Emmanuel Carrère desconfía de la certidumbre

La multiplicidad de puntos de vista caracteriza la obra del escritor francés, quien recientemente visitó Buenos Aires

Literatura

Emmanuel Carrère (París, 1957) comenzó escribiendo libros de ficción pero en los últimos quince años se entregó a una aventura literaria que podríamos llamar “la novela de lo real”, tal como se denominó la charla que tuvo con su colega Silvia Hopenhayn en la Fundación Osde en Buenos Aires.

“Es tipo non-fiction, crónicas. Utiliza una primera persona del autor y no del narrador, que es muy Carrère. Es su vida salpicada en la vida de otros”, dijo Hopenhayn, para quien los libros del autor francés renuevan la figura literaria del narrador porque atraen por la fuerza de la escritura o la veracidad de la primera persona, que participa de la historia que está contando sin que por eso se trate de una historia personal.

“Me pone muy feliz que mis libros generen una suerte de complicidad y sociedad con el lector que, tras leer mis libros, es como si me conociera porque tiene mucha información sobre mí. Esto me brinda la posibilidad de ser exigente con el lector e incluso hasta de jugar con él. Que se sienta cómodo aunque los libros sean exigentes y le demanden estar atento. Es como si jugáramos al ajedrez desde hace tiempo y uno termina conociendo la clase de jugadas del otro”, dijo Carrère, al responder una de las preguntas del público. Fue la primera vez que visitó la Argentina, donde tiene miles de lectores que esperan sus libros. “El Reino” es su última obra, de reciente publicación en castellano, que llegó tras otras muy celebradas por la crítica internacional.

“El Reino’ es un libro con muchas capas. La obsesión verdadera sale de un episodio religioso bizarro que no habría contado si no hubiese contado la historia de la infancia del cristianismo y la redacción del evangelio”, dijo Carrère, que hace dos décadas tuvo tres años “muy cristianos”, en los que iba a misa todos los días y se confesaba. Surgió entonces un dialogo entre quien escribe hoy -que no es creyente- y el que creía hace 20 años. “No está escrito por un creyente pero trata de acercarse con fascinación a la historia. El desafío era que creyentes y no creyentes pudieran leerlo. El cristianismo es un organismo vivo. Un niño que se queda niño es un niño muerto o un niño retardado. La ancianidad de la Iglesia significa que la Iglesia fue cambiando. ¿Acaso hace falta lamentar siempre la pérdida de la inocencia inicial de la Iglesia?”, planteó. “Hay que desconfiar de la certidumbre”, como hombres y como sociedad, dijo. “Hay pensamientos que uno siente que son muy maduros, pero después de años son pueriles y escandalosos. El presente no necesariamente tiene razón. Lo contrario de la verdad no es la mentira sino la certeza”, sostuvo.

Carrère contó que su imagen pública cambió luego de “Una novela rusa” (2007), cuando publicó “De vidas ajenas” (2009). “Es el mejor libro que haya escrito, el más humano, el más emocionante. En Francia pensaban que era un pequeño perverso exhibicionista y cuando salió este libro pensaron que era la Madre Teresa. Por eso después tuve que escribir sobre un fascista”, dijo, en referencia a “Limónov” (2011).

El escritor encuentra similitudes entre el psicoanálisis y la edición de textos porque ambos dan la posibilidad de relacionar dos hechos que pueden parecer ajenos pero que al reunirlos cobran sentido. “De vidas ajenas”, por ejemplo, comienza con una experiencia “traumática” que vivió en el tsunami en Sri Lanka en 2004 y continúa con la historia de un juez de provincia. La conexión es el mismo autor. “Ocurrió así, fui testigo. Para mí es como el psicoanálisis, que une dos cosas que parecen una coincidencia, pero que no lo son. No nos pasó nada a ninguno de nuestra gente cercana, pero estábamos rodeados por el desastre”, dijo.

Al poco tiempo murió su joven cuñada, que era jueza y hermana de su mujer. “Un juez, su amigo, nos invitó para contarnos cosas. Pasaba de una cosa a la otra. Decidí entrevistarlo. Recién cuando empecé a relatar esa historia -de mi cuñada muerta de cáncer y de su amigo juez que sobrevivió al cáncer pero que le tuvieron que amputar una pierna- me di cuenta de que estaba hablando del tsunami. Este libro trata de cosas trágicas pero no fue doloroso escribirlo. Lo escribí sereno, sentí que tenía que escribirlo”.

Juan Ignacio Pereyra

pereyrajuanignacio@gmail.com


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