“Habría que cerrar el Ministerio de Economía”
El intelectual liberal sostuvo que el principal objetivo de un partido de ese signo debería ser “cambiar el eje del debate”, no acumular votos al estilo de la política tradicional. Puso como ejemplo negativo el apoyo que en los 90 le otorgó la Ucede al “menemato”.
entrevista: Alberto Benegas Lynch (h), ACADéMICO
Claudio Rabinovitch
crabito@hotmail.com
Martín Heer
–Los autores liberales coinciden en ponderar un Estado limitado, división de poderes, libertad de prensa y de comercio, pero discrepan en temas como la despenalización del consumo de drogas, la educación gratuita o el casamiento entre homosexuales, ¿se puede decir que el liberalismo contiene un núcleo de ideas universales y otras relativas?
–Efectivamente, no hay en el liberalismo un bloque homogéneo puesto que el conocimiento es un azaroso proceso evolutivo en el contexto de corroboraciones siempre provisorias abiertas a refutaciones, de allí que resulten tan importantes los debates sin cortapisas.
–En 1989 Guy Sorman hizo esta apreciación en la Argentina: “Hay un espíritu diferente al pasado respecto del liberalismo, percibo que los argentinos han comprendido que el principal problema del país es la hipertrofia del Estado”. La Unión de Centro Democrático (Ucede) llegó a ser tercera fuerza, UPAU triunfaba en universidades… ¿qué ocurrió con toda esa corriente de opinión?
–A mi juicio la Ucede dejó de lado la misión esencial de custodiar el sistema republicano y apoyó al menemato, que en el balance significó un aumento sideral del gasto público y del endeudamiento, corrupción alarmante, destrucción de la división de poderes y, en nombre de la privatización, traspasó monopolios estatales a monopolios privados (lo cual es peor porque los privados son más eficientes, en este caso para la explotación).
–¿Se puede categorizar en términos políticos al peronismo, un movimiento que fue de Menem a los Kirchner?
–Abordé el significado del peronismo en el libro “Tras el Ucase”, pero cabe subrayar el estrecho parentesco entre las llamadas derechas e izquierdas que, entre otros, explica tan bien Jean François Revel. De allí se entiende que Perón haya sostenido: “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” y a su compinche, John William Cooke, le escribió: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella… lo mismo los que ocupen establecimientos de los gorilas y los enemigos del pueblo. Los suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando y serán los jefes del futuro”. En su tercer mandato Perón, cuando percibió que los terroristas a los que había alentado (asesinato de Aramburu, etcétera) querían ocupar su espacio de poder los echó de la Plaza de Mayo para construir su grupo terrorista desde el Ministerio de Bienestar Social al efecto de eliminar físicamente a los primeros.
–Sin embargo, una de las claves para ganar elecciones sigue siendo reivindicar a Perón, la sensación instalada es que el PJ garantiza gobernabilidad.
–No es serio llamar gobernabilidad a políticas que en nombre de los pobres han reducido drásticamente niveles de vida y copiado de la Carta del Laboro la fascista ley de asociaciones profesionales y convenios colectivos usando a los trabajadores como carne de cañón.
–¿La desconfianza hacia el poder hace tan difícil la construcción de un partido liberal en la Argentina? Para quienes defienden esas ideas, ¿es mejor integrar una fuerza testimonial –tipo el Partido Liberal Libertario– o ser parte de algo más heterogéneo como el PRO?
–El Partido Liberal Libertario merece destacarse puesto que su principal cometido es correr el eje del debate en dirección a la sociedad abierta y no acumular votos al estilo de la política convencional; su ejemplo es Ron Paul en las recientes primarias de Estados Unidos.
–¿Qué país se rige por parámetros próximos al ideal que usted sugiere?
–Desafortunadamente estamos en un mundo donde se ha impuesto el sistema de la rapiña; por ejemplo a través de los “salvatajes” a empresarios ineptos e irresponsables pero amigos del poder que son financiados coactivamente con el fruto del trabajo de los que no tienen poder de lobby. Ocurre en el otrora baluarte del mundo libre Estados Unidos (con la espantosa Patriot Act –impuesta por George W. Bush– y su enorme déficit) y en Europa, para no decir nada de las cleptocracias de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, que pretenden seguir el modelo cubano. En ciertos lugares de Asia aparecen algunas esperanzas.
–¿Cómo explica el beneplácito general con que fueron recibidas las recientes estatizaciones, como la de YPF?
–Descuento que muchos de los actuales gobernantes están imbuidos de buenas intenciones, pero en estas lides las intenciones son irrelevantes: lo importante son los resultados. El problema medular de las administraciones estatistas estriba en el plano epistemológico: el conocimiento es por naturaleza fraccionado y disperso entre millones de personas, cuando se pretende mandar desde el vértice del poder acerca de vidas y haciendas ajenas se concentra ignorancia, por eso se producen desarticulaciones, desajustes y problemas graves. Por ejemplo, la confiscación de YPF revela que no se ha entendido que no resulta posible jugar al empresario que por definición asume riesgos con recursos propios. La sola constitución de una empresa estatal significa alterar las prioridades de la gente ya que se utilizan recursos, energías y sueldos de burócratas (como los recursos no crecen en los árboles y son escasos, las prioridades son vitales).
–¿Tiene sentido invocar la necesidad de un pacto social entre empresarios y sindicatos?
–La idea de un “pacto social” de raíz eminentemente fascista pone al descubierto que no se tiene la menor idea de lo que significa la asignación de factores productivos en los procesos de mercado.
–En tiempos de la Constitución nacional original existían cinco ministerios, actualmente abundan las reparticiones. ¿Cuál es el rol de las carteras de Economía, de Trabajo, de Agricultura, en una sociedad libre?
–Muy buen punto. Deberían concentrarse unas pocas secretarías (“ministerio” es algo pretencioso y rimbombante) en el edificio de la Casa Rosada, vender todos los palacios dignos de una monarquía y, por supuesto, eliminar el Ministerio de Economía, que lógicamente es para controlar la economía, una secretaría de hacienda es más que suficiente. George Orwell se mofa de los ministerios y señala que la situación de la gente estará en relación inversa al número de reparticiones oficiales. Se refería al “ministerio de la verdad” y otras sandeces, pero nosotros podemos exhibir ministerios como los de “seguridad social”, que se traducen en la mayor de las inseguridades antisociales; tal vez para evitar rodeos haya que instalar el ministerio de la felicidad. En esta dirección, recuerdo que en la última Asamblea Constituyente de Ecuador se propuso incluir en la Constitución “el derecho al orgasmo de la mujer”.
–La cuestión en el caso de las reformas estructurales son los ingresos y el empleo.
–Resulta vital comprender que allí donde los salarios son libres de interferencias estatales, nunca bajo ninguna circunstancia hay sobrante de aquel factor indispensable para producir bienes y prestar servicios. El nivel de salarios en términos reales depende de las tasas de capitalización de una sociedad, las cuales quedan destruidas en la medida en que se despilfarran recursos. Sería muy atractivo que los salarios fueran una consecuencia del voluntarismo, en cuyo caso yo no andaría con vueltas y haría millonarios a todos de una vez.
–Raymond Aron consideró que la Argentina –teniendo en cuenta su potencial– fue la “mayor desilusión del siglo XX”. ¿Cómo va el XXI?
–Tengo la esperanza de que en este siglo se revierta la desgraciada situación que venimos padeciendo hace unos setenta años y retomar el espíritu liberal de nuestra Constitución fundadora inspirada por Alberdi que, mientras se cumplió, hizo de la Argentina la admiración del mundo: por eso el caudal inmigratorio que atraía a millones de personas para “hacerse la América”. Veo especialmente entre la gente joven una buena reacción frente a los caprichos del Leviatán.
entrevista: Alberto Benegas Lynch (h), ACADéMICO
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