El receso escolar: respiro a una tarea parental recargada

Convertidos en docentes de sus propios hijos, los padres necesitaban de este descanso a mitad del ciclo.

Madrugones para presenciar las clases de zoom, tareas interminables entre clase y clase, padres en busca de videos de you tube para “refrescar” la memoria sobre algunos contenidos, luego explicarlos y corregir tareas para finalmente, enviarlas.

Los más de 100 días de la pandemia convirtieron a los padres en maestros de sus propios hijos. Algunos que no están trabajando pudieron ayudar de manera directa; otros debieron combinar teletrabajo con acompañamiento escolar y otros que nunca pararon de trabajar afuera de la casa le buscaron la vuelta como pudieron. El estrés de docentes, chicos y padres previo a las vacaciones de invierno es inconmensurable.

“Estábamos ansiosas esperando las vacaciones de invierno. Creo que así estamos todos: niños y padres”, resumió Verónica Galván, madre de Lola, de 9 años.

La tarea de esta mujer se duplicó en el último tiempo. Como médica, nunca dejó de trabajar y se incrementó con la pandemia.

“Fue una locura especialmente el primer mes. Creo que Lola aprendió igual de una manera diferente al colegio. Yo también aprendí”, detalló y agregó: “Estuvo bueno pero siendo una mamá que no está en cuarentena y que nunca paró de trabajar, me viene bien un descanso. Además de mi trabajo, pase a tener otro que era enseñar, corregir y mandar tareas. Cumplí con lo que pude”.

Mi nena quiere vacaciones pero también volver al colegio. Tenía doble escolaridad. Es una nena activa con mucha vida social. Y de repente, adentro de su casa”.

Verónica Galván, médica y mamá de Lola (9).

Galván celebró que en el colegio de su hija, no dictaban clases todos los días de la semana. “Se de otros colegios que tenían clases todos los días, todo el tiempo. En el colegio de mi hija, las clases de español fueron muy amenas; algunas veces hasta divertidas”, contó.

Y resaltó: “No me importa que sepa más de vertebrados pero sí que busque ideas en google. De las materias especiales no pudimos hacer mucho porque no llegamos. Lola necesita completa ayuda. Justo este año empezábamos a trabajar su dislexia”.   

Padres y niños esperaban con ansias las vacaciones de invierno. Foto: Marcelo Martinez

Victoria Vera y Mauricio Navarro conformaron un buen equipo y eso ayudó a alivianar la carga escolar con sus dos pequeños hijos. Ella es instrumentista quirúrgica y tampoco cortó su trabajo durante la pandemia. Él, como empleado gastronómico, tomó la posta con las clases diarias de zoom de su hija en cuarto grado y su hijo en preescolar.

“En un primer momento, eran muchas horas de clases por día y muchas tareas pero por suerte, después se fue acomodando. No sé si los chicos aprendieron tanto pero por lo menos, los entretuvo y acompañó”, confió Vera que, al llegar del trabajo, se encargaba de las tareas.

La exigencia fue tanta que durante una semana, Martina desistió de participar de las clases. Sus padres accedieron el pedido para “no generarle un trauma extra”. Pasados esos días, la modalidad del colegio se fue flexibilizando y la niña logró acostumbrarse a la rutina.

Si hubiésemos tenido que trabajar los dos, hubiésemos enloquecido. Llegamos a tener dos computadoras prendidas: una en mute, otra con la voz”.

Victoria Vera, instrumentista quirúrgica y mamá de Martina

Su madre advirtió que “con tanta clase, necesitamos estas semanas de vacaciones” aunque reconoció que “los encuentros virtuales fueron importantes para ver a sus compañeros y participar. Desde lo social sirvió mucho”.

Silvia Ordieres, madre de dos nenas, de 9 y 5 años, también hizo un balance positivo: “A la más grande le sirvió a nivel aprendizaje porque necesita de alguien que esté con ella todo el tiempo. También sirvió comunicacionalmente entre nosotras”.

La mujer se mostró sorprendida porque una semana antes de las vacaciones de invierno, la docente de ciencias naturales explicó que ya no enviaría tarea “porque ya habían completado los contenidos”.

También hubo clases virtuales para los más chicos. Foto: Marcelo Martinez

Ordieres relató que “tuvo la suerte de quedarse en su casa para acompañar a sus hijas”. “En el colegio, habían arrancado muy a full y después se dieron que los chicos no podían estar 8 horas por día haciendo tarea”, expresó.

Planteó que “el parate con las vacaciones de invierno va a permitir desconectar de la mamá maestra”. “Si peleamos que sea por otra cosa”, bromeó.

Hubo un aprendizaje a dos puntas

Martina, de 9 años, y Vicente, de 5, nunca habían tenido tanto contacto con la tecnología como los últimos tres meses. Las clases virtuales y las tareas fueron todo un descubrimiento para ellos.

“Tratamos de aislarlos un poco de ese mundo porque no somos muy tecnológicos -esgrimió Mauricio Navarro-; por eso, tanto para ellos como para nosotros fue entretenido porque tuvimos que aprender un montón de cosas. Martina esperaba ansiosa su clase porque quería maneja sola la computadora”.

Su pareja, Victoria, confió que “pasaron por diferentes etapas. Por momentos, creí que colapsaba. Llevás tu vida, tu trabajo igual que siempre y de pronto, llegás a tu casa a hacer un trabajo práctico”.

Para Mauricio, en cambio, la cuarentena fue un cable a tierra. “Hacía dos años que venía llegando después de las 21 a mi casa. Cuando me iba a trabajar, los nenes dormían y cuando llegaba, ya estaban durmiendo. Así que este parate fue conectarme con ellos y que se reencontraran conmigo”.

Manuela Martínez, madre de Benjamín, de 8, y Guillermina, de 9, se mostró feliz por la llegada de las vacaciones de invierno. “Nos mataron con las clases de zoom (todos los días, 3 horas) y con las tareas. Las clases no alcanzan así que me tengo que sentar con ellos”, indicó.

Explicó que las tareas de plástica, música y educación física nunca llegaron a hacerlas. “Lo decreté por unanimidad porque sigo trabajando. Tengo mil tareas pendientes pero prefiero no estresarme con esto”, dijo.


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