¿Guzmán debe seguir negociando?


La de los gobernadores con Guzmán fue una reunión devaluada por las diferencias internas expuestas por el oficialismo, pero más aún por la frágil exposición del ministro.


De los tres requisitos que necesita la Argentina para concretar un acuerdo con el FMI, el Gobierno desandó los tres. Alberto Fernández necesita exhibir: un plan económico de ajuste sustentable para reprogramar la deuda; el acuerdo interno de su partido y de la principal oposición; un consenso diplomático con los países decisivos en el Fondo. De la falta de avances en esos tres planos los mercados tomaron nota.

¿Debe el ministro Martín Guzmán continuar manejando de manera casi unipersonal la negociación de la deuda externa? Esa fue la duda central que atravesó la reunión del presidente con los gobernadores. Una reunión devaluada por las diferencias internas expuestas por el oficialismo, pero más aún por la frágil exposición del ministro de Economía.

El Gobierno no logró reunir a todos los gobernadores de su coalición, remisos en distinto grado a sumarse a una coreografía donde Cristina Kirchner y Máximo habían anticipado su abstención, pero también desconfiados de la propuesta de Guzmán, cuya letra chica desconocían y ahora dudan si existe. Para más complicación, Kicillof, una de las espuelas de la vice contra el ministro, le disparó sus prevenciones en público.

El economista Eduardo Yeyati hizo una disección de lo que les mostró el ministro a los gobernadores más obedientes. Guzmán mostró una sola propuesta: el giro a una tasa de interés positiva. Expuso una contradicción involuntaria: pretender una política contracíclica de recuperación, al mismo tiempo que la reversión del impulso fiscal. Deslizó una definición incompleta: superávit comercial, sin aclarar que con restricción de importaciones. Aludió a las dos metas del programa del FMI (menor déficit fiscal y acumulación de reservas) sin cifras y con retórica gradualista.

El resto fueron 11 expresiones de deseos. O Guzmán está guardando bajo siete llaves su verdadera propuesta al FMI, o lo que anuncia desde que asumió como la fórmula innovadora que cambiará urbi et orbi el mecanismo de solución para las deudas soberanas va en camino a ser otro ruidoso parto de los montes.


Sin plan, era previsible que la búsqueda de consenso interno en el FdT y con el principal bloque adversario derive en un trasiego sin destino


Sin plan, era previsible que la búsqueda de consenso interno en el FdT y con el principal bloque adversario derive en un trasiego sin destino. El oficialismo celebró el desorden opositor, donde la carrera vicepresidencial en el radicalismo volvió a complicar la interna. Pero lo que el Gobierno festeja es lo opuesto a lo que necesita: liderazgos para contener el ajuste que viene.

Es una necesidad que la oposición tampoco parece advertir con nitidez. Tiene un problema recurrente con los sucesorios. Siendo gobierno se dio cuenta tarde de sincerar la gravedad de la herencia recibida. Ahora tiene un problema similar, pero con la herencia que dejó. Tampoco el requisito del consenso externo para acordar con el FMI parece estar encaminado con seriedad. Alberto Fernández decidió apoyarse en el voto de las dictaduras de la región para asumir la presidencia de la Celac. Pensará que al Departamento de Estado norteamericano lo persuadirán finalmente las filminas de Guzmán.

Antes de que estallara la pandemia fue dicho en este espacio que el presidente Fernández, a propuesta de Martín Guzmán, había resuelto una estrategia de efectividad dudosa para enfrentar el problema de la deuda: negociar con los acreedores privados antes que con el Fondo y con el Fondo antes que con EE.UU.

En esa estrategia fueron encadenándose objetivos de resultados inconducentes: una demanda contra el Fondo por incumplir sus estatutos; la gira de promoción desde el Vaticano para la reforma pandémica del sistema financiero; la duplicación del plazo de 10 años para los acuerdos de renegociación de deuda; la disminución de las sobretasas por volumen de endeudamiento; una autopsia del FMI que condenara al FMI por el préstamo a Macri.

Nada funcionó. El acuerdo firmado con los acreedores privados se licuó y hoy los bonos de la deuda soberana cotizan como si ese arreglo nunca hubiese sucedido.


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