El drama se repite: Sierra Grande busca otra vez cómo sobrevivir sin la mina

De 580 empleados en el 2007, solo quedan en tareas de mantenimiento 58 operarios de la empresa china MCC. Los despedidos intentan reubicarse en la pesca, en mineras de otras provincias o sostenerse con planes sociales. Cae el consumo y todo recuerda al cierre de 1992.

Otra vez las calles volvieron a tornarse desoladas. Y la actividad comercial febril que marcó la época de entusiasmo por una mina que quedó inactiva en 1992 y en 2007 recuperó su brillo dejó de evidenciarse.

Inactividad en la mina


Es que la caída del precio del hierro y otra serie de variables productivas provocaron que MCC, la firma de capitales chinos, dejara de producir. Todo se precipitó a finales de 2016. Y hoy, a poco más de dos años de lo ocurrido, la situación es crítica para Sierra Grande.

Por la baja de ventas, varios locales cambiaron de rubro. Fotos de Martín Brunella.


De los 580 que llegó a emplear la mina en su último período sólo quedaron 58 realizando labores de mantenimiento. El resto fue despedido, y las indemnizaciones, según relataron sus allegados, no fueron significativas esta vez para pensar en inversiones en el pueblo.

2005

Fue el año en el que la Provincia comenzó tratativas con la empresa china MCC, que se mostró interesada en reactivar la mina

2016

A fines de ese año cesó la producción. Los inversores alegaron que la caída del precio del hierro a nivel internacional volvía insostenible mantener la actividad.
10 %
Del número de trabajadores que supo emplear el emprendimiento en épocas de trabajo pleno son los que siguen activos, manteniendo el espacio. 580 llegaron a emplear los chinos en 2007. Hoy, sólo trabajan 58


“En los 90’, con las indemnizaciones, todos invirtieron en montar un kiosquito y poner un taxi o remis. Uno de los problemas fue justamente que casi todos tuvieron la misma idea, y se llenó de locales parecidos. Hoy la realidad es otra. Ni para eso hubo” recordó un vecino del lugar, entre risueño y apenado por el actual panorama.

Las principales arterias, con poco movinmiento.


Es que se siente la parálisis de la actividad. Y esto no sólo afecta a los que quedaron afuera de la mina, sino a todos los que viven en Sierra.

Historias
“Yo puedo sobrevivir e ir buscando opciones porque el local es de mi suegro. Entonces, cuando se hizo insostenible mantener la ferretería, optamos por ir liquidando la mercadería que tenemos. Y mi esposa puso algo de marroquinería y también hacemos fotocopias. Mi trabajo principal es como docente”, contó Flavio Iglesias, otro habitante de la localidad.
Por años estuvo al frente de un comercio histórico para la ciudad que arrancó la familia de su pareja. Pero tras las sucesivas turbulencias que atravesaron reconoce que los últimos tiempos fueron los más duros.
“Está todo muy parado. Y hay cosas que tuvimos que resignar porque eran insostenibles. De ahí el cambio de rubro, para ir probando”, dijo.

“Todo está muy parado. Nosotros pudimos probar con otros rubros porque el local no lo alquilamos, es de mi suegro. De otra forma hubiéramos tenido que cerrar”

Flavio Iglesias, docente y comerciante.
Flavio Iglesias va liquidando mercadería en la ferretería

La crisis se siente en las calles, más despobladas que nunca. Muchos de los despedidos por MCC optaron por buscar trabajo en otras provincias y ciudades, que poseen activos proyectos mineros o pesqueros. Debido a esto, se vieron obligados a dejar a sus familias en el pueblo, y vuelven tras largos lapsos, en el afán de garantizar el sustento para los suyos.


“Mucho están en Neuquén, en la mina de Andacollo. Otros en Chubut. O más cerca, en San Antonio Oeste, volcados a la actividad pesquera. Van y vienen. Es muy difícil”, relató Gustavo Gaitán. Él es ex policía, y actualmente maneja un taxi. Uno de sus hijos fue despedido por MCC. E integra el grupo de los que van y vienen, porque consiguió trabajo en otro emprendimiento minero, pero no se decide a abandonar Sierra Grande.

“Uno de mis hijos tuvo que irse a probar suerte a otro lado. Va y viene, porque no quiere irse de Sierra. Pero está difícil…”

Gustavo Gaitán, ex policía, taxista y padre de un operario despedido de MCC.
Gustavo Gaitán llegó a Sierra atraído por la mina. Hoy es taxista.

Paradojas
“Mirá cómo son las cosas -relató, reflexivo, Gustavo-. En mi caso llegué a Sierra Grande atraído por la mina y sus posibilidades. Pero no me pude emplear enseguida y al poco tiempo la actividad de la empresa fue decayendo y finalmente cerró. Por suerte entré en la policía y me armé una vida acá. Y ahora mi hijo, que había logrado emplearse con la reactivación que hubo con MCC se vio obligado a buscar trabajo en otros lugares”, detalló, con pesar.


Sin embargo, no todos viajaron en busca de nuevas opciones. La franja que posee una edad más complicada para la reinserción laboral fue la más afectada.

“Los jóvenes como mi hijo, que apenas superan los 20, se vieron complicados. Pero los más grandes la están pasando peor”, afirmó Gustavo.
De hecho, fuentes vinculadas al municipio afirmaron que crecieron los planes y ayudas sociales. Y se multiplicaron las contraprestaciones para esas ayudas.

Estudiantes en el centro de una ciudad que busca reinventarse

Por eso, en el escenario escaso de varones jóvenes y signado por la inactividad que plantean las calles del poblado, es usual ver el trajinar de hombres de edad mediana. Afanados en mantener espacios verdes, preservar la limpieza de calles y veredas o realizar tareas de mantenimiento menores en algún punto del casco urbano.
Mientras tanto el personal que todavía depende de la mina apenas supera los 50. Un 10% de la cifra de trabajadores activos que supo tener el emprendimiento.

Los dirigentes políticos que están ligados a la localidad no descartan que, a futuro, la mina pueda reactivarse. Mediante algún acuerdo al que la actual firma de capitales chinos MCC pueda llegar con otros inversores. Pero la posibilidad aún es algo difusa como para que existan precisiones sobre el tema. “La concesión no se les quita (a los empresarios chinos) porque además existe un tema de mantenimiento. Para la la Provincia, asumir  ese costo sería muy oneroso y hasta insostenible. Esos trabajos garantizan que se siga preservando el lugar y que, en su momento, volver a la actividad no sea tan complejo” manifestó Nelson Irribaren, que hasta hace poco se desempeñaba como intendente de esta ciudad y dejó su cargo para convertirse en el referente provincial de Vialidad Nacional.

La postal hoy, instalaciones sin movimiento.

Mientras tanto, 58 personas que aún dependen de MCC mantienen en funcionamiento las bombas de agua que evitan que  se inunden las galerías de la mina. Esas máquinas permiten que el líquido que podría acumularse 500 metros bajo tierra llegue a la superficie. También se ocupan de despejar los espacios de piedras que se desprenden naturalmente y podrían generar bloqueos en los túneles. Y hay personal de seguridad que  custodia las instalaciones.

El aspecto que presentaba en 2001, antes de que la reactivaran los chinos.

Cabe recordar que la mina empezó a funcionar  en la década de 1970  explotada por la empresa estatal Hipasam. En 1990, el ex presidente Carlos Menem decidió su clausura, que se concretó en 1992. Desde 1993 y hasta 2005 el gobierno rionegrino a través de Hiparsa – Hierro Patagónico Rionegrino S.A.– la mantuvo. Luego, la concesionó a MCC, y la actividad  se reactivó. Sin embargo, alegando una abrupta caída del precio del hierro, en los últimos años se efectuaron despidos, y se frenó la producción. Hoy, sólo queda una planta mínima de gente, que se ocupa de mantener el espacio.

Los más jóvenes van y vienen: Los trabajadores despedidos buscaron nuevos horizontes. Los más jóvenes viajan a otras provincias o a ciudades cercanas, realizando actividades que los obligan a permanecer alejados de sus familias por largas temporadas.  La minería y la pesca son los trabajos que los sustentan. Provincias como Neuquén o Chubut y la vecina localidad de San Antonio son las más elegidas.

Los más grandes sobreviven de ayudas del Estado: en el caso de los desempleados que poseen edades más avanzadas la situación es más compleja. Muchos realizan “changas” en el pueblo, y también reciben ayudas económicas estatales, a modo de contraprestación por tareas de mantenimiento en el ejido urbano.


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