El duro relato de un brigadista que combate el incendio en El Bolsón

Walter Salinas integra el equipo del Splif. "Las dos primeras noches, las llamas eran de 40 metros de altura. No importa qué tan acostumbrado estés. El fuego te pone en una situación muy tensa".

Desde el domingo 24 de enero, Walter Salinas forma parte de la brigada que intenta contener el incendio forestal que ya arrasó 7.000 hectáreas en Cuesta del Ternero, a 15 kilómetros de El Bolsón.

Arranca a primera hora de la mañana, se coloca su indumentaria ignífuga y parte a la central del Splif en El Bolsón, desde donde conduce a sus compañeros en autobomba hacia el sector de trabajo que les fue designado la noche anterior.

En las últimas noches, este brigadista de 37 años estuvo abocado al resguardo de las viviendas más expuestas al avance del fuego. “Las dos primeras noches, las llamas eran de 40 metros de altura. No importa qué tan acostumbrado estés. El fuego te pone en una situación muy tensa. Fue angustiante la pérdida de casas y galpones. No pudimos contra el fuego. Nos ganó”, admitió con una angustia incontenible.

Días atrás -recordó- “el fuego nos encerró cuando nos trasladábamos con otros dos compañeros en el camión. Fue de golpe. El fuego nos cubrió y no veíamos nada. Era de noche. No sabíamos para dónde agarrar. Gracias a Dios, logré sacar el camión por un lugar que estaba limpio”.

Los brigadistas están en condiciones de riesgo cada día para intentar contener el fuego. Foto: Marcelo Martinez

Este hombre reconoció “haber vivido muchas situaciones al límite pero esto que nos pasa hoy, te angustia mucho”. Durante la jornada de trabajo, admitió no percibir el calor a causa de la adrenalina. “Cuando estás con el fuego -agregó- no te das cuenta de que te quemaste. A la noche, cuando volvés, te empiezan a doler la cara, los brazos. Es frecuente que nos quememos. Muchas veces, uno ingresa de frente y estás a un metro de las llamas”.

Las últimas 14 noches, al término del trabajo en el área afectada, los brigadistas participan de una reunión operativa en la que los coordinadores informan a qué hora se ingresará al día siguiente y el sector en que deberán trabajar. Cada noche también, se analiza el pronóstico. “Que te digan que de acá a varios días, tendremos temperatura por arriba de los 30 grados, implica que vamos a seguir con el incendio. Nos podría ayudar una baja de la temperatura”, señaló Salinas.

Los combatientes saben que la franja horaria más crítica arranca a las 13 hasta las 16 ya que se prenden varios focos a la vez producto de las altas temperaturas y la baja humedad. El viento complica aún más la situación. “Pasa que las raíces están prendidas. Al no haber humedad abajo, el fuego quema rápido por arriba y deja prendido abajo”, precisó.

Cuando Salinas ingresó al Splif en 2007, le tocó participar en un incendio forestal también en Cuesta del Ternero. En ese momento, se trabajó durante 9 días y se quemaron muchas menos hectáreas. “Esa zona antes no estaba poblada. Había un 30% de la población que hay ahora. Se fue poblando y como es una zona de árboles, no se toman precauciones al hacer una vivienda. Tenés el bosque al lado”, consideró.

Salinas reconoció que después de tantos días de trabajo, “ya se nota el cansancio en los compañeros. Antes cuando los grupos llegábamos a la central, cada uno contaba cómo estuvo en su sector. Nos mostrábamos fotos, algún video. Ya no. Preguntamos el horario de ingreso para el día siguiente y nos vamos”.

Recalcó que, en cada jornada de trabajo, “se acercan personas llorando, pidiendo que cuides sus casas. Nos tira mucho la colaboración de la gente que lleva botellas de agua o cereales. Muchos quieren colaborar con el incendio pero no nos sirve porque no saben cómo trabajamos y en vez de ayudar, complican”.

“En mi caso -continuó- estoy en la autombomba y ando con cinco personas de las que soy responsable. Muchas veces, llegás a la ruta 40 y tenés autos de un lado y de otro. Hay que tener mucho cuidado”, señaló.

Durante el último año, Salinas no había concurrido a la brigada porque hacía uso de una licencia gremial. Le quedaban otros tres años pero admitió que “no aguantó más. Quería volver. Veía a mis compañeros trabajando y yo sin poder ingresar. Pensé que yo tenía que estar ahí. Ingresé hace 24 días y desde entonces, llevo más de 10 incendios. Mis compañeros me dicen que me vuelva, que llegué y hubo un montón de incendios”, relató.


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