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¿Fin de la grieta entre Cristina y Macri?


En las próximas legislativas se deberían dejar atrás las ruedas pinchadas y jubilar del poder a ambos dirigentes, colocando nuevas ruedas, nuevos liderazgos.


La situación actual de nuestro País está requiriendo inexorablemente que se jubilen del poder los expresidentes Cristina y Macri. Es claro que ello no implica que se jubilen de la política, probablemente lo seguirán haciendo defendiendo sus ideas y expresando su mirada sobre la Argentina y el mundo.

Ambos dirigentes siguen representando la cúspide del poder en la Argentina actual y sus intervenciones condicionan las decisiones más importantes del país. Para comprender mejor lo que está sucediendo podríamos utilizar una metáfora diciendo que Cristina y Macri forman parte, en los últimos diez años, de un mismo eje de funcionamiento pero con ruedas distintas y contrapuestas. Cuando a una/o le tocó gobernar su rueda se pinchó mientras el otro/a fue su principal oposición y viceversa, en ambos casos sus gobiernos terminaron con rotundos fracasos.

Veamos algunos números :

En el caso de Cristina, al finalizar el 2015, la pobreza llegaba al 30 % y la mitad de la población viviendo con un cheque del Estado. ¿Cómo puede el peronismo cuya principal bandera es la Justicia Social mirar para otro lado ante semejante flagelo y que ahora en el poder todo siga igual o peor?

En el caso de Macri ocurre algo similar, cuando comenzó su presidencia en 2015 prometió “pobreza cero” y una lluvia de inversiones que no llegó. Le dijo al pueblo argentino: “Por la meta que quiero que se me juzgue es si pude o no reducir la pobreza. Esa es mi absoluta prioridad”. Terminó su mandato con más pobreza de la que la que había recibido.

Pero lo más complicado es que siguen siendo los mismos problemas los que no pueden resolverse y aún hoy encontrar las soluciones no aparece como prioridad del actual gobierno. Seguimos discutiendo quién es el culpable de nuestros males y acusándonos. Cuando para unos somos la Patria, para los otros somos cipayos, cuando para unos amamos al país para los otros lo odiamos, en realidad falsas antinomias que solo sirven para entretenernos en discusiones estériles y para ocultar la responsabilidad cuando no se gestionan y solucionan los problemas del país.

¿Cómo puede el peronismo, después de tantas experiencias fallidas, aceptar a la inflación como instrumento para licuar el déficit fiscal, para tapar la ineptitud del gobierno en conseguir el equilibrio fiscal y comercial del país, para ver que mientras va aumentando el desempleo la economía de nuestro país es la única de la región que no crece desde hace diez años?

El mundo ha resuelto, con muy pocas excepciones, el problema. Todos sabemos que la inflación es el principal impuesto a los pobres, que es un mecanismo perverso de transferencia de recursos hacia un Estado ineficiente de quienes viven de un salario o de un ingreso fijo.

¿Cómo podía el macrismo hacer gala en su gobierno de estar afectando más recursos en planes sociales que su antecesora? No alcanza con decir que se hicieron de manera transparente, tal como lo reconocieron el propio Emilio Pérsico y Juan Grabois; es imprescindible irlos achicando, reemplazando por trabajo genuino. Todos declamamos que es el empleo en la economía real el que debe sustituir los planes, sin embargo todo sigue peor y no hay visos de que estos subsidios a la pobreza dejen de aumentar.

Tendríamos muchísimos ejemplos, más pero mejor vale analizar si es posible ver la luz al final del túnel.

En las elecciones legislativas del 14 de noviembre el voto popular podría ser el inicio de un período en el que el país comenzara a cambiar el eje del que estamos hablando; se deberían dejar atrás las ruedas pinchadas y jubilar del poder a Cristina y a Macri, colocando nuevas ruedas, nuevos liderazgos, que aunque expresen pensamientos distintos sean capaces de funcionar en conjunto para afrontar el verdadero desafío de la política argentina que es el de solucionar los graves problemas del país.

Muchos creemos que es tan grave la situación actual, que solo si se logra conformar en el 2023 un gobierno de Unidad Nacional con un respaldo de por lo menos el 70% de las fuerzas políticas del país, se podría salir de la crisis generando los cambios necesarios. Con una polarización sustentada fundamentalmente en la necesidad de disputar el poder por el poder mismo se hace imposible realizar los difíciles y complicados cambios que el país requiere desde hace ya mucho tiempo.

En Juntos por el Cambio aparece un nuevo liderazgo nacional como el de Rodríguez Larreta, un dirigente probado en el ejercicio del poder y que tiene claro que lo principal cuando se llega al gobierno es asumir la responsabilidad de solucionar los problemas existentes, más allá de quienes los hayan generado. Esta aparición en el escenario nacional constituye una de las posibilidades en el intento de conformar nuevo eje de poder en la política argentina.

Para que ello sea posible, también el peronismo necesita generar un nuevo liderazgo priorizando el objetivo de la Unidad Nacional por encima de este modelo de polarización actual que impusieron liderazgos que creen que el manejo del poder solo puede ser ejercido promoviendo o aceptando la antinomia “amigo-enemigo”.

Dirigentes como Florencio Randazzo, Juan Schiaretti -gobernador de Córdoba-, Sergio Uñac -gobernador de San Juan-, Juan Manuel Urtubey -ex gobernador de Salta-, entre otros, generan en muchos sectores del peronismo ciertas expectativas a favor de que pueda aparecer la otra rueda y con ello permitir que a partir del 2023 se pueda conformar un nuevo eje de poder en la política argentina, capaz de dejar atrás la grieta y la confrontación para conseguir desde la Unidad Nacional la transformación del país después de años y años de fracasos y fracasos.


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