El crucero «Belgrano» y la larga vigilia del submarinista Christopher Wreford-Brown

Se cumple un nuevo aniversario del ataque y hundimiento del buque durante la guerra por las islas Malvinas. El submarino "Conqueror" lo siguió por más de 30 horas, bajo el mando de un marino muy paciente.

Ataque al Belgrano

El «Belgrano» se hunde lentamente…..
Christopher Wreford-Brown tiene razón: no tiene por qué arrepentirse.

Aquel 2 de mayo del «82 hizo lo que tenía que hacer. Desde los 14 años fue forjado para ser profesional de la guerra. ¿Por qué razón, en guerra, no haría lo que se comprometió y aprendió a hacer en caso de guerra?

Christopher Wreford-Brown tiene hoy más de sesenta años. Quienes lo tratan, hablan de un hombre cortés y parco. Y con una biblioteca plagada de recuerdos de su vida de marino.

Sobre un mueble, protegida por una sobria caja de roble con vidrio biselado, hay una bandera plegada. Negra. Carabela y dos tibias blancas en el centro.

Bandera pirata. Mire por donde se la mire. Clásica en el mástil de cualquier submarino de la marina británica que retorna a base tras «buena caza».

Christopher Wreford-Brown evita las entrevistas sobre lo sucedido aquel 2 de mayo en aguas muy al sur de Malvinas. Cuando se las piden, entrega un texto escrito hace años a un grupo de historiadores británicos.

De ahí se extrae que al mando del «Conqueror», Christopher Wreford-Brown siguió durante más de 30 horas al «Belgrano» y sus custodios, los veteranos destructores «Bouchard» y «Piedrabuena».

Los detectó el 1º de mayo. En ese momento eran un bocado muy tentador: los tres marchaban lentamente mientras alternativamente mamaban combustible del buque tanque «Rosales».

En la cámara del comandante del «Rosales» aún hay cuatro botellas de vino tinto. Envueltas en lona y vía uno de los cables que unían a los dos buques a la hora del reabastecimiento, se las obsequió el «Belgrano».

Un reconocimiento que es ritual en las marinas de todo el mundo cuando se recibe combustible.

Christopher Wreford -Brown merodeó al grupo. Lo calificó. Informó a sus mandos en Londres. Y le ratificaron las órdenes con la que debía manejarse: sólo atacar si los buques enemigos entraban en la zona de exclusión de 200 millas a la redonda de Malvinas que había fijado Gran Bretaña.

Entonces, Christopher Wreford-Brown siguió al grupo. Lo hizo convencido de que los vientos de guerra podían modificar órdenes y planes.

Fue un seguimiento seguramente «excitante», recuerda en su libro «1.093 tripulantes» el capitán de navío Héctor Bonzo, por entonces comandante del «Belgrano».

A profundidad de periscopio en algunos momentos. O guiado por el sonar, el «Conqueror» no perdió de vista al «Belgrano». Y continuó así durante la noche del 1º y la madrugada del 2.

Sobre el filo del mediodía, a más de 400 millas al este de Malvinas, el jefe de la flota británica almirante y hoy sir John Woodward había llegado a una conclusión: el grupo de tareas que lideraba el «Belgrano» podía transformarse en un problema.

Conclusión de sir John Woodward: había que hundirlo.

Pero el «Conqueror» no estaba bajo las órdenes de sir John Woodward. Dependía de Northwood, mando de guerra naval de Gran Bretaña situado en las cercanías de Londres.

Y Northwood fue sensible al deseo de sir John Woodward.

A Christopher Wreford-Brown la orden le llegó clara y precisa. Había pensado una y otra vez en cómo atacar. Y lo tenía resuelto: «Me acercaría al crucero hasta una milla. Luego dispararía los viejos torpedos M8, porque tienen cabezas más grandes y por lo tanto tendríamos más chances de penetrar mejor la coraza antitorpedos, todo en buen estilo de la Segunda Guerra».

Christopher Wreford – Brown tenía, además, una urgencia: si el grupo de tareas del «Belgrano» volcaba hacia el norte, o sea hacia Malvinas, ingresaría en el banco Burdwood, de poca profundidad.

En términos marinos: aguas negadas para un submarino en operaciones. Entonces, todo se le haría más difícil a Christopher Wreford-Brown.

Y los torpedos partieron. «Escuchamos su correr y más tarde la explosión. Embocamos dos de los tres que disparamos. Estábamos a 12.000 metros del «Belgrano». Por periscopio vi la bola de fuego. Un enorme vitoreo invadió la sala de control. Yo sentí alivio y excitación. Luego inicié la evasión. Habíamos realizado la misión en forma correcta. Sentí tristeza por la pérdida de vidas. Pero hicimos justo lo que nos invitaron a hacer y lo volvería a hacer», escribió Christopher Wreford-Brown…

La larga vigilia había terminado.

Carlos Torrengo

Ataque al Belgrano


Exit mobile version