Este roquense está haciendo una carrera profesional brillante en Relaciones Internacionales

Francisco Urdinez es un joven común y corriente que un día decidió estudiar Relaciones Internacionales. En ese momento fue consciente de que iniciaba un viaje nada fácil de ida. Hoy comparte sus herramientas para alcanzar los sueños.

El roquense Francisco Urdínez (31) a los 20 años tomó su primer avión y decidió de inmediato estudiar relaciones internacionales sin tener roce con el mundo. Pero intuyó que al elegir esa carrera estaba tomando un viaje de ida y que su condición de explorador del mundo sería el radar para no perderse. Desde ese momento hasta hoy supo armar un camino brillante e imparable con un trabajo a destajo para ser el cientista político y académico que es.

En esta entrevista con “Río Negro” comparte su recorrido educativo, su método de trabajo y estudio y de cómo sus aspiraciones siempre fueron la meta para ir creciendo. La suya es una historia bien inspiradora para jóvenes que hoy empiezan a delinear su futuro.

Desde que se recibió en Relaciones Internacionales en la universidad en Córdoba, Francisco dependió siempre del sistema de becas para seguir estudiando. Sus buenas calificaciones siempre fueron el gran puntal para acceder a ellas.

¿Qué estás haciendo ahora en Chile? ¿Cómo es que llegaste a este país?

Comencemos el recorrido. Hice el secundario en el colegio Domingo Savio, en Roca, y me gradué en 2005. Estudié relaciones internacionales en la Universidad Católica de Córdoba entre 2006 y 2010 y en el medio gané un par de becas para estudiar en Estados Unidos, una Fulbright y otra de mi universidad. Al graduarme trabajé en una ONG internacional que se llama AIESEC y por ellos conseguí un trabajo en Estados Unidos en una empresa de software que quería abrir su oficina en América Latina. Estuve en Madison, Wisconsin, por un año y de allí me pidieron de la empresa que me instalara en São Paulo en Brasil. En Córdoba había estudiado bastante portugués, y me gustaba la idea de estar en América Latina. A los pocos meses dejé la empresa para hacer una maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Sao Paulo. Me interesaba estudiar como China estaba poco a poco cambiando la economía de los países de America del Sur. Terminé viviendo por 5 años en Brasil. Al terminar la maestría empecé mi doctorado.

Nació en Roca. Cursó el secundario en el colegio Domingo Savio de su ciudad. Hoy vive en Chile. ¿Su próximo destino? Aún no lo sabe.

Desde que me recibí en Córdoba siempre dependí de becas para seguir estudiando, y en Brasil gané varias. Incluso logré apoyo financiero del estado de Sao Paulo para seguir mis estudios en Londres, donde obtuve mi doctorado en King´s College London en 2017. Al graduarme, la Universidad Católica de Chile me hizo una oferta para trabajar en Chile. Nunca pensé que terminaría en Santiago, casi no conocía. El departamento es el mejor de la región, y para mi era una oportunidad única. Así que febrero de 2017 vivo en Santiago. Me especialicé en la economía china y su impacto en América Latina. Ahora viajo mucho, cinco o seis viajes internacionales al año, más o menos, pero eso es algo reciente para mi. A los 20 años tomé mi primer avión, y decidí estudiar relaciones internacionales sin tener roce con el mundo.

Francisco en uno de las tantos países que ha recorrido. Ciudadano global con raíces patagónicos podría ser una característica suya.

Relaciones internacionales es tu metier. Empecemos por el principio. ¿Cómo es que deciste alguna vez estudiar esta carrera?

Fue un camino atípico, creo. Cuando vivía en Roca consideré varias carreras de ciencias sociales, economía, ciencia política, derecho. Me decidí por relaciones internacionales, la menos conocida de todas. Mi experiencia internacional era nula. Como a cualquier chico de pueblo, Córdoba me resultaba gigante los primeros meses. También sabía que al estudiar esa carrera mi posibilidad de volver a trabajar y vivir en el Alto Valle era baja. Tuve que hacerme la idea de que era un viaje de ida. Al irme, a los 17 años, no conocía más que algunas ciudades de Argentina, pero deseaba fuertemente explorar. Leer me había ayudado a conocer el mundo sin haber viajado mucho, leía mucho de adolescente. La carrera en la Universidad Católica es arancelada, y tuve la suerte de tener padres que pudieron pagármela y así no tener que trabajar. En un país con 40% de pobres eso me hace un privilegiado.

“Mi papá, Renán Urdinez, es de Roca. Mi mamá, Diana Gaviot, es de General San Martín, un pueblito de La Pampa. Los dos estudiaron Bioquímica a fines de los 70 en Bahía Blanca y ahí se conocieron. Cuando se recibieron se fueron para Roca. Tienen el laboratorio Praxis”.

Francisco

¿Recordás algún profesor en el Domingo Savio que te haya “iluminado” en esta elección profesional que hiciste?

Allí recibí una formación en ciencias sociales muy buena. Todos los profesores de historia, educación cívica y geografía fueron muy buenos. Pablo Nicolay y Juan Francisco Guglielmone fueron especialmente importantes. Me recomendaban libros, prepararon bien a sus alumnos para el formato de estudios de una universidad. También fue muy importante haber estudiado inglés en institutos con muy buenos docentes, esas clases me dieron confianza para conocer otras realidades. Los idiomas son clave.

Francisco (segundo iz. sentados en el piso) junto a sus compañeros de quinto año, en el colegio Domingo Savio, en Roca.

¿Qué decían tus amigos de la infancia y adolescencia cuando les decías lo que ibas a estudiar?

Es una carrera que ahora es algo más conocida. En 2006 creo que era vista como una carrera con muy poca salida laboral y eso asustaba a los chicos. Todos los que empezamos esa carrera pensamos en algún momento que haríamos carrera diplomática. Yo lo pensé los primeros años. Una amiga de Roca, Elsa Sanchez Labat, estudió la misma carrera que yo y la hicimos a la par. Había otros chicos de Roca que habían estudiado lo mismo, recuerdo a Gabriel Disiot. Otros chicos del Valle ya eran diplomáticos. Yo valoraba mucho lo que ellos pensaban o podían aconsejar.

Soy de una generación de chicos que se fue a estudiar y pocos retornaron al Alto Valle. Es una pena. Algunos están en ciudades como Córdoba o Buenos Aires, pero otros importante están fuera de Argentina.

¿Cuáles son las profesiones de tus padres?

Mis padres son los dos químicos. Soy el único de tres hermanos que estudio ciencias sociales. No creo que hayan influenciado tanto en la elección de la carrera pero si en la manera de encarar la universidad. El método científico, la falsibilidad de hipótesis, todo eso es muy importante en la manera de pensar. La universidad no es para genios, es para gente disciplinada y que aprende a encontrar placer en estudiar. Hay que tener tolerancia al fracaso, y aprender a ser criticado. El que entra a la universidad pensando que es un genio seguramente se frustrará y terminará desertando.

En una intervención en su ámbio, el académico.

¿A qué se dedica específicamente alguien que estudia Relaciones Internacionales?

Muchos estudian esta carrera porque desean ser diplomáticos. Sin embargo, solo un pequeño porcentaje se dedica a esta profesión. En el transcurso de la carrera uno descubre que, si se complementa con una buena maestría, la carrera puede ser muy valiosa para empresas y organismos internacionales. Pensé que me dedicaría a trabajar para el sector privado, en negocios internacionales. Durante mi maestría descubrí que me gustaba mucho la investigación, y también la ciencia, y decidí hacer mi doctorado. Es una carrera muy amplia, que exige aprender idiomas (dos al menos) y análisis estadístico de datos a la par para poder ser competitivo en el mercado laboral.

¿Recibiste becas mientras estudiabas?

Soy un privilegiado de poder haber estudiado sin necesidad de trabajar. Sin embargo, al recibirme a los 21 empecé a bancarme por mi cuenta. Las becas fueron centrales en mi formación, y gané muchas. Fulbright, FAPESP, CAPES, becas menores para ir a congresos. La beca más difícil de ganar es la primera, después se genera una bola de nieve. Durante mis estudios en Cordoba me becaron para conocer universidades de Estados Unidos por dos meses en un programa que se llamaba Jóvenes Líderes y lo financiaba Fulbright en Estados Unidos. Luego gané una beca de mi universidad para pasar seis meses en Virginia Commonwealth University como alumno de intercambio. Al renunciar a mi trabajo en Sao Paulo hice mi maestría con una beca del gobierno brasilero, y luego mi doctorado con una beca del estado de Sao Paulo, que también financió mi tiempo en Londres. Sin becas hubiera sido imposible.

¿Cómo ves nuestro país desde afuera?

Argentina es un país difícil para relacionistas internacionales porque está relativamente aislada del mundo. Las economías regionales están muy dañadas y se exporta poco. Es un país que depende demasiado del precio de la soja y el petróleo, y hay pocas políticas anticíclicas para ahorrar en tiempos de vacas gordas y tener en tiempos de vacas flacas. Hace décadas estamos en la trampa del ingreso medio. Según esta teoría, los países de ingreso medio pueden verse atrapados en el subdesarrollo al no poder competir con las naciones más pobres en abundancia de mano de obra barata ni con los países ricos en desarrollo tecnológico. En el medio plazo esto genera frustración en los jóvenes que no se sienten valorados en el mercado laboral.

Como cientista político invitado en la CNN de Chile para analizar la crisis política del país de residencia actual de Francisco.

Creo que se habla relativamente poco del enorme éxodo de jóvenes que se han ido del país en los últimos diez años, es tremendo. Miles y miles, muchos formados en universidades públicas y gratuitas. Obviamente todos estos jóvenes deberían poder contribuir mucho a un país que los necesita. Al mismo tiempo, muchos tratan y se cansan, y se terminan yendo. Para retener talentos hacen falta políticas de Estado.

“Tengo una linda amistad con mis hermanos. Un hermano vive en Zurich, hizo un doctorado en biotecnología y trabaja en un laboratorio en la búsqueda de respuestas a diferentes tipos de cáncer. El otro es odontólogo y vive en Chacabuco, provincia de Buenos Aires. Nos vemos una vez al año”.

Francisco

¿En qué momento de tu trayectoria estás hoy?

Estoy recién en mis comienzos de una carrera como referente en el estudio de las relaciones entre China y América Latina. Tengo un trabajo muy hermoso, en el mejor lugar de la región para hacer lo que me gusta.

Realista equilibrado: así se presentó en toda la conversación con este diario. E insiste: «este es el mejor momento para estar vivo». Sin dudas, una bocanada de aire fresco en un presente tan agobiante.

Si un joven hoy quiere estudiar tu carrera cuando termine el secundario, ¿cuál es tu sugerencia, tu consejo al respecto?

Creo que es una carrera que exige constancia, y tolerancia al fracaso. Hay que ser muy creativo en buscar oportunidades, no es una carrera tradicional donde uno se recibe y sabe que le espera. Lamentablemente, es una carrera que te obliga a especializarte con una maestría, y a aprender un idioma extranjero muy bien. Sin eso es difícil ser competitivo en el mercado.

¿Tus lecturas pasan solo por los temas específicos de tu carrera?

En mi trabajo leo mucho, varias horas al día, y eso le quita placer a la lectura doméstica. Cuando era adolescente leía más que ahora por placer. Leí este año una novela genial que se llama El Hombre que Amaba a los Perros de Leonardo Padura, sobre el exilio de Trotski. También releí la biografía de Winston Churchill, que es fascinante y La Guerra del Fin del Mundo de Vargas Llosa que me sirvió mucho para entender la realidad política del Brasil actual.

“Tengo un grupo de amigos extranjeros, uruguayos, italianos, alemanes. De a poco he ido haciendo amigos chilenos, pero lleva tiempo. También tengo amigos de Roca, de toda la vida, que están en Europa. En algún viaje siempre tratamos de vernos. Aún tengo amigos en Córdoba de mis años de universitario, y tengo amigos excelentes en Sao Paulo de mis cinco años allá, también trato de verlos cuando viajo”.

Francisco

El mundo, sobre estos días, está tan confuso y convulsionado que más de una vez dan ganas de bajarse… ¿te ocurre lo mismo a vos?

Cuando vivía en Brasil pasé por la crisis de 2014 que llevó a la destitución de Dilma Rousseff y a los casos de corrupción. Eso fue un drama de, al menos, tres años. En Inglaterra viví el Brexit. Cuando estaba en Estados Unidos un día me levanté a leer el diario y la tapa era la cara de Bin Laden muerto.

Hoy en Chile se vive una crisis muy fuerte, la más grande de sus últimos treinta años. Muchas veces pienso que dan ganas de bajarse. Sin embargo, si miramos hacia atrás, somos unos afortunados. Aun no vivimos la guerra que te obliga a exiliarte o te quita seres queridos, ni la peste que mata dos tercios de la población. Los últimos dos mil años están llenos de historias de dolor humano.

Francisco dictando clase en la Universidad Católica de Chile, en Santiago.

Lo interesante por estudiar es por qué aprendemos tan poco del pasado y por qué siempre que surge una amenaza real la subestimamos creyendo que no es tan seria como lo fue en el pasado. A la humanidad le falta humildad. Se me ocurre, pensando en situaciones hoy en día, la vuelta de algunos fascismos y populismos, la indolencia con que se tratan las pandemias, la falta de políticas para mitigar el cambio climático.

¿Qué idea de futuro ves para la humanidad?

Soy bastante pesimista. Veo inevitable una guerra entre China y Estados Unidos en los próximos 40 años. Veo inevitable que la desigualdad entre ricos y pobres siga aumentando y que el calentamiento global provoque muertes masivas. Está difícil ser optimista viendo cifras y datos de las tendencias. Creo que la felicidad está en las pequeñas cosas, en estar con gente que uno quiere y a la que uno quiere. En encontrar momentos de conexión con la naturaleza.


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