El sarampión y la rubéola se resisten a desaparecer

Osvaldo F. Teglia*


Las causas: la crisis de servicios de salud que interrumpen la inmunización sistemática, la falta de obligatoriedad de planes de vacunación y movimientos antivacunas.


El sarampión y la rubéola se encuentran entre las enfermedades infecciosas de más fácil transmisibilidad. No obstante, con la vacunación se podría aspirar a su erradicación del planeta. En Argentina, gracias a las campañas de vacunación exitosas, se considera eliminada la circulación de ambos virus. El último caso endémico de sarampión en el país se registró en el 2000, y el de rubéola en el 2009.

A nivel global, se advierten reemergencias y brotes debido a que muchos países no cuentan con coberturas de vacunación adecuadas, generándose entonces bolsones de individuos susceptibles y derivando en un serio compromiso de la inmunidad de grupo. Esta situación amenaza el objetivo sanitario de su eliminación definitiva.

Es cierto que Argentina reportó la aparición de casos aislados, pero en su mayoría eran importados.

El avance hacia la eliminación total requiere mantener coberturas de vacunación superiores al 95% con dos dosis de vacuna Triple Viral (sarampión, rubéola y parotiditis) y una efectiva vigilancia epidemiológica; metas incumplidas por algunos países.

Los virus del sarampión y rubéola tienen varias similitudes y diferencias.

Ambos provocan fiebre y erupción cutánea, se presentan como enfermedades clínicas autolimitadas y no poseen tratamiento específico.

Además, la transmisión es de persona a persona, mediante secreciones de vías respiratorias altas de un enfermo al toser o estornudar.

Entre las desemejanzas, el sarampión es considerada una enfermedad más contagiosa por vía aérea que la rubéola, debido a que el virus puede vivir hasta dos horas en un espacio aéreo, donde la persona infectada tosió o estornudó y cualquiera que ingrese a ese lugar podrá contagiarse. Otra diferencia es que la embarazada con rubéola puede contagiar a su bebé a través de la placenta y causar daño fetal severo, denominado Síndrome de Rubéola Congénita (SRC). En cambio, el bebé de una embarazada con sarampión, por lo general, no desarrolla problemas.

En cuanto a su gravedad, la gran mayoría de las personas con sarampión se recuperan sin secuelas.

Pero, en algunos casos, puede tener mal pronóstico, especialmente en bebés y niños pequeños desnutridos y con compromiso inmunológico, en donde, ocasionalmente, se presentan complicaciones como neumonía y encefalitis (esta última en 1 de 1000 niños afectados). La rubéola, raramente causa problemas graves siendo considerada, exceptuando el SRC, una enfermedad más leve que el sarampión. Ganglio linfáticos aumentados de tamaño y articulaciones inflamadas son frecuentes con la rubéola, y no suelen acompañar al sarampión.

A nivel mundial nacen más de 100.000 bebés cada año con SRC. Este se produce cuando la madre no inmune se infecta en las primeras 12 semanas de gestación. El 80% de estos bebés padecerán el SRC que puede incluir trastornos del corazón, ceguera, sordera, incluso daño cerebral.

Organismos internacionales estiman, cada año, que millones de niños no reciben las vacunas correspondientes.

Las razones son diversas y complejas, y varían según distintos países.

Se citan como causas: las crisis que dañan la infraestructura sanitaria y los servicios de salud, interrumpiéndose la inmunización sistemática; la falta de obligatoriedad en los programas de vacunación y los movimientos antivacunas.

Además, el auge de los viajes internacionales favorece la circulación viral, introduciendo el virus en países en donde estas enfermedades estaban totalmente controladas o en vías de control, como es el caso de nuestro país.

El nuevo milenio avizora grandes contrastes en la medicina: progresos y desafíos. Por un lado, tenemos sustanciales avances como los tratamientos y la cura del cáncer; en contraste, existen aún afecciones infecciosas ancestrales que permanecen al acecho como el sarampión y la rubéola.

La vacunación, reconocida como la primera línea de defensa efectiva de la salud pública y como una intervención con impacto positivo en la seguridad sanitaria mundial, parece ser una asignatura pendiente en algunas áreas del mundo.

*Profesor de Enfermedades Infecciosas en la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral


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