El secuestro de periodistas en el juicio de “La Escuelita VI”

Mujeres periodistas declararon ayer en el juicio “La Escuelita VI”. “No existe en otro lado que los periodistas hicieran un operativo de rescate”, dijo una de las testigos.

“No recuerdo en otra provincia, en otro lugar, en el que los periodistas hicieran un operativo de rescate poniendo en peligro sus vidas. Se arriesgaban, presionaban y pedían explicaciones”, decribió María Teresa Oliva, al dar cuenta del secuestro que vivió el 23 de julio de 1978 junto con su esposo.

El matrimonio fue torturado por separado. Ella liberada a las pocas horas luego de un simulacro de fusilamiento. En el caso de Estéban, el corresponsal de Clarín y LU5, permaneció tres meses en un centro clandestino de Bahía Blanca, atado con cadenas a un camastro y sometido a sesiones de tortura.

Estéban falleció por un accidente automovilístico en 1990 y la denuncia de su caso se conoce por su esposa y por Sergio Polastri, quien durante tres meses compartió con él la detención en la U9 de Neuquén. Luego los torturadores lo abandonaron en Tres Arroyos, Buenos Aires.

Según describió Oliva, los periodistas de LU5, Lu19, Sur Argentino, Río Negro, de las corresponsalías de DYN, Télam, La Nación y la Nueva Provincia se organizaron para publicar todos los días notas cortas sobre el secuestro del periodista de Clarín. “Si (el presidente de facto Rafael) Videla iba a Paraná, allá lo llamaban para que los periodistas preguntarán qué se sabía del caso de Estéban, que habría sido secuestrado en Neuquén”; explicó Oliva.

Señaló que incluso en Clarín salieron publicados en esos días comunicados del grupo de profesionales que hacín referencia a la investigación. Cuando fue liberado en Tres Arroyos, su presunta aparición salió en las radios nacionales y repercutió de inmediato en Bahía Blanca y Neuquén.

Dos horas y media declaró ante el tribunal. En forma detallada describió los primeros días tras el accionar del grupo de tareas, el encuentro con el general José Luis Sexton cuando fue a verla a su casa con el otro jefe del comando, Antonio Guiñazú y se encontró con Felipe Sapag y su hija Silvia, quien le susurró al oído “preguntale por La Escuelita”.

Silvia Sapag estuvo presente durante el testimonio de Oliva, en una sala repleta de público y de estudiantes secundarios.
Oliva describió también el secuestro del que fue víctima Cristina Parente, quien trabaja en prensa de la Universidad Nacional del Comahue y a quien conocía por haber estudiado juntas periodismo en La Plata.

Ella tuvo la desgracia de compartir la pensión con una joven que era chilena. Allanaron el lugar en busca de la chica que nunca volvió a aparecer y fueron a buscarla a Cristina al trabajo”, dijo. Agregó que y tras ser torturada en la delegación de la Federal (1976) “fue a vernos a nuestra casa porque vivíamos a la vuelta. Ella no estaba en condiciones de hacer nada, así que Enrique con un amigo le fueron a buscar sus cosas a la pensión y volvió a Punta Alta, de donde era su familia”.

“La infiltración ha sido histórica en el periodismo, desde la época de mi padre (también periodista) nos decía que era una de las profesiones más fáciles de contaminar”, dijoOliva cuando se le consultó si había periodistas que trabajaran para la dictadura en el grupo que hizo público el secuestro de Estéban en 1978.

“El jefe de mi esposo, Pedro Heraldo Brodi (fallecido) cuando estaba en LU5 me negó que fuera el responsable del secuestro de Enrique. Dijo que él era empleado de la Side, pero no tenía conocidos para saber su paradero. Él era jefe del informativo y dejó que se pasaran todos los comunicados”, sostuvo.
Oliva describió que Raúl Guglielminetti (condenado por torturas y secuestros en este juicio y en otras causas que se llevaron a cabo en Buenos Aires) era colega de su esposo “y de él se sabía que era inteligencia, porque siempre hablaba de lo que hacía en Tucumán y en Bahía Blanca”, recordó.

La periodista describió los tres meses de búsqueda de su esposo y de las gestiones tanto judiciales como políticas que se realizaron para saber su destino. Describió al menos dos encuentros con uno de los acusados, Néstor Castelli, durante la desaparición forzada de su marido y contó que Estéban fue “regresado” desde Bahía Blanca tras el blanqueo de su secuestro. “Recuerdo a Sexton, Enrique Olea y Castelli seguro, porque estaba la plana mayor en el Batallón”, continuó relatando.

Datos

22
condenados hubo a lo largo de los cinco juicios de lesa humanidad, varios con una condena firme y otras tres sentencias de culpabilidad en trámite ante la Corte.
20
casos de víctimas de secuestros ilegales, torturas y desaparición forzada aún restan elevar a juicio.

María es docente jubilada, está de paseo por el Alto Valle y decidió participar de las audiencias la semana pasada y las de ésta.
Ante el escaso espacio en la sala debido a la gran concurrencia, se sentó en la hilera destinada a la prensa. “Yo soy de Bahía Blanca, viví la dictadura en plena adolescencia y como siempre trabajé nunca había tenido la oportunidad de participar de estos juicios. Vine a ver cómo los condenan, a acompañar a la gente de los derechos humanos, y a las madres y abuelas que con paciencia y empeño hicieron lo posible para llevarlos al banquillo, los juzgaron las personas que ellos mataron”, explicó la mujer.
Los jóvenes se mostraron conmovidos por el relato de María Teresa Oliba y les resultó llamativa la presencia de las Madres de Plaza de Mayo, siempre presentes en las primeras horas de cada audiencia de lesa humanidad.
La primera jornada tenía previsto avanzar con seis testimonios, pero el primero abordó gran parte de la mañana. Luego declararon por videoconferencia testigos desde Buenos Aires, en tanto los acusados seguín desde Comodoro Py las declaraciones.

Ramiro y Magalí Estéban siguieron el testimonio del secuestro de sus padres desde la primera fila del salón de AMUC.
“Fue muy revelador todo lo que escuchamos hoy de mamá porque recién se está posicionando como víctima. Siempre fue el testimonio de Enrique Estéban el que sufrió el secuestro yL había estado detenido, pero a ella le pasaron muchas cosas que a nosotros no nos contaron”, dijo Magalí.
Agregó que “este proceso es como una especie de cierre., Ella me dijo que se sentía muy culpable por ser feliz con sus hijos y sus nietos luego de todo lo que le pasó con mi papá. Le dijimos que los culpables fueron otros. No dejo de sorprenderme de su entereza para recordar detalles y todo lo que pasó en esos años. Nosotros estábamos lejos y nos quebránamos todo el tiempo”, dijo Ramiro, el menor de los hijos del matrimonio.

El señalamiento de la ubicación del centro clandestino “La Escuelita” quedó destrozado luego de un temporal de viento que se llevó parte de la placa en la que se leía las razones por las cuales el lugar es Sitio de Memoria.
“El cartel está a resguardo en la subsecretaría de Derechos Humanos. Una pestaña se despegó y comenzó a golpear y era un elemento de peligro. Lo retiramos y está en manos de l personal que lo trabajó para reforzarlo”, explicó la subsecretaria Alicia Comelli.


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