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Lecturas: “Estamos a salvo”, de Camila Fabbri

Autora de un libro sobre Cromañón, la escritora publica cuentos que planean sobre la amenaza constante, y cree que aquella tragedia fundó su educación sentimental: la noción de que ir a disfrutar la música en vivo también podía significar un desenlace fatal.

Redacción

Por Redacción

Con una fuerza narrativa en donde la fragilidad siempre está acechando como si pudiera en un instante devenir en catástrofe, los cuentos de “Estamos a salvo”, el último volumen de relatos de Camila Fabbri, retoman la potencia del género desde una escritura atrapante marcada por cierta tensión y humor, a partir de tramas que toman como metáfora el mundo animal, esa dimensión en la que los sentidos están en alerta frente a la posibilidad del conflicto.


Una familia cuyo padre, tiene como mascota un yacaré; un taxista que monta su propio destino con una pasajera en viaje; una hija que regresa al hogar de su madre para recuperarse de los efectos de la medicación; un accidente que no llegó a ser. Los 17 cuentos de “Estamos a salvo” manejan con destreza la sensación de la amenaza constante: que te descubran, te atropellen, que te muerda un cocodrilo, que lo que creías saber no tenga sentido, aunque te lo hayas contado una y otra vez.

Fabbri cuenta que el “grueso” de estos cuentos los escribió entre 2018 y 2019. “Después empecé a volcarme a la no ficción y entonces sí, empecé a dejar de lado esa especie de construcción de tramas. En ese momento escribía todo el tiempo esa suerte de mundo pequeño en el que despunta una historia con un desarrollo y un final, esa cosa circular del cuento”.

Los textos de “Estamos a salvo” cuentan una historia y juegan con esa revelación. El conflicto está, se percibe pero muchas veces no se lo nombra ni siquiera se lo sugiere. La estructura del cuento activa en el lector esa pregunta sobre lo que podría pasar, e incluso lo que no se sabe qué ocurrió. Siempre hay una posible catástrofe merodeando por ahí, como se imaginan merodeando a los animales en la selva, los tiburones en el océano, o los fenómenos naturales de vientos huracanados en un planeta arrasado. No es casual que como cita previa a cada cuento, Fabbri haya elegido un textual de algún documental de National Geographic.

P – ¿Nuestras vidas están acechadas por esa posibilidad de catástrofes inesperadas? ¿Estamos a salvo?
R –
Creo que no hay forma de saberlo. Es una de las cosas que me pregunto más seguido. Recuerdo mucho un chiste de Mafalda en el que ella está sola en su cuarto y en otras viñetas aparece su familia. Ella los espía. Su madre está maquillándose, con los ruleros puestos y la radio a todo volumen, hablando sola. Su padre está mirando un partido de fútbol, fumando muchos cigarrillos y golpeando el suelo con los pies. No parecen apacibles, más bien todo lo contrario. Y Mafalda para sus adentros dice: me pregunto si estaré en buenas manos. Por supuesto que es una pregunta que se hace una niña, pero creo que hay algo de universal en esa duda.


P – ¿Cómo creés que se encuentran estos relatos?
R –
Los cuentos los fui escribiendo en el rango de tiempo que va desde el 2016 a esta parte. Fue la escritura inmediata después de ´Los accidentes´, mi primer libro de cuentos. En el medio, escribí ´El día que apagaron la luz´. Hay un síntoma en común que tienen y son esos epígrafes-citas de National Geographic. Creo que todos pueden leerse a partir de esa consigna, como una metáfora del mundo animal, de la naturaleza en todo su esplendor y en toda su oscuridad.

P – Esas citas de Nat Geo tienen mucha centralidad ¿cómo llegaste?
R –
Curiosamente en un momento miraba bastantes videos en Youtube sobre naturaleza o historia. Me gustaba encontrar textos ahí, o incluso títulos. Hace unos años monté una obra que se llamaba ´Condición de buenos nadadores´ y ese título lo encontré en un video que hablaba sobre la lucha que ocurre, una vez al año, entre el tiburón blanco y el cocodrilo de agua salada.

P – ¿Cómo entendés esa obsesión en estos cuentos que conversa con la idea de un desenlace apocalíptico, de un drama del orden de lo cotidiano, lo doméstico, de tragedias que pueden ocurrir en momentos inesperados, como puede ser Cromañón, tal como abordás en tu última novela?
R –
Evidentemente hay una especie de obsesión o imantación con la catástrofe inminente. Es curioso que hables de Cromañón y de ´El día que apagaron la luz´, porque tal vez ahí esté presente uno de los síntomas más claros, algo de mi educación sentimental. Esa noción de que ir a disfrutar la música en vivo también podía significar un desenlace fatal. Yo creo que esa irrupción o ese corte en nuestro crecimiento, quiero decir, en el de la mayoría de lxs adolescentes que estuvimos cerca de Cromañón, fue muy significativa. Una especie de hurto de la tranquilidad. Hay algo de estar oliendo todo el tiempo algo que todavía no pasó, que podría venir y pasar.

Por Milena Heinrich.-


Más sobre la autora



Camila Fabbri (Buenos Aires, 1989) es escritora, dramaturga y actriz. El año pasado, la revista Granta la eligió como una de las 25 mejores voces narrativas en español. Con este libro publicado por Seix Barral, regresa al género luego de “Los accidentes” -su debut literario- y tras “El día que apagaron la luz”, sobre la tragedia de Cromañón.


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