Familias von Sprecher-Sánchez, inmigrantes

Las familias von Sprecher y Sánchez, provenientes de Europa, llegaron a nuestro país en los albores del siglo pasado. José Manuel Sánchez vino de Castillejo Martín Viejo, un poblado de Salamanca, y a los tres años viajó a Argentina con su familia.


Su padre trabajó unos años en el Valle y, habiendo hecho algún dinero, volvió a Castillejo.
Pero José seguía pensando en aquel lejano lugar donde había vivido en su infancia.


Así antes de cumplir 18 cruzó a Portugal y se tomó un barco para volver.
Hizo con mucho trabajo su chacra, se casó con Ángela Sada (cuya madre había llegado al Valle desde algún lugar entre Milán y Turín). Tuvieron seis hijos, de los cuales sobrevive Nené con 89 años, camino a los noventa.


La rama paterna: Jorge von Sprecher y Margarita von Salis se casaron en 1920. Tuvieron dos hijas y tres hijos. Jorge participó activamente de la vida cívica de Allen y fue uno de los fundadores de la Cooperativa Millacó. Había venido de Lutzein en Los Grisones, Suiza, vía Italia, en un primer momento. Estuvo trabajando en un campo cerca de Tecka, una pequeña localidad cercana a Esquel, Chubut, pero allí perdieron el primer hijo por falta de atención médica.


Decidieron mudarse a Allen y comenzar una chacra de peras y manzanas. Les llevó un tiempo, hasta que en 1927 se instalaron en la casa. Los padres de Roberto, Nené, Nélida Sánchez y Roberto Héctor von Sprecher, se casaron en 1950, tuvieron cuatro hijos, nueve nietos y seis bisnietos.
Los primeros años del matrimonio fueron de duro trabajo, produciendo y elaborando casi todo lo que consumían (dulce, frutas en almíbar, salsa de tomates, carne).


El autor del relato, Roberto, nos cuenta que sus padres habían realizado solo estudios primarios, pero eran ávidos lectores: “En la Escuela 172 mi maestra, doña Angélica de Barilá, con más de un curso a cargo, era excelente y en julio ya pude leer solo. Desde entonces fui un lector empedernido, compraba, me regalaban, sacaba de la Biblioteca Popular de Allen”. Roberto cursó los primeros años de la secundaria en el Mariano Moreno de Allen y luego se pasó al bachillerato del Nacional San Martín en Neuquén.


Con la ayuda de Víctor J. Flury, decano de Filosofía, empezó a producir más cuentos. Este, además, lo orientó en la lectura de autores que pronto se convertirían en la vanguardia de la nueva literatura argentina. Terminada la secundaria en 1971 se mudó a Córdoba y como Periodismo estaba por comenzar entró en Abogacía, cursó alternativamente ambas carreras. En la foto vemos parte de la familia Sánchez.


Las familias von Sprecher y Sánchez llegaron de Europa en los albores del siglo pasado. Historias ligadas a la chacra y la actividad cívica.



Terminada Abogacía, tuvo que hacer la colimba en Comodoro Rivadavia y retomó los estudios: se demoró porque estuvo trabajando tres años en una tesina sobre historietas. Ganó una beca en España donde hizo una maestría, ganó el concurso de cuentos para estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba.
La necesidad lo llevó a trabajar como docente, profesión que ejercería por unos 35 años. Se divorció al tiempo de haberse casado.


Con su segunda pareja tuvo dos hijos, hoy de 30 y 17 años, que lo enorgullecen porque son cinéfilos, leen y escriben… además de ser buena gente. Roberto dictó cátedra en provincias del interior, y escribió muchos libros. Formó un equipo de investigación sobre historietas en la universidad. Publicaron una colección de diez tomos sobre historieta argentina. Imposible de resumir su vasta trayectoria en tan poco espacio. Ya en 1987 había codirigido “Filo”, la primera revista de historieta de Córdoba, y luego en 1990-91 “Aguijón”. “Uno de mis mayores orgullos fue el guionado de dos álbumes de historietas ‘Ruta 22’ y ‘Ani’”. Roberto se jubiló a los 65 y siguió escribiendo.


Y siempre vuelve a su chacra de Allen natal a charlar con su madre a rememorar historias, entre álamos y frutales, en esa ciudad donde pasó sus primeros años, esos lugares que nos quedan anclados para siempre en la memoria y el corazón, como cuando el maestro Barilá lo llevaba, con sus compañeros, en su auto a la escuela por el camino de chacras.

Beatriz Carolina Chávez


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