El volcán Cristina
Con esperanza de negociar con los buitres en enero, el gobierno se repliega y va contra los mercados. El severo discurso tras el desacato dispuesto por Griesa augura severos controles a fin de año. La relación con EE. UU. está difícil. Decepción con la administración de Obama por trato a Argentina.
ARGENTINA
Tras la erupción del volcán Cristina -«los sectores concentrados quieren voltear al gobierno con ayuda extranjera», vomitó la presidenta el martes, tras lancear entre otros a Estados Unidos, a los fondos buitre, al juez Thomas Griesa, a productores sojeros y empresarios automotrices y a entidades financieras-, se viene un fin de año de máxima tensión política y económica.
Se esperaba una reacción fuerte de Cristina tras el desacato, sin multas por ahora, dispuesto contra la Argentina por el magistrado de Nueva York, a quien le agregó otra descalificación: «senil». Pero no denuncias con tal nivel de toxicidad capaces de eyectar del Banco Central a su titular Juan Carlos Fábrega y colocar en su lugar al jefe de la Comisión Nacional de Valores, Alberto Vanoli, en un proceso de mayor intervención en los mercados supervisado por el ministro Axel Kicillof.
Demorada la reformulación de su equipo de colaboradores -el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, con las valijas prontas para retornar a Chaco, informó que el 22 de este mes irá al Congreso para producir un informe-, la mandataria sigue recostada en los fieles de La Cámpora, con cuyo conductor, Máximo Kirchner, analizó este fin de semana cómo profundizar «el modelo con inclusión social».
La oposición local prendió luces de alerta. El especialista Nicolás Dujovne sostuvo que la administración K comenzó «a jugar con fuego» al suspender a la financiera Mariva Bursátil, agitar la posibilidad de quitarle la licencia al Citibank y aplicar «un nuevo Código Civil que incluye una pesificación asimétrica para los bancos».
En la Rosada, en contraposición, hay funcionarios dispuestos a defender a rajatabla la reestructuración de la deuda externa del 2005 y el 2010, aceptada por el 92,4% de los acreedores. El premio Nobel Joseph Stiglitz, consultado con frecuencia por la presidenta, predica que la Argentina «es la última víctima en la larga batalla legal de los buitres para cambiar las reglas de juego».
La inopinada reacción de Cristina -sorprendió a candidatos y estructuras peronistas que se aprestan para luchar por sucederla en el 2015- fue atribuida a múltiples factores. Está molesta (no enojada, según ella):
• Por la fría acogida que le dieron en Nueva York las autoridades estadounidenses. «Siempre esperó más de (Barack) Obama, después de haber hecho los deberes con el Club de París, Repsol, el FMI y los litigios en el Ciadi. Lo único que recibió fue indiferencia y falta de compromiso para facilitarle a la Argentina su reincorporación al esquema mundial de transacciones», se indicó a este diario.
• Por las infidencias informativas sobre un supuesto atentado contra su persona, basadas en el frustrado memorando con Irán, para tratar de llevar al banquillo de los acusados a los sospechosos de haber perpetrado el atentado a la AMIA, hace 20 años. Cuando dijo que «si le pasa algo, debe mirarse al Norte y no a Oriente», se refirió (según las fuentes consultadas por «Río Negro») a servicios secretos de la calle 25 de Mayo, con ideas afines a la línea más dura del Partido Republicano. El Departamento de Estado desechó sus imputaciones por «inverosímiles».
• Por el estado de rebeldía en que la colocó Griesa, cuando a su juicio «el desacato no sirve para nada fructífero. Es meternos un dedo en el ojo».
• Porque constató, además, que las entidades que podían operar con el sistema «contado con liqui», sorteando controles y con la presunta complicidad de funcionarios del Banco Central, se llevaron 16.000 millones de dólares en el último año. «Hay que transparentar estas operaciones que no son ilegales pero están bajo sospecha y terminan presionando al dólar negro o blue, que sí es ilegal», dejó trascender Vanoli.
A sabiendas de que no se la harán fácil, Cristina se parará con fuerza, dispuesta a derramar lava. Tratará de impedir la fuga de divisas -el billete verde es lo que está faltando- y mandará a desarticular las «cuevas» de la City.
No lo dirá, pero mientras el Congreso le siga respondiendo (el kirchnerismo, aun con fatiga de material legislativo, le sigue dando buenas noticias, por caso en materia de avances en el Código Civil y Comercial y la nueva ley de hidrocarburos), se mantendrá inflexible hasta fin de año. En enero, vencida la temida cláusula RUFO, podría encarar otra negociación con el 7,6% de los holdauts y encontrar oxígeno.
«Hay que tener en cuenta que los peronistas somos naturalmente pragmáticos. Hoy no se pueden hacer concesiones a los exportadores ni a los sectores financieros, que deberán olvidarse de una nueva devaluación. Después de enero, se entrará en otra etapa que quizá habilite un reencuentro con los mercados», evaluó un justicialista que no saca los platos del Frente para la Victoria.
Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar
ARGENTINA
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios