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El mismo dilema, en la oposición

Edgardo Moreno

El mismo dilema que angustió al Gobierno por el Presupuesto perdido, azotó también a la oposición. Juntos por el Cambio forzó una sesión especial para impedir un aumento de impuestos. Pero no tenía los votos para conseguirlo. ¿Esa derrota parlamentaria fue causada por impericia para manejar la desunión interna o por un acuerdo inconfesable con el Gobierno?


Ninguna de las dos alternativas es grata para los dirigentes de Juntos por el Cambio, aunque la segunda zahiere peor. La identidad política de dos de los tres votos que se le cayeron despertó suspicacias sobre un sector de la oposición: aquel que se referencia en el acuerdo vigente entre Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau.


Si se tira de la cuerda hasta llegar a los beneficiarios indirectos de la derrota por Bienes Personales, aparecerán también los gobernadores opositores. Cobrarán la coparticipación de ese gravamen. Aun si las sospechas de un acuerdo subterráneo con el oficialismo fuesen infundadas, quedó en evidencia la fragilidad de la articulación opositora.


El Gobierno celebró su triunfo en el Congreso con una sensación agónica de alivio. Torpeza o conspiración. Con una aceleración imprevista, el mismo dilema que se planteó sobre Máximo Kirchner estaba -siete días después, igual e intacto- sobre la mesa de la oposición. Que el Gobierno y sus adversarios estén encerrados en distintas formas del mismo dilema habla de las dificultades de gobernabilidad.


Basta con observar aquello de lo que ambos hablan sin pudores. El FdT, sobre la reelección ilusoria de Alberto y los problemas heredados del gobierno de Macri. Juntos por el Cambio ganó dos elecciones este año objetando el rumbo del Gobierno frente a la crisis. Tras el triunfo sólo lanzó su campaña para las primarias presidenciales futuras.


El debate sobre el acuerdo con el FMI refleja esa doble fragilidad. El oficialismo y la oposición aluden a esas tratativas como si de las oficinas del Fondo dependiera laudar sobre los desacuerdos propios. Cuando en realidad correspondería llegar allí con el consenso mínimo de un programa económico que la política le debe a los argentinos.
Esa confusión se percibió con claridad tras el informe del FMI sobre los préstamos otorgados en la gestión Macri. Alberto Fernández salió a amplificar las críticas del Fondo a algunas de las políticas que el macrismo no ejecutó.

Medidas de ajuste que los técnicos del FMI recomendaban y no se aplicaron. El exministro Nicolás Dujovne a Macri y subrayó que los dos primeros años del Gobierno actual se beneficiaron con el equilibrio operativo que les dejó la gestión anterior. Dos elogios: el de Fernández a la autopsia del Fondo y el del macrismo a las políticas que en su momento aplicó para acordar con el Fondo. Todos los panegíricos tienen diluida una infusión de amapola, decía Jonathan Swift.


Hay allí un par de ilusiones. El kirchnerismo pretende acordar con el Fondo con dos condiciones de cumplimiento imposible: que no haya ajuste hasta 2023 y que todo el costo político lo pague la oposición. Juntos por el Cambio pretende que el Gobierno acuerde con el Fondo y aplique cuanto antes un ajuste ineludible, pero no pagar el costo político por haber contraído la monumental deuda. El equilibrio operativo que le dejó al actual Gobierno fue fiscal, pero no financiero.


Hay también un par de coincidencias. Con Dujovne a la cabeza, la oposición recuerda que los préstamos con el FMI fueron solicitados en un contexto de excepcionalidad, marcado a fuego por una sequía inesperada que estragó el ingreso de divisas, una suba de tasas en los mercados a nivel global y un déficit fiscal heredado inmanejable.


Con Cristina Kirchner a la cabeza, el oficialismo también exhibe sus propias emergencias. La más nítida y evidente: una pandemia mundial que paralizó la producción y el comercio en el mundo. Aunque disparó el precio de los alimentos que el país exporta y bajó las tasas de interés globales a cero.


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