Molinos eólicos: el conflicto de su reciclado y los posibles usos alternativos

Las palas del aerogenerador representan un "problema aparte" para su reciclado según la AAEE. Por eso en distintos puntos del mundo están probando alternativas para su tratamiento o reutilización. En el país hay antecedentes de molinos que colapsaron por su desgaste.

La energía eólica se posiciona como una de las protagonistas en las transiciones energéticas. Sin embargo, una línea fuerte de debate apunta a qué sucederá con los elementos que se utilizan una vez que finalice su vida útil. En este sentido, uno de los componentes más difíciles de gestionar son las palas de los aerogeneradores. Las propuestas apuntan a su reciclado y a nuevos usos.

Los primeros parques instalados en el país se remontan a casi tres décadas atrás. En su mayoría, fueron propiedad del Estado. Según las diferentes localidades, el municipio o las cooperativas eléctricas locales gestionaban su instalación, funcionamiento y mantenimiento.

Tal es el caso del parque eólico pionero en el país: el Antonio Morán, ubicado en Comodoro Rivadavia e impulsado por la Sociedad Cooperativa Popular Limitada de Comodoro Rivadavia (SCPL). Este mismo fue creado en 1994, con sus respectivas ampliaciones en 1997 y 2001, con las que alcanzó a tener 26 aerogeneradores, convirtiéndose así en el parque eólico más grande de país en su momento.

A pesar de no tener una potencia instalada de impacto en sus inicios, este parque fue motivador de proyectos similares en distintas localidades. A fines de 1994, la Cooperativa Eléctrica de Cutral Có en Neuquén fue la segunda en poner en marcha un aerogenerador. En 1995 cooperativas del interior de Buenos Aires ubicadas en Punta Alta y Tandil-Azul se unieron con una turbina cada una.

A principios de 1996 se sumó Rada Tilly que puso en marcha otro molino. Ya en el 97 se incorporan las cooperativas de Darregueira, Mayor Buratovich y Claromecó de Buenos Aires. En todos los casos nombrados, instalaron una turbina o no superaron las cuatro. La mayoría de estos pertenecían a la firma danesa NEG Micon, fabricante de aerogeneradores.

Todos estos parques superan o alcanzan los 25 años de existencia. Según la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEE) la vida media esperada para un aerogenerador y un parque eólico ronda los 20 ó 25 años, período que puede alargarse «en función de las circunstancias».

Un reflejo del paso del tiempo y abandono de las instalaciones se dio en octubre de 2018, cuando cayó el primer aerogenerador en el parque eólico Antonio Morán. Al mismo ya le faltaba un aspa, por lo que desde la cooperativa explicaron que le “generó una inestabilidad que probablemente provocó esta caída”.

En agosto de 2020 cayó el segundo molino del mismo parque. Según habían detallado medios locales, el fuerte viento augurado por una alerta meteorológica generó que la torre se doblara por completo y se produjera la rotura de las aspas y el interior del motor. Para octubre del mismo año, la SCPL anunció el inicio del desmantelamiento de cinco molinos.

Según aseguró la AAEE, una vez que se acerca el final de la vida útil de un parque se puede apuntar al desmantelamiento o a la repotenciación, que otorgaría unos cinco años más de función. En cualquiera de los casos, se presentan residuos a gestionar. Al desmantelar un parque, entre el 80 y el 90% de los componentes son reciclables o reutilizables, «pero las palas son un problema aparte«, reconocieron.


Composición de las palas y su uso después del aerogenerador


Las palas están fabricadas principalmente de materiales compuestos como son la fibra de vidrio, fibra de carbono y resinas, entre otros. Estos materiales han permitido optimizar el diseño e incrementar el rendimiento al poder crear palas más grandes y ligeras. Debido a su complejidad, requieren procesos muy específicos para su reciclado.

En estos términos, la AAEE detalló que estos materiales pueden coprocesarse con cemento. «Las materias primas del cemento se pueden reemplazar parcialmente por las fibras de vidrio y otros elementos del material compuesto, y la fracción orgánica reemplaza al carbón como combustible», explicaron. Los inconvenientes de esta opción residen en la pérdida de la forma original de las fibras.

Otra alternativa recae en el Composite Recycling System: «un novedoso sistema de reciclado en horno horizontal por etapas que permite la eliminación completa de la resina presente en el compuesto, con menos del 10% de degradación de la fibra de carbono reciclada», detallaron. Se presenta como un sistema «eficiente y respetuoso con el medio ambiente«.

También se están desarrollando tecnologías alternativas como el reciclaje mecánico, la solvólisis y la pirólisis. La primera propone la recuperación de los materiales, para su posterior aprovechamiento como materias primas secundarias en otros productos. La segunda es un procedimiento químico de recuperación de las fibras y la tercera consiste en el troceado de la pala y su inmersión en un horno.

Por último, la AAEE retomó la opción del depósito en vertedero de las palas desechadas. Es una posibilidad «accesible y barata» pero es una opción «desastrosa desde el punto de vista de la economía circular, incurriendo en un doble desperdicio: se desperdician recursos y materias primas que podrían reciclarse e introducirse de nuevo en el ciclo productivo», señalaron.


Las alternativas de uso que se están dando en otros países


Si las palas se encuentran en buen estado pueden ser reutilizadas bajo ciertas circunstancias: por ejemplo, que se haya hecho la quita de aerogeneradores antes de finalizar su vida útil. Estas pueden funcionar como recambios para aerogeneradores de la misma gama que estén en funcionamiento, «y cuyas piezas empiecen a escasear en el mercado», detallaron desde AAEE.

Otra alternativa, que se está dando de forma aislada en distintas localidades es el aprovechamiento para elementos arquitectónicos o mobiliarios. Algunos ya se han instalado, otros continúan en estudio para su aplicación.

Dentro de los ya aplicados se encuentra la experiencia en Rotterdam en Países Bajos, donde fraccionaron aspas y las convirtieron en instalaciones de un parque infantil. Túneles, torres, puentes y toboganes caracterizan esta iniciativa pionera creada en 2009. En la misma localidad utilizaron palas de menor tamaño sin cortar para crear bancos en la plaza Willemsplein.

En Polonia, la firma Anmet fracciona las palas y crea mobiliario urbano como bancos y mesas. A su vez, la compañía ya instaló puentes de mayor o menor extensión. De esta forma, se produce un «aprovechamiento del potencial material del compuesto de la hélice», explicaron desde la compañía.

El parque infantil Wikado se ubica en Rotterdam. Foto: Superuse Studios.

Otras iniciativas de la firma y de compañías como Siemens Gamesa y Rewind apuntan a nuevos diseños de puentes, marquesinas para vehículos y bicicletas, instalaciones artísticas, torres para líneas eléctricas, torres de observación, entre otras.

Por el momento, al no haber una cantidad representativa de palas como residuo no hay ejemplos de estas alternativas en el país. Sin embargo, son opciones viables de aprovechamiento para el componente más complejo de reciclar y gestionar de los aerogeneradores.


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