¿Feminista yo?: Margaret Atwood y el poder de la mujer

La autora de “El cuento de la criada”, novela distópica de 1986 llevada este año a la tevé, estuvo en Buenos Aires. En esta entrevista con Télam, la escritora y activista canadiense da su particular visión sobre el apelativo de feminista ganado en este tiempo.

Redacción

Por Redacción

La escritora Margaret Atwood se distanció con ironía del apelativo de feminista ganado con obras como “El cuento de la criada”, revisitada a partir de su éxito en la pantalla, y dijo que “al momento en que ponés a una mujer como protagonista, como ser pensante bueno o malo, la obra es considerada feminista, pero esa es la visión de quienes consideran que las mujeres no deberían pensar”.

“Mi propuesta comienza con que las mujeres son personas, una idea bastante radical”, bromeó la canadiense, de 78 años, en su visita a Buenos Aires.

“Las personas vienen de distintos tamaños y colores y la última vez que miré a mi alrededor ninguna era un ángel. Escribir sobre la mujer es escribir sobre gente real, con emociones encontradas, que a veces son valientes y a veces no, como todos”, dijo la novelista, poeta y ensayista señalada en numerosas ocasiones como candidata al Premio Nobel de Literatura.

“Para gozar de sus derechos la mujeres no precisan ser ángeles. Si a los varones se les exigiera ser ángeles tampoco gozarían de esos derechos, porque no lo son”, remató la escritora nacida en Ottawa en 1939, que resultó ganadora de cinco premios Emmy 2017 por la adaptación de “El cuento de la criada”, una ficción especulativa publicada en 1985. (ver aparte)

Los vestidos escarlata y las cofias victorianas que usan las esclavas sexuales que en la serie producida por Hulu son mutiladas si leen, o violadas una vez al mes para darle hijos a la élite gobernante, son el atuendo que ciudadanos estadounidense utilizan en la actualidad durante protestas silenciosas en el Parlamento o en marchas feministas. “Todos saben lo que significa”, aseguró la escritora.

“Las palabras tienen mucho que ver con los pensamientos que podemos tener y a eso George Orwell lo entendió muy bien –por eso ahora hay una relectura de su obra–, hablaba de cómo un gobierno puede torcer la perspectiva y la visión de la gente sobre la realidad a través del lenguaje”, dijo a Télam esta activista social, ecologista, fustigadora de los totalitarismos e inquieta usuaria de redes sociales (cuenta con 1,82 millones de seguidores en Twitter).

Atwood recibió premios como el Booker, el Príncipe de Asturias y el National Book Critics Circle antes del éxito al que se sumó otra adaptación de una obra suya, pero esta vez para Netflix, “Alias Grace”, novela basada en el caso real de Grace Marks, una adolescente irlandesa marginal y maltratada que fue condenada a prisión por el asesinato de su ama de llaves durante el siglo XIX en Canadá; y que interpreta en la pantalla Sarah Gadon, cuestionando las nociones de culpa, libertad y responsabilidad.

Tanto “El cuento de la criada” como “Alias Grace” son editadas en la Argentina por Salamandra, que acaba de publicar “Por último, el corazón”, novela que gira en torno a la progresiva extinción de la clase media y las oscuridades de las parejas modernas, a la que Atwood comenzó a escribir como folletín, “lo cual se acabó cuando el editor lo notó” y la llamó a “hacer una novela de verdad”, contó la escritora que fue distinguida con el Premio de la Paz de los libreros alemanes en la última Feria de Frankfurt.

En el proceso de transcripción “El cuento de la criada” al lenguaje audiovisual, Atwood tuvo una regla inquebrantable: “que todo lo que se narrara, en los libros y en las series, haya ocurrido en la historia de la humanidad, incluso las cosas que no están en el libro y sí en la pantalla tienen que tener su contrapartida en la vida real. No hay otros planetas, no hay dragones, no hay magia. Lamentablemente”.

Lo más difícil “fue mostrar en la pantalla los monólogos interiores que abundan en la novela”, lo cual se resolvió “con una voz en off y la ajustada actuación de Elisabeth Moss”, a quien le tocó interpretar “un personaje muy difícil, sin maquillaje, con muchísimos primeros planos y la cara tapada la mayor parte del tiempo”.

Además, en el paso de 1986 a 2016 “hubo que actualizar la acción y darle a los personajes cosas que antes no existían, como celulares e Internet”, y “poner el foco en la baja de la tasa de fertilidad y natalidad, algo que ocurre hoy en los países industrializados, y no en la segregación racial, como ocurría por los 80”.

En este marco se refirió a la subrogación de vientres como “un debate que se da hace mucho tiempo”, donde “hay que diferenciar si se da por coerción o elección, cuánta libertad tiene la mujer al momento de decidir prestar su vientre, si quiere ayudar, si lo hace para salir de una situación de pobreza extrema. ¿Si tuviera dinero, lo haría?”.

“Con el primer bebé de probeta hubo gran revuelo y eso ahora no se cuestiona, pero ahora la derecha plantea que las mujeres vuelvan a tener muchos hijos porque si siguen sin nacer niños, en algún punto, se va a terminar la humanidad. Pero la discusión sobre cuántos bebés tienen que nacer o si se deben robar es tan vieja como la Biblia”, aseveró la escritora que en el prólogo de “El cuento de la criada” cita el caso de secuestro de bebés en la Argentina durante la última dictadura militar.

Cerca de una veintena de los libros de Atwood son poemarios. A su entender, “la poesía es fundamental para la literatura de cualquier país”. Y va más allá al sostener que “tengo la teoría de que la escritura de poesía y de prosa involucra distintas partes del cerebro pero no puedo comprobarlo. La inspiración de la poesía no sabemos cuándo surge pero en la novela se trabaja”.

 

 

“El cuento de la criada”

en tiempos de Trump

La adaptación televisiva de “El cuento de la criada”, la novela de Atwood escrita hace más de 30 años y reeditada este año en el país, ganó potencia interpretativa ante el contexto político estadounidense en que se estrenó: Donald Trump ganó las elecciones presidenciales y sus expresiones misóginas, de intolerancia racial y religiosa, parecieron una realización del libro que imagina un Estados Unidos distópico donde, tras una merma cruenta en la tasa de nacimientos por la contaminación ambiental, surge una revolución conservadora y machista que establece una teocracia y esclaviza a las mujeres.

“Mi propuesta comienza con que las mujeres son personas, una idea bastante radical”,

bromeó la canadiense, en su visita a Buenos Aires.

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