Emerge la esperanza tras una semana de caos y horror en EE.UU.

“No hay lugar para esconderse, ni a dónde huir’’, dicen unos. “Es como una conmoción perpetua. No hay botón para apagarla. Es algo relativamente sin precedente. Y vamos a tener que pagar un precio por ello’’, acotan otros. Opiniones y reflexión en tiempos de violencia espiralada.

TERRORISMO

Por JESSE WASHINGTON de la agencia AP

Los acontecimientos que sacudieron esta semana a Estados Unidos proyectaron una incesante serie de tragedias en la vida nacional: mortíferas explosiones terroristas, cartas envenenadas, un poblado texano destruido por una explosión colosal y la búsqueda de dos fugitivos que paralizó a Boston.

En medio de este caos llegó también la derrota en el Senado federal de un proyecto de ley para endurecer el control de armas de fuego tras la matanza en una escuela primaria de Newtown, Connecticut. Para colmo, lluvias torrenciales hicieron que casi se desbordara el río Misisipí.

“Tomando todo en cuenta, fue una semana dura’’, reconoció el presidente Barack Obama el viernes por la noche. “Pero una vez más vimos el carácter de nuestro país’’.

Estados Unidos fue sacudido esta semana de formas inusuales y aterradoras. Apenas comenzamos a comprender una serie de acontecimientos que se desarrollaron con tal rapidez y de forma tan demoledora como para casi desafiar los intentos por encontrarles algún sentido. Pero debajo del dolor, a medida que llegó el fin de semana, el horror fue contrarrestado por la esperanza.

“Habitamos un mundo misterioso’’, dijo el reverendo Roberto Miranda en un servicio de oración por las víctimas de los atentados en el maratón de Boston, los cuales provocaron la muerte de tres personas, dejaron sin extremidades a decenas más y sacudieron la sensación de seguridad que había vuelto paulatinamente en Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.

“El dilema de la maldad es que, a pesar de que realiza su conducta oscura y siniestra’’, dijo Miranda, “siempre acaba fortaleciendo al bien’’.

Esa maldad llegó el lunes cuando dos artefactos caseros fueron detonados cerca de la meta del maratón. Desde el 11 de septiembre el terrorismo nunca se había acercado tanto a Estados Unidos. Aunque la magnitud del ataque de Boston fue muy inferior a la destrucción del Centro Mundial de Comercio, 12 años de evolución en los medios informativos hicieron imposible escapar de la noticia.

En el 2001 podíamos apartarnos de la televisión. En el 2013 las malas noticias nos persiguen por doquier. Aparecen en nuestras computadoras, tanto en casa como en el trabajo, en nuestros teléfonos cuando llamamos a nuestros seres queridos, en las redes sociales cuando hablamos con nuestras amistades.

“No hay lugar para esconderse, ni a dónde huir’’, dijo el doctor Stuart Fischoff, profesor de psicología en los medios de comunicación de la Universidad Estatal de California en Los Angeles. “Es como una conmoción perpetua. No hay botón para apagarla. Es algo relativamente sin precedente. Y vamos a tener que pagar un precio por ello’’.

Steffen Kaplan, un especialista de Nueva Jersey en redes sociales, intentó por todos los medios proteger a su hijo de tanta maldad. Apagó la televisión. Miró la internet con cautela, pero al final la realidad se impuso en una pizzería, en la que un televisor mostraba imágenes de los heridos en Boston.

“¿Qué pasa?’’ preguntó su hijo. “Nada’’, respondió Kapland. “Se trata de una película solamente’’.

Kaplan teme el mundo que heredará su hijo. Para encararlo, “confío en mi fe en la humanidad’’, indicó. “Si criamos a nuestros hijos de la forma correcta, de alguna manera y en alguna forma prevalecerá la humanidad’’.

Pero el presente sigue siendo difícil, señaló Kaplan: “Parece ser una espiral de acontecimientos que ocurren uno tras otro. Puede anonadar los sentidos’’.

La espiral en picada arreció el martes por la mañana. Mientras las autoridades en Boston buscaban pistas y la nación intentaba establecer si los sospechosos eran terroristas u homicidas de otro tipo, los líderes legislativos indicaron que una carta con el veneno ricino fue enviada al senador republicano Roger Wicker. Inmediatamente desató el recuerdo de las postrimerías tras el atentado del 11 de septiembre, cuando varias misivas con ántrax fueron enviadas a políticos y organizaciones noticiosas.

El Servicio Secreto dijo el miércoles que interceptó una carta con ricino dirigida a Obama. Esa misma tarde fue detenido un sospechoso en Misisipí.

Para el miércoles por la noche surgieron reportes de una explosión en las afueras de Waco, Texas. El jueves por la mañana se hizo evidente la magnitud de lo ocurrido: una planta de fertilizantes explotó con tanta fuerza que devastó casas, apartamentos, una escuela y un asilo de ancianos. El sábado ya había 14 muertos.

Finalmente, el viernes por la mañana la nación despertó ante la noticia de que un sospechoso de los atentados en Boston y un policía habían muerto en un enfrentamiento a balazos, después de que los prófugos arrojaron explosivos durante una persecución vehicular y se enfrentaron a balazos en la comunidad residencial de Watertown.

“Creo que es justo decir que toda esta semana hemos estado en una confrontación bastante directa con el mal’’, afirmó el secretario de Estado John Kerry. (AP)


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