Nuevo colegio, nuevos desafíos

En esta oportunidad, la psicopedagoga Laura Collavini nos trae uno de sus primeros cuentos, protagonizado por “Pinina”. Una reflexión sobre el bullying, los niños y la literatura.

Pinina es protagonista de mi primer libro de cuentos, hace ya varios años. Ella nació a partir de un juego, cuando inventábamos historias con mi hijita, hoy ya hecha una mujercita. Pinina también creció. Fue transcurriendo su vida con historias que hicieron huella en su persona, la fueron moldeando. Hoy les compartimos, con mucho amor una de ellas.


Pinina quería aparentar estar tranquila y segura, pero era un nudo de nervios. La noche anterior no había dormido, pensaba y no dejaba de pensar cómo presentarse, qué caras tendrían sus nuevos compañeros, qué le dirían… Y ensayaba: si le decían algo amable iba a responder amable, pero si otra vez empezaban a tratarla mal… ¡Ay no, no otra vez!

Las horas de la madrugada se hicieron eternas, quería relajarse. Intentó respirar y soltar el aire, imaginar situaciones lindas y hasta contó ovejas; pero ni ahí logró pegar un ojo. Aparecían escenas del otro colegio. Cuando la dejaban sola en el patio, cuando pedía jugar y le decían que no. Los gritos de “fea” le retumbaban en la cabeza con miradas y risas burlonas.

“¡Saliste de la carpa de los indios y viniste al colegio? ¿Por qué no te volvés con los tuyos, negra fea?”. “Si respira fuerte esta nos quedamos sin aire”. Fea, una y otra vez. India, negra. Le había costado poder cambiar de colegio. Mucho tiempo se sintió muy mal por estos insultos, no quería comer, solo hacía su tarea como podía y se tiraba a mirar la tele y que pasen las horas.

Nada podía hacer. Ni ser linda, ni teñirse la piel ni hacerse cirugía de nariz. ¡Por qué los genes se habían encaprichado tanto con ella! Jamás podría tener amigos ni una vida como las que veía en la televisión. Lindos, perfectos. Jamás tendría novio. Su vida sería estar con sus padres por siempre.


Un día lloró mucho, mucho. Fue cuando su papá le preguntó por qué no llevaba amigas a la casa o no iba a los cumpleaños. Ni se dio cuenta que empezó a llorar, pero no pudo detenerse. Sus papás se miraron asombrados y aunque le preguntaban qué pasaba no podía lograr ponerlo en palabras.

No sabe cuánto tiempo pasó, pero las lágrimas cesaron. Comenzó a contar lo que pasaba. Día tras día. Su papá quería ir a agarrar a la maestra del cuello, no sabemos muy bien por qué pero siempre dicen eso. La mamá quería cantarle las 40 a la directora.

Es que suele pasar que cuando los padres ven que le lastiman a un hijo aparecen leones y tigresas hambrientos de sangre y venganza. Afortunadamente apareció un amigo, esos que suman en los momentos difíciles. Porque entre los conocidos son los amigos quienes nos hacen tomar distancia de los problemas, rodearlos, mirarlos de frente y pensar opciones para salir adelante. Vieron que hay amigos de estos y otros que dicen: “Uy, que mal lo que te pasa, pobre”. Y eso un poco bajonea, no hace ver la salida. Porque si hay un problema, seguro hay salida. Bien, entonces con este amigo lograron calmarse y pensar alternativas.

Estos papás fueron a hablar a la escuela. La seño y la directora escucharon todo. No se habían dado cuenta de la situación dijeron. Probablemente sucedía cuando ellas no estaban presentes. Se comprometieron a observar de cerca la situación, a hablar con los chicos, a abordar el tema con todo el equipo del colegio. Pinina, nuestra amiga discriminada se encontró ahora con el adjetivo de “buchona”. ¡Bingo!


Fue peor. Pasaban al lado y los insultos subían de tono, la amenazaron con golpearla si la veían en la calle. Que habían tenido problemas con sus padres. Nada se podía hacer. Fea, nariguda, india y ahora buchona. Cambio de escuela. Sin poder dormir. Se le ocurrió tomar un libro cualquiera de la repisa. Empezó a hojear.

Sin darse cuenta lee. Las palabras del otro son el reflejo de ellos mismos. ¿Qué? ¡Qué difícil! Y abajo seguía: La proyección es un mecanismo de defensa por el que una persona atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias.

Se “proyectan” los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a este objeto externo.

Lo leyó una y otra vez. No le resultaba fácil entenderlo: no sabía si por el sueño, los nervios o si era que de verdad era complejo. Pero le pareció entender que si los demás la agredían a ella o a otra persona no era por algo de verdad que tenía ella sino porque quiénes se lo estaban haciendo se consideraban feos o despreciables y tenían que sacar afuera todo lo que ellos sentían por sí mismos.


Al principio le pareció imposible, pero después, pensó. ¿Y si ella no era el problema? ¿Si el problema lo tenían los demás? ¿Si el problema de ella era haberse creído todo lo que le decían los otros?

¡Aja, eso estaba bueno! Se levantó y miró en el espejo. Su piel trigueña finalmente era muy linda. Le daba un tono durante todo el año. No hacía falta esperar el verano para broncearse. Y su nariz… Se miró de costado, tomó una hebilla y se recogió su pelo ondulado. Qué bien lucía así. Parecía de mayor edad.

Decidió dejarse ese peinado. Se vistió aunque era muy temprano. Desayunó con ganas. Lista para una nueva etapa. Ahora se sentía bella por dentro, y también se sentía bella por fuera.

Por Laura Collavini (lauracollavini@hotmail.com).-


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