La banda que contagia alegría y ganas de moverse

Los hermanos Andersen, de Necochea, forman la banda Plan de la Mariposa, que ha pasado por Neuquén y sigue demostrando que son una fuente de inspiración, no sólo por sus letras sino porque empujan al movimiento, a baile y en definitiva, a la alegría y la celebración.

Ver al Plan de la Mariposa en vivo, es una experiencia energizante. Una invitación al movimiento que solo un conjunto de buenos músicos que se expresan con sus instrumentos, sus letras y sus gestos, es capaz de generar. La banda de los hermanos Andersen, sorprende desde un inicio. Solo bastan 45 segundos para que el público suelte riendas, saltando agitadamente y cantando: “voy a buscar la abundancia en un romance con el desapego”.


Es que para el recital no hay localidades numeradas, ya que el agite se repite una otra vez cuando suenan sucesivamente: “Mar Argentino”, “Flor de Tilcara”, “ Un mal delito Confiar o Morir”, “Invierno nuclear” o “Incandescente”. Pero el botón que mueve a tanta gente, no activa a todos del mismo modo, ya que hacia el fondo de la sala se puede ver a personas bailando solas o con sus parejas o a hombres mayores que emocionadamente tararean la letra al cielo, en un rapto de liberación.


He tenido la oportunidad de presenciar dos de los conciertos de la última gira de la banda en Tandil y en Neuquén, lugares y escenarios muy diferentes, pero con una idéntica respuesta del público. Un fenómeno simbiótico entre la banda y la gente, que lleva a una comunión de sensaciones durante más de dos horas.
El grupo doma las sombras y seduce a sus seguidores, en una fusión de rock nacional, espacial, indie, reggae y psicodelia, que abreva también en canciones calmas, donde la palabra adquiere un especial protagonismo.


La presencia etérea de Camila Andersen en el escenario, quien no para de danzar grácilmente durante todo el show y el violín serpenteante de Santiago Andersen, son quizás dos distintivos claves de la personalidad única de El Plan. Un grupo formado en 2008 en la ciudad de Necochea por, además de los mencionados: Sebastián (compositor y cantante), Valentín (guitarra y voz), Máximo (teclados y acordeón), Julián Ropero en la batería y Andrés Nor en el bajo.


Si, cinco de los siete integrantes son hermanos, más dos amigos, que antes de comenzar un video o recital importante, juntan sus cabezas en círculo y se dan ánimo mientras giran y cantan en una danza inspiradora.


La madre de los blondos necochenses fue docente agraria y precursora de nuevas metodologías de meditación en la zona, y el padre, como dice Sebastián, “el último chacarero”. Un obrero del campo, sin jefes ni empleados, y listo para sobrevivir a cualquier plaga o temporal. De allí, señala en la revista “Rolling Stone” (mayo 2022), surgen dos pilares conductivos de la banda: la espiritualidad y la prepotencia laboral.


A ella se la evoca en el tema: “Savia”, mientras recuerdan que cuando eran chicos mamá Andersen organizaba celebraciones de luna llena y meditaciones en movimiento, encuentros donde muchas personas se sintieron acompañadas en momentos de crisis y encontraron un lugar de confianza, para llorar, gritar, y soltar emociones moviendo el cuerpo.
De alguna manera señalan:” eso se trasladó a nuestra forma de encarar la música como una fuerza sanadora”.


Lo curioso de este movimiento -en todo el sentido de la palabra- es que no ha pegado un gran hit, ni es difundido por los grandes medios.
Su carácter artesanal se ha ido expandiendo boca a boca, desde la provincia de Buenos Aires, por pueblos y ciudades del interior, hasta llegar a tocar en Obras y el próximo 3 de junio, en su primer Luna Park.
Como dice Sebastián, la inquieta primera voz que no para de bailotear durante cada presentación, con un curioso y envolvente movimiento de brazos: “El que le gusta El Plan siempre está con ganas de que a otro le guste. Eso es clave. Tenemos mucho vínculo con nuestro público”.


En medio del sudor del recital, el cantante lanza varias botellitas de agua a su público mientras exclama: “beban de la bebida más rica y sana que existe”.
Y es ahí donde uno se alegra de ver a tanta gente celebrando la épica de las cosas sencillas, mientras repiten con fe profana: “que lo más preciado es amar y el resto llega…”


Los rubios del mar, son a su vez perfeccionistas. Ello se nota en su cuidada estética de videos (en su mayoría, se pueden ver en YouTube) y de gráfica, donde cada detalle tiene un significado de vida.
Pero además de la elocuencia del vivo, la música del Plan es particularmente motivadora para trotar o hacer actividad física, ya que por lo general los temas van in crescendo y se desdoblan en dos partes, coincidiendo el segmento más potente con el de alguna afirmación.


Así nos encontramos con que: “El cuerpo siempre puedo un poco más” o “Todo lo que diga lo va a filtrar mi mente, la verdad el cuerpo sabe” o amanecer relajadamente con un: “Que vire la energía para el lado, del buen día sol, buen día maga, buen día el equilibrio, buen día la confianza, buen día el laberinto, buen día como un rezo, como un pacto de esperanza, plegaria del eterno domador de sombras”.
Pero tampoco escatiman en dar un claro mensaje ecológico al decir: “La selva dice adiós. El mar pide por favor. El sol te quema la piel. La tierra es un venenal. La droga saca un dolor y pone otro a la vez”, convencidos de que las verdaderas revoluciones son las que nacen en casa.


Para el final guardan milimétricamente la artillería gruesa, que perdurará en el sentir de sus seguidores por los próximos días, con las destellantes: “La vida cura”, “El túnel de la vida” y “El riesgo”.
El recital ha terminado pero los pies, los brazos y el estado de ánimo han despertado. Las ganas de moverse se han activado y seguramente las próximas horas serán mejores.
A esta altura ya todos saben que, si viniera un tsunami, un estresazo o un aguijón siempre habrá una mariposa dispuesta a dar con su tenue aleteo, un remanso para el alma.

(*) Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario.


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