¿Hacia una Constitución de la Tierra?

Martín Lozada *

En febrero de este año, el prestigioso filósofo y jurista Luigi Ferrajoli pronunció en Roma una conferencia bajo el título: “¿Por qué una Constitución de la Tierra?”


Sostuvo entonces que asistimos a problemas globales que no forman parte de la agenda política de los gobiernos nacionales, aun cuando de su solución depende la supervivencia de la humanidad.


Entre ellos: el calentamiento global, los peligros de los conflictos nucleares, el crecimiento de las desigualdades y las muertes, cada año, de millones de personas por falta de alimentos básicos y de medicamentos, la tragedia de cientos de miles de migrantes, cada uno de los cuales huye de un problema sin resolver.

Son problemas que afectan a 7.700 millones de personas y 196 Estados soberanos, diez de los cuales tienen armas nucleares, un capitalismo voraz y depredador, y un sistema industrial ecológicamente insostenible.


De esa compleja y acuciante realidad nació la idea de dar vida a un movimiento destinado a promover una Constitución de la Tierra.
Ferrajoli expresó que no se trata de una hipótesis utópica. Por el contrario, indicó que consiste en la única respuesta racional al mismo dilema que preocupó hace cuatro siglos atrás a Thomas Hobbes.


Dicho dilema giraba alrededor de dos polos posibles: la inseguridad generalizada por la libertad salvaje del más fuerte, o el pacto de coexistencia pacífica, de no agresión y solidaridad mutua, sobre la base de la prohibición de la guerra y la igualdad de todos los seres humanos en derechos vitales.


Un pacto de esa naturaleza no es nuevo. Ya fue elaborado luego de la Segunda Guerra Mundial y la liberación del nazi-fascismo, junto con las constituciones rígidas de los Estados liberados y la Carta de las Naciones Unidas. Así como a través de las numerosas declaraciones y convenciones de derechos humanos celebradas a partir de entonces.


Sin embargo, para el filósofo y jurista aquél ha resultado ser un proceso parcialmente cumplido, por lo que resta dar pasos ejecutivos hacia la concreción de nuevos y más eficaces logros futuros.


La Constitución de la Tierra que, junto a un vasto movimiento de intelectuales y activistas propone, pretende  integrar el constitucionalismo en dos direcciones:
En primer término, como constitucionalismo global y no sólo estatal, con el objeto de garantizar bienes comunes y no sólo derechos fundamentales, y contra los poderes de los mercados y no sólo de los Estados.


En segundo lugar, proporcionando, además de las tradicionales instituciones legislativas, judiciales y de gobierno, otras de garantía de los derechos fundamentales y de los bienes fundamentales, así como su financiamiento a cargo de un fisco mundial.


Una iniciativa como la mencionada ya había sido anticipada en su último libro, titulado “Constitucionalismo más allá del Estado” (2018).


Allí postuló la necesidad de extender el constitucionalismo en un dirección social, capaz de asegurar gratuitamente las prestaciones básicas, pero no como dádivas de políticas progresistas, sino como derechos fundamentales, por tanto, obligatorios y universales. E incluso establecer límites a la actuación del poder económico, regular sus deberes y responsabilidades.


A sus ochenta años de edad, Ferrajoli invita a pensar acerca del estado actual del mundo y su posible adecuación en términos constitucionales. Un desafío digno de quien ha acuñado una obra tan extensa como inspiradora.

* Doctor en Derecho (UBA) –  Profesor titular de la     Universidad Nacional de Río Negro (UNRN)


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