Eustoquio Frías, el último Granadero de San Martín

Fue uno de los antepasados de Jorge Félix Frías, abogado y político viedmense, quien se desempeñó como concejal en la capital provincial y ministro durante el gobierno de Mario Franco.

Por Enrique Minetti

– ¿Sabías que Jorge era descendiente del último granadero de San Martín?

Sabedora de mi gusto por la Historia, Nenona Cuestas, excelsa música viedmense, destacada por la Municipalidad de Viedma, entre otras, como “Mujeres Trabajadoras del Arte” y querida amiga, me hizo llegar un valiosísimo material bibliográfico y antecedentes sobre este Prócer olvidado por la historiografía, sobre el cual intentaré compendiar algunos apuntes de su apasionante vida como así también el fenomenal aporte que hiciera a la Independencia de nuestro país y al de la Patria Grande.

El dato destacable es que nuestro personaje es antepasado del Dr. Jorge Félix Frías, su esposo ya fallecido, quien fuera un respetado vecino, destacado abogado, importante dirigente político peronista. Padeció la cárcel cuando la última dictadura derrocó al Gobernador constitucional Mario Franco, gobierno del cual fue Ministro, Concejal de la ciudad de Viedma, honrado hombre de bien de intachable moral y un querido amigo. Seguramente el dato es desconocido por la mayoría de la gente. En mi caso, por ejemplo, Jorge nunca me lo había contado.

– Jorge era un hombre sencillo, de costumbres austeras, lo explica Nenona y agrega:

– No era amigo de homenajes. Ejemplo de ello es que nunca propició ninguno para su abuelo el ingeniero Eliseo Schieroni.

Este pionero educador, personalidad de destacada actuación como profesional en todo el país, se radicó en Viedma en 1895 y fue quien en 1917 fundara y dirigiera hasta su muerte la primera Escuela Normal de la Patagonia con sede en Viedma. La que formó maestras y maestros que tuvieron la esforzada y patriótica tarea de educar en clave celeste y blanco en la soledad y la inmensidad de la Patagonia tan poco argentina de aquellos años.

Pocos saben que Jorge Frías era nieto de Schieroni y menos aún descendiente de Eustoquio Frías, el último guerrero de la generación fundante de la independencia de la patria y de la América del Sur..

– “¿Y, no me acompañas?” Le dijo el cadete de artillería Antepara al niño Eustoquio que estaba en el atrio de la catedral viendo desfilar a las tropas que marchaban a la batalla. El ejército español a las órdenes del gral. Tristán, había invadido la provincia de Tucumán. Sin dudarlo siguió al cadete, con el que había hecho amistad, al campo de batalla donde alcanzaba agua a los artilleros en un balde de suela. Esto le costó una buena reprimenda de su madre.

Sus padres, Pedro José Frías Castellanos y doña Loreto Sanchez Peón, habían dado a luz a su primer hijo: Eustoquio un 20 de septiembre de 1801 en Cachi, Salta. Ambos fueron destacados patriotas. Su padre perdió una pierna en la batalla de Tucumán y su madre pertenecía a una valiente red de mujeres que espiaban las actividades de los realistas e informaban a los patriotas, ayudadas por sus hijos pequeños, entre quienes estaría Eustoquio, seguramente.

– “Porque éste ha de estar poco tiempo a nuestro lado. ¿No ves sus inclinaciones a ser militar? Cuando sepa ponerse los pantalones, ten seguro que nos abandonará”. Le contestó la madre ante las reiteradas preguntas del padre de por qué lo consentía más que a sus otros hermanos.

Para complacer a la madre de separarlo del contacto con los militares porque en Salta permanecían cuerpos de Línea, su padre resolvió mandarlo a San Juan a vivir con un tío. Lamentablemente para los padres de poco sirvió el alejamiento. Allí tuvo noticias que en Mendoza se estaba organizando el Ejército de los Andes a las órdenes del General Dn. José de San Martín.

– “Se puso de acuerdo con otros tres amigos a quienes también les agradaba la idea y se combinaron el marchar a Mendoza a presentarse como voluntarios. Sus compañeros eran un joven Aguilar, un Argello y Sapata el que les proporcionó los caballos y convinieron que el primer día de fiesta saldrían como de paseo y se dirigirían a Mendoza”.

Eso sucedió el 9 de marzo de 1816. Al día siguiente llegaron a Mendoza y el 11 se presentó en el cuartel que se encontraba en el paraje de El Plumerillo. Eligió ese cuerpo porque conocía a varios oficiales que habían visitado a sus heroicos padres en Tucumán, pero no los encontró. Por otra parte, ninguno de los comandantes de compañía lo quiso incorporar porque, pese a que era alto estaba muy delgado. Quiso la suerte que apareciera el Capitán con grado de Mayor D. Mariano Necochea que lo conocía de Tucumán y era amigo de su padre. Quien al verlo se sorprendió y le preguntó qué hacía en el cuartel

Eustoquio le respondió que:

– “Había venido a presentarse para ser soldado y que no lo admitían por ser muy muchacho y muy flaco”.

Necochea lo hizo dar de alta en su compañía que era la primera del primer escuadrón, ordenando al Sargento Larca que comenzara con su instrucción al día siguiente. Viendo el Sgto. que estaba perfectamente instruido a los ocho o diez días lo llevó ante el Mayor Melián y le dijo:

– “Aquí traigo al recluta que se me confió para que enseñare. Puedo asegurar al señor mayor que es más soldado que yo…así es que nada tengo que enseñarle”. Al decir que creía que era “desertor de algún cuerpo de los de Güemes”, el mayor le contestó:

– “Conozco mucho a sus padres y lo conozco a él, tengo la seguridad que nunca ha sido soldado sino aplicado a serlo”. Al día siguiente se le dio el uniforme de soldado del Regimiento Granaderos a Caballo con el que se batiría heroicamente en los campos de batalla de América en pos de la independencia.

Tras la victoria de Maipú, en abril de 1818, la libertad de Chile quedó asegurada. Había que encarar entonces la siguiente etapa del plan de liberación continental sanmartiniano, que consistía en atacar Perú, el centro del poder colonialista español en América del Sur.

La presión del Directorio para que San Martín regresara con el Ejército de los Andes para sofocar los levantamientos contra el gobierno de Buenos Aires fue cada vez mayor. San Martín asume la histórica decisión de desobedecer las órdenes del centralismo porteño.

“Se va a descargar sobre mí una responsabilidad terrible; pero si no se emprende la expedición al Perú todo se lo lleva el diablo”, le escribe a O´Higgins.

“Compañeros del Ejército de los Andes:…La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano, hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje”.

Esa encendida arenga de la Orden General del 27 de julio de 1819 dada por San Martín debe haber resonado vivamente en los oídos y en el espíritu patriótico de Eustoquio Frías, grabándosele a fuego para siempre.

Con el grado de Cabo participó de la toma de la ciudad de Lima e hizo la campaña del Perú bajo las órdenes del General San Martín por la que recibió una medalla de plata. A las órdenes de Arenales participó en las dos campañas de la Sierra, distinguiéndose en los combates de Nazca y Pasco. En el sitio a la fortaleza del Callao y luego en su asalto, el 14 de agosto de 1821 estuvo presente Eustoquio Frías. Sitio que culminara con la capitulación del Mariscal José de la Mar.

El General Santa Cruz, al iniciar la campaña al Ecuador designa a Frías en el grado de Sargento. El General Sucre le pide a Juan Lavalle, entonces capitán con grado de sargento mayor, un sargento para cumplir una misión sumamente importante. El sargento Frías fue el designado. Debía entregar un oficio en mano al General español, debiendo observar en el campo enemigo cuanto le fuera posible. Habiendo cruzado un río a nado con dos caballos y no habiendo sido visto por las partidas enemigas, el general dijo:

– “Si todos los soldados de San Martín son como éste, son invencibles”. A lo que Frías contestó que él era el más inferior de sus compañeros.

De regreso al campamento hace una pormenorizada relación de lo que vio, que advirtió poca vigilancia y que le parecía fácil entrar por dónde él lo había hecho. Tres días después el ejército patriota ocupa Cuenca. A los dos días tuvo lugar el combate de Río Bamba, conocido como el más brillante combate de caballería en la Guerra de la Independencia Hispanoamericana, destacándose la primera carga de un escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo de 96 hombres, que cargó contra 400 jinetes de la caballería realista, dando la victoria a los patriotas. Frías fue uno de esos valientes granaderos resultando herido de lanza en la mano derecha

A las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, vence a las fuerzas españolas en la batalla de Pichincha, conduciendo a la liberación de Quito. Participa en la campaña de Los Puertos Intermedios. En la acción de Chunghanga fue herido de bala. Al separarse Lavalle del Ejército de Bolívar propuso al sargento Frías para oficial. A los cuatro días recibía el despacho de Porta Estandarte del primer escuadrón -grado militar previo al de Alférez de Compañía- conforme la jerarquía de aquellos años. Antes de embarcar, Lavalle le regaló la montura de su uso, una casaca, un pantalón que le había traído el sastre y 4 onzas de oro que rehusó pero él lo obligó a aceptar.

“¡Peruanos! La campaña que debe completar la libertad ha empezado bajo los auspicios más favorables. El ejército del general Canterac ha recibido en Junín un golpe mortal, habiendo perdido, por consecuencia de este suceso, un tercio de sus fuerzas y toda su moral”.

Proclama Simón Bolívar tras el triunfo en las gélidas alturas de Junín a 4000 metros sobre el nivel del mar. El frío era tan intenso que durante la noche murieron casi todos los heridos de ambos bandos. En la batalla de Junín un escuadrón de Granaderos a Caballo de los Andes, junto a Granaderos de Colombia, Húsares de Colombia y Húsares del Perú, hicieron huir despavoridos a los españoles. Caballería al mando de Mariano Necochea, aquél que había hecho ingresar a Eustoquio al Regimiento de Granaderos a Caballo siendo casi un niño. Junín preparó el camino para que Antonio José de Sucre derrotara definitivamente al ejército español en Ayacucho consolidando la independencia de América del Sur. El oficial Frías resultó herido de bayoneta.

Concluida la gesta emancipadora marcha el regimiento a Arequipa, de allí a Iquique donde embarcan rumbo a Valparaíso para pasar a Buenos Aires, pero deben permanecer cinco meses en Santiago por encontrarse cerrada la cordillera. Todo ese tiempo debieron subsistir con 6 pesos mensuales. Llegan a Buenos Aires en febrero de 1826. El Cuerpo fue disuelto y distribuido entre los Regimientos de Caballería que se formaban. Se había declarado la guerra al Brasil, en la cual participa. Los coroneles Magan, Olavarría, Villalta y Brandzen requieren a Frías para sus Regimientos. El Mtro. de Guerra, gral. Alvear se presentó en el cuartel a conocer al oficial pedido por cuatro coroneles y por tan honrosos antecedentes lo ascendió a Teniente. Olavarría lo ascendería a Tenienter 1°. Más tarde es promovido a Capitán con grado de Sargento Mayor.

A las órdenes del gral. D. Lucio Mansilla se halló en la batalla del Ombú (15.2.1827) y en Ituzaingó (20.2.1827) conducido por el gral. Alvear. Ambos combates victoriosos.

En el año 30 solicita su separación del servicio. Una ley del Congreso del año 26 establecía que debería gozar del sueldo íntegro de su clase, solicitud que le fue denegada. Al poco tiempo fue llamado a reincorporarse negándose alegando su mal estado de salud. Un edecán del general Rosas le gestiona ser recibido personalmente por éste.

– “Pero Ud. es joven y puede hacer carrera”. Le dice Rosas. Frías le contesta:

– “…pertenezco al partido contrario a V.E. y mis sentimientos tal vez me obligaran a traicionarle, para no dar un paso que me degrade, suplico a V.E. se digne concederme mi retiro”.

– “Me agrada la franqueza de Ud”. Al día siguiente le entrega la cédula de inválido y le dio quinientos pesos, diciéndole:

– “Cuando Ud. se halle necesitado busque, no al Gobernador Rosas, sino a Juan Manuel Rosas”.

Una vez concluida la guerra contra el Brasil participa de las luchas civiles acompañando al Gral. Lavalle En 1839 pasó al Estado Oriental y luego a Entre Ríos donde se incorpora al ejército del general Lavalle, haciendo las campañas de esa provincia, de Buenos Aires y de Santa Fe. Participa de la defensa en el sitio de Montevideo hasta 1847. A las órdenes del gral. Emilio Mitre realizó la expedición al desierto.

Al servicio de Urquiza participa en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Allí fue ascendido a coronel de caballería. También peleó en Pavón, el 17 de septiembre de 1861.En 1866 con el grado de coronel mayor integró la lista de los Guerreros de la Independencia. En 1879 fue promovido a brigadier general y en 1882 alcanzó la jerarquía de teniente general.

“El correlato de la revolución de Mayo fue una guerra masiva y persistente en la que se jugó la supervivencia del nuevo régimen. Para hacer frente a esta situación, el gobierno revolucionario debió apurar la creación de grandes ejércitos regulares. Este artículo analiza una de las etapas más delicadas de esta tarea: la formación de un cuerpo de oficiales”. Sostiene Alejandro M Rabinovich en su trabajo: “Obedecer y Comandar. La Formación de un Cuerpo de Oficiales en los Ejércitos del Río de la Plata, 1810-1820”. En el Capítulo: “La Selección de los mejores soldados”, págs. 58 y 59. refiriéndose al Regimiento de Granaderos a Caballo destaca que: “…de los 67 oficiales producidos por el regimiento, un poco más de la mitad (35 casos) habían sido incorporados al cuerpo como cadetes, pero casi otros tantos (32 casos) habían iniciado sus carreras en el regimiento como simples soldados (14 casos)”. En nota al pie de página señala: “Se trata de los simples soldados José Félix Bogado, Adrián Cardoso, Eustoquio Frías…” “…al menos en los granaderos la carrera de las armas estaba efectivamente abierta a los talentos, tal como lo había prometido Mariano Moreno”. “De hecho, de los 19 soldados ascendidos a oficial conocemos el grado con que 17 de ellos fueron dados de baja: ¡siete llegaron a coronel y dos a los grados máximos de teniente general y brigadier general!”. Uno de ellos fue el Teniente General Eustoquio Frías.

Falleció el 16 de marzo de 1891. Al despedirlo dijo de él, Carlos Pelegrini, por entonces Presidente de la Nación: “Soldado raso de aquél regimiento glorioso cuya fama durará lo que dure nuestra historia, recorrió uno a uno todos los grados de la jerarquía militar en 75 años de servicio -la más larga que registran los anales de nuestro ejército- durante los cuales se batió por todo lo que hay de más noble y de más grande, por la independencia, por la libertad, por la integridad y el honor la patria”.

Su vida, tan llena de sacrificios como de gloria, cubrió casi todo el siglo XIX y su muerte marcó el fin del célebre ciclo de la generación que fundó la independencia de la República y de la Patria grande.

Los restos del antepasado del Dr. Jorge Félix Frías, reposan desde 1963, en el Panteón de las Glorias del Norte, Salta.


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