Waldorf Astoria durante la reunión anual del Foro Económico Mundial, el cónclave donde se reúnen los ricos y poderosos de todo el mundo, no pude evitar la impresión de que América Latina se había caído del mapa.

Entre los presidentes, líderes empresarios y dirigentes cívicos que acudieron a la reunión, que este año fue trasladada de la ciudad suiza de Davos a Nueva York en solidaridad con los ataques terroristas del 11 de setiembre, me topé con varios príncipes sauditas, empresarios asiáticos y gente con gafetes con la palabra «Afganistán»». Pero los latinoamericanos brillaban por su ausencia.

«Vengo a esta reunión desde hace 13 años y nunca había visto tan pocos latinoamericanos»», dijo Moisés Naim, un ex ministro de Finanzas venezolano que ahora publica la revista Foreign Policy en Washington. «Nos hemos convertido en el continente invisible»».

El presidente peruano Alejandro Toledo, el único mandatario latinoamericano en la reunión, me señaló que estaba «sorprendido»» por la ausencia de sus pares de la región. «Me hubiera encantado tener a mis colegas de América Latina aquí, para que me ayudaran a argumentar ante los países industrializados la necesidad de una alianza para controlar los daños de la crisis mundial»», dijo.

Los presidentes de la Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México estaban invitados, pero no vinieron. «Es una lástima, porque el liderazgo latinoamericano tiene la responsabilidad de estar actualizado y de mantenerse vigente en el escenario global»», señaló José María Figueres, ex presidente de Costa Rica y director del Foro Económico Mundial.

Mientras los organizadores se lamentaban de que sólo hubiera 139 representantes de América Latina entre los 2.700 participantes de la reunión, algunos latinoamericanos presentes comentaban que sus países -que habían sido un centro de atención en los foros de Davos en la década pasada- prácticamente desaparecieron de la agenda de discusiones este año.

Desde el 11 de setiembre del 2001, los países ricos han volcado todas sus energías a combatir el terrorismo y salir de la recesión mundial. La atención política del mundo industrializado está dirigida hacia el mundo árabe, y las esperanzas económicas están centradas en Estados Unidos, Europa, China y -para mi sorpresa- Rusia.

La guerra contra el terrorismo ha desplazado a América Latina al fondo de la agenda mundial. Y las crisis en la Argentina, Colombia y Venezuela son problemas demasiado serios como para ser ignorados por los inversionistas y demasiado inocuos como amenazas globales para quitarle el sueño a los líderes mundiales.

De todos modos, los presidentes latinoamericanos han cometido un error al no hacerse escuchar aquí. Lo peor que le puede pasar a la región es que sus países se conviertan en irrelevantes.

¿Qué deberían hacer? Varias cosas, además de no dejar de participar en foros internacionales. Si los países de la región van a continuar comprando armas costosas, como tontamente lo hizo Chile la semana pasada al adquirir diez aviones de combate F-16 por $660 millones, deberían por lo menos comprar aviones que puedan utilizar en misiones de paz internacionales, cosa de poder jugar un papel en el escenario mundial.

Los aviones de combate F-16 no tienen utilidad para misiones de paz, y para lo único que servirán será para ponerles presión a los países vecinos para hacer la misma tontería y comprar armas ellos también.

Y los países latinoamericanos deberían hacer esfuerzos mucho más serios para entrar aunque sea en la periferia del mundo tecnológico, en lugar de seguir abocados a producir materias primas cuyos precios se han desplomado hace años, y que no tienen muchas perspectivas de recuperación.

«He asistido a las sesiones de tecnología, y no vi a ningún latinoamericano allí, salvo los que ya abandonaron sus países y se mudaron a Silicon Valley»», mencionó Juan Enríquez, un investigador de la Escuela de Negocios de Harvard presente en la reunión. «Mientras los latinoamericanos sigamos discutiendo sobre nuestros problemas políticos y no dediquemos más recursos a la educación y la tecnología, no vamos a ir a ningún lado»».

Claro que la atención mundial es algo que va y viene, y América Latina tiene muchas cosas a su favor.

Inevitablemente, será una región más importante para Estados Unidos, por el vertiginoso aumento de votantes latinos en estados clave de la Unión, que podrán decidir futuras elecciones norteamericanas. Y Estados Unidos seguirá necesitando a sus vecinos del sur para combatir el narcotráfico, la inmigración ilegal y la contaminación ambiental.

Asimismo, a medida que la Unión Europea se expande hacia el este y forma un formidable bloque comercial, Washington mirará cada vez más a nuestra región como el mayor mercado potencial para sus productos. Lo que más le convendrá a Estados Unidos será una América Latina próspera.

Sin embargo, el fin de semana pasado América Latina era un «continente invisible»» en la reunión de los que cortan el bacalao. Es un dato que los líderes de la región deberían tener presente.

(The Angeles Times Syndicate)


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