El día que los argentinos recuperamos la democracia

Hace 37 años Alfonsín ganaba la presidencia. El recuerdo ilumina el momentos político actual, que necesita humildad en los oficialismos y grandeza en las oposiciones para converger e integrar.


Hace 37 años comenzaba nuestro país a recuperar la democracia mediante las elecciones presidenciales, donde triunfa Raúl Alfonsín con el 51,75% del voto popular, imponiéndose sobre el candidato peronista Ítalo Luder, que obtiene el 40,16% de los sufragios.

La vida política del país me dio la fortuna y el privilegio de iniciar mi militancia y mi compromiso político desde muy joven, en el ámbito de la Universidad Nacional de La Plata en la agrupación Franja Morada durante los años 60, al lado de Alfonsín, cuyo compromiso con la vida, con la democracia, con la dignidad de los argentinos, con la grandeza de la Patria, entre otros valores supremos, sostenidos durante toda su vida, resultaban un imán irresistible para miles de jóvenes como en mi caso, para acompañarlo y apoyarlo en su gesta.

Atrás quedaban de ese 30 de octubre los años de plomo de la más feroz represión de una dictadura militar que se tenga memoria, donde se contaban por miles las muertes de compatriotas, de torturados, de exiliados, siendo la voz y la presencia de Alfonsín, junto con quienes integraban la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y como cofundador de la misma, una de las poquísimas voces del arco político argentino que denunciaba las atrocidades de la dictadura.

Creo que vale para la memoria colectiva recordar en esos años, y en calidad de protagonista, uno de los tantos viajes de Raúl a Neuquén a fines de los años 70, acompañado en ese momento por el entrañable amigo Osvaldo Álvarez Guerrero -luego gobernador de Río Negro-, a los cuales recibí junto con Armando Luis Vidal -nuestro querido Toto Vidal- para reunirnos en el Obispado con Jaime de Nevares, cofundador también de la APDH, y su colaborador el padre Juan San Sebastián.

En dicha reunión, y desde un silencio respetuoso, pudimos comprobar la entereza y valentía en el compromiso con la vida y con los derechos humanos por parte tanto de Jaime como de Raúl, compromisos y conductas que no quedaban encerradas en cuatro paredes, sino que se hacían públicas sea desde la tribuna religiosa o la política.

Vale también recordar, por la significación política que ello conlleva, que luego de reunirnos con Jaime nos trasladamos al domicilio de Felipe Sapag, el cual nos recibió junto con su señora esposa y Roberto Natali.

Me resulta casi imposible describir la emoción -algunos llegamos hasta las lágrimas- que nos embargó por las palabras y el abrazo de Raúl con Felipe, uno expresando su respeto y admiración por la lucha del otro por la vida y los derechos humanos y el otro acompañándolo en su dolor por la muerte de dos hijos. Siempre me resulta extremadamente difícil , cuando me asaltan estos recuerdos, transmitir las sensaciones que tuve al ver a dos grandes de la política argentina como fueron y siguen siendo Raúl Alfonsín y Felipe Sapag fundirse en un abrazo con palabras de aliento, respeto y admiración.

En esta fecha tan especial para la democracia argentina como es el 30 de octubre, que tanto dolor y sufrimientos nos costó a los argentinos recuperar, considerada la misma no ya solamente una forma de gobierno con gobernantes elegidos por la voluntad popular, sino que debe revestir también como un estilo de vida donde el beneficio y el respeto por la libertad sean consagrados. Donde la igualdad de oportunidades en igualdad de condiciones sea para todos, donde quepa y se acepte el disenso, donde todos los argentinos entendamos y aceptemos que la grandeza del país es una aventura común que a todos nos debe contener y unir, donde la vara de la Justicia sea rigurosamente igual para todos y así sea percibida y afianzada por la sociedad en su conjunto.

Donde la dirigencia argentina de todo tipo entienda y asuma que solamente a través de la ejemplaridad recuperará el respeto y consideración que hoy no tiene, donde las políticas en educación, salud, seguridad, desarrollo económico y tecnológico, medio ambiente y política exterior sean políticas de Estado debidamente consensuadas y rigurosamente sustentables en el tiempo, con concretas responsabilidades y consecuencias determinadas por ley para aquellos que no las lleven a cabo.

Estos son los desafíos de la democracia argentina en estos tiempos, enmarcados en una “nueva normalidad” determinada por la pandemia que asola al mundo, cuyas consecuencias y alcances sobre nuestras vidas nadie puede avizorar con mínima certeza.

Son los actuales momentos políticos, de humildad en los oficialismos y de grandezas en las oposiciones para converger en acuerdos, para integrar esa marcha a la que nos invitaba Raúl Alfonsín, cuando apelaba a ese rezo laico del Preámbulo de nuestra Constitución: “(…) Constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general; y asegurar los beneficios de la libertad…”.

* Diputado nacional por la UCR (MC)


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