Cortes de gas, escasez de gasoil y falta de coordinación auguran un frío invierno

Desde las consultoras especializadas se auguran cortes de suministro por la disparada de los precios que complican la importación. Las desinteligencias y cortocircuitos dentro del mismo gobierno siembran dudas sobre qué pasará cuando bajen las temperaturas. La semana entrante se debe convocar a nuevas audiencias públicas por tarifas.

En junio de 1959 el entonces ministro de Economía, Álvaro Alzogaray, introducía en las páginas de la historia argentina la frase “hay que pasar el invierno”. Hoy, 63 años después, la frase vuelve a ser parte de la dura realidad del país, aunque en este caso no se trata de un plan de austeridad ante la imposibilidad de pagar los salarios, sino de un inminente corte en el suministro de energía, en especial de gas natural, ante la difícil posibilidad de pagar el costo de las importaciones.

El año pasado el secretario de Energía de la Nación, Darío Martínez, aseguró que Argentina estaba ante una “tormenta perfecta”, al indicar que a la producción nacional de gas que apenas repuntaba con el Plan Gas.Ar, se sumaba la baja generación hidroeléctrica por la sequía y la salida de operaciones en pleno invierno de una central nuclear para su mantenimiento.

Pero si esa era una tormenta perfecta, el escenario de cara al invierno de este año debería entonces estar en la categoría de ser prácticamente un cataclismo.

Es que si bien las centrales nucleares están aportando su energía, las represas del Comahue se encuentran en peor situación que el año pasado, la producción nacional de gas no solo está limitada en Neuquén por las gasoductos sino que será menor a la de fines del invierno pasado por la caída en la extracción de las demás cuencas y, como si fuera poco, las importaciones necesarias para pasar el invierno se dispararon por las nubes tras la invasión rusa a Ucrania.

En enero la secretaría de Energía presentó un documento técnico sobre las previsiones de demanda de gas para este año. El texto, utilizado en la audiencia pública por tarifas, marcó ya en ese momento que el país requerirá importar en este invierno nada menos que el 27% del gas que consumirá, es decir más de una cuarta parte.

El dato

27%
de la demanda de gas prevista para este invierno debe ser cubierta con importaciones por la baja producción nacional.

Esas importaciones se componen de dos elementos y una variante. El primer flujo del gas importado es Bolivia, a raíz del contrato a 20 años que se pactó en 2006.

Se esperaba que ese país cubriera el 9% de la demanda del invierno, aunque los negociadores de la sexta adenda del contrato, las autoridades de Integración Energética Argentina (Ieasa), la exEnarsa, optaron por prorrogar las tratativas en tres ocasiones a la espera de obtener un mejor precio.

La realidad cambió con la invasión rusa y las negociaciones pasaron directamente a estar en manos del ministro de Economía, Martín Guzmán, ya que ante el insuficiente volumen ofrecido por la boliviana YPFB -que implica cortes en el suministro eléctrico del NOA- se propuso abonar un plus de 10 dólares adicionales por millón de BTU hasta el valor récord de 18 ó 19 dólares para el gas extra que se pueda redireccionar del contrato de Brasil y se logró así avanzar en el acuerdo.

La segunda vía de importación es el gas natural licuado (GNL) que ya se anticipaba que tendría valores mucho más altos que los 8,33 dólares que promedió en 2021 y los 2,90 del 2020, y que representaría el 19% del gas del país.

Se espera que la industria tenga cortes de suministro en casi todos los contratos de tipo interrumpibles.

Pero nuevamente, desde Ieasa se optó por esperar a que el precio descienda al final del invierno del hemisferio norte y fue entonces cuando el conflicto bélico recalentó el horno.

Sin que a la fecha esté resuelto cómo cubrir ese 27% de gas importado que necesita Argentina, existe aún la vía alternativa. Se trata del uso de gasoil y fue oil para la generación térmica en las centrales que pueden quemar estos líquidos, en una maniobra que no solo permite redireccionar el gas no quemado, sino que además es más económica.

El director de Energía de la consultora Ecolatina, Daniel Dreizzen, detalló que “el precio del gasoil y fuel oil subió también pero un 30%, mientras que el GNL subió cerca de un 400%”.

En enero se vio un claro ejemplo de esto cuando a pedido de Cammesa, las centrales térmicas quemaron el récord de 250 millones de litros de gasoil para paliar la ola de calor que disparó el consumo a valores récord.

Sin embargo, días atrás se conoció que pese a esa diferencia de costo ventajosa para las arcas del Estado, desde Cammesa sólo se contrató la mitad de los cargamentos de gasoil que se solicitaron en la última licitación, a pesar de que, como se mencionó, un mayor consumo de estos líquidos permitiría dejar un poco más de gas disponible para la industria y el GNC, los dos sectores signados para ser las víctimas del corte de suministro.

A través de Guzmán y el mismo Alberto Fernández, Argentina comenzó a jugar la última carta que tiene en la manga para pasar el invierno: la cooperación internacional.

Entre los puntos abordados en estos días está la liberación de un cupo de gas boliviano que Brasil podría no necesitar por la mejora de sus hidroeléctricas y el envío de gas regasificado desde Chile para el Noroeste Argentino, para garantizar el funcionamiento de las centrales de generación eléctrica de esas provincias y mejorar los volúmenes.

Dicho en otros términos, mientras desde las empresas productoras de Vaca Muerta se aguarda la construcción del gasoducto Néstor Kirchner para potenciar sus exportaciones a Chile y Brasil, en este invierno la tortilla parece dada vuelta y es Argentina la que necesita importar gas de esos países.


La visión de las consultoras sobre el gas


Para la consultora Economía y Energía que lidera Nicolás Arceo el actual escenario de precios llevaría al país a necesitar nada menos que 12.500 millones de dólares para afrontar las importaciones energéticas.

Lo cual dispararía a 16.700 millones de dólares el costo de los subsidios a la energía y derivaría en un rojo de la balanza energética de 4.911 millones de dólares en este año.

Para Dreizzen ese rojo podría ser un poco mayor y llegar hasta los 6.000 millones de dólares, pero el exsecretario de Planeamiento Energético advirtió que “esto solo ocurre si el gobierno toma la decisión de importar todo ese gas. Mi opinión es que van a importar solo la mitad porque no creo que el gobierno gaste 5.000 millones de dólares en GNL”.

Y detalló que ese recorte en las importaciones “implica que faltarían unos 15 millones de metros cúbicos día, que es la mitad del consumo que tiene toda la industria nacional”.

El director del Departamento Técnico del Instituto Mosconi, Julián Rojo, coincidió con esa apreciación y sostuvo que “no se en qué porcentaje, pero sin lugar a dudas no va a estar todo el gas que se necesitaría y van a haber cortes”.

En tanto que el exministro de Energía, Juan José Aranguren tras estimar que la importación de GNL podría costar hasta 7000 millones de dólares, remarcó en el informe de la consultora Energy Consilium que “el costo incremental de abastecimiento de GNL en el que incurriríamos en 2022 es muy superior al costo de construcción de los gasoductos y plantas compresoras requeridos para vincular los sistemas de transporte Sur y Norte, que nos permitiría independizarnos de las importaciones de Bolivia, reducir en gran medida la importaciones de GNL y maximizar las exportaciones a los países limítrofes”.


Coordinación y grietas en Energía


La semana pasada una serie de factores trazaron una escena más que compleja en el sector energético nacional ya que se vieron cortes de suministro de gas en más de 130 estaciones de GNC de la provincia de Buenos Aires. Pero en momentos en los que también el faltante de gasoil comenzó a frenar al transporte de pasajeros y cargas en varios puntos del país.

Si bien el caso del GNC se trató de una baja en la inyección de gas prevista de parte de los desarrollos del offshore, mientras que en el caso del gasoil se trata del impacto de la disparada del valor de importación, lo más llamativo de este cuadro fue que se dio estando aún en otoño y antes de la gran demanda de gasoil que es la cosecha del campo.

Como en la frase que reza que para muestra basta un botón, lo sucedido dejó serias dudas sobre la capacidad de maniobra y articulación que tendrán los diversos órganos que conforman el sistema energético.

Como bien señaló el sitio EconoJournal, mientras en estos días el faltante del gasoil no solo generó inconvenientes y preocupación en el sistema de transporte, tres buques cargados precisamente con gasoil aguardan en el Río de la Plata para descargar a raíz de que Cammesa tiene sus depósitos llenos.

Esta situación, sumada a la decisión de la compañía que administra el mercado eléctrico mayorista de no comprar la totalidad de los buques de gasoil que licitó, marcan que no se apeló como en otros tiempos a una coordinación con YPF para realizar una suerte de préstamo de cargas en medio de la crisis.

De acuerdo a los consultores del sector contactados, existen dudas no solo de la capacidad de maniobra fina de cara a las exigencias que imprimirá el invierno -después de todo los industriales ya buscan organizarse por su cuenta para coordinar los cortes de suministro– sino que también hay dudas sobre si la grieta interna del gobierno pueda meter la cola en un tema tan delicado.

Es que precisamente la desarticulación vista en estos días entre Cammesa, YPF e Ieasa llama la atención por tratarse de tres sectores comandados por delfines de la vicepresidenta, Cristina Fernández.

Dos actores más de ese sector, el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, y el interventor del Enargas, Federico Bernal, deberían realizar en este mes nuevas audiencias públicas para definir la segunda tanda de aumentos en las tarifas tanto de luz como de gas marcadas en gran medida por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Según el cronograma que ya se inició, la fecha de convocatoria debería fijarse e informarse en menos de una semana, para definir las nuevas tarifas que, recalentadas por los costos de la importación, está previsto que entren en vigencia en junio, justo cuando el frío del invierno llegue y la frase de Alzogaray esté más vigente que nunca.

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