Hay menos nacimientos en Río Negro y el país

Según cifras oficiales, en el 2016 hubo 11.000 nacimientos en la provincia y en 2018, 9.900. En la última década, la disminución representa un 31,6%. Las familias deciden tener menos hijos, se posterga la maternidad o no es un objetivo. Las claves.

Tener hijos o no tener, es una pregunta con respuesta impredecible. Lo que para algunos es considerado “normal” y parte de una “etapa de la vida”, para las nuevas generaciones no necesariamente lo es.
Desde Salud Pública de la Provincia, advierten sobre un fenómeno que se repite en los últimos años: la baja en la cantidad de nacimientos, tanto en el sistema público como privado. Se suma a esto, una merma en la tasa de “embarazos planificados” en los hospitales públicos.


“En Río Negro, viene disminuyendo el número de nacidos vivos entre el sistema público y el privado. En 2016 fueron cerca de 11.000; en 2017, 10.900 y 2018, 9.900”, aseguró Alejandra Romero, coordinadora del Programa Materno Infantil del Ministerio de Salud de Río Negro. Según los registros oficiales, la cantidad de nacidos vivos disminuyó aún teniendo en cuenta el crecimiento de la población.


Según el análisis de las estadísticas provinciales, la cantidad de nacidos vivos pasó de 1,9% en 2008 a 1,3% en 2018 (porcentaje en relación a la población total). Es decir, los nacimientos disminuyeron casi un 31,6% en esa década. En esos diez años, la población aumentó un 22,5% en cantidad de habitantes, sin embargo, hubo 1.725 bebés menos. La baja más abrupta se registra en los cuatro años que van del 2015 a 2018 con 1.959 nacimientos menos, y una población que subió en un 4,2%.


Consultada sobre las causas, Romero aseguró que “año a año nacen menos niños (…) Es un fenómeno que se está observando. Son muchas las variables que entran en juego, no sólo tiene que ver con la planificación familiar, sino también con cuestiones sociales”, planteó.
Según expuso la profesional, las familias tratan de tener menos hijos, retrasan la maternidad, lo que acorta el período reproductivo, entre otras causas. Esto requiere un análisis más sociológico que no tiene que ver sólo con el ámbito de salud, sino con las decisiones que las personas van tomando. En este sentido, comentó que el número de partos de mujeres de 35 años o más, fue en aumento.
A nivel nacional, en 2017 el número de nacidos vivos registrados en el país alcanzó los 704.609, un 3,3% menos en relación al año anterior (2016), según datos de la Dirección de Estadísticas del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.

Embarazos programados


“A pesar de que disminuyó el número de nacidos vivos, no aumentaron notoriamente los embarazos programados, desde los datos que tenemos en el área pública. Eso también es para repensar”, agregó la médica.
Según el Manual Operativo del Sistema Informático Perinatal, un “embarazo planeado” es el “deseado o que sucede en un momento oportuno”, aseguró la profesional, un indicador que se construye en base a la pregunta que se hace a la persona gestante en el sistema público de salud en el control prenatal.
Las estadísticas arrojan que un 46% de las personas que quedaron embarazadas y asistieron a un control de salud en hospitales rionegrinos entre 2016 y 2018, habían planeado su embarazo. El 54% restante, no lo hizo.


Según un análisis de las cifras oficiales, cuanto más joven es la gestante menos planificación hubo, ya que de los 10 a 19 años, sólo un 33% planeó concebir. Entre las mujeres mayores de 20 años y hasta los 55, un 49% y un 55% planeó su embarazo.
La tasa de embarazos planificados varió en los últimos años, pero de 2016 a 2018, se redujo. Pasamos de un 49% de embarazos programados a un 44% en 2017, sólo por dar un ejemplo.
“Podemos inferir, que entre otros factores, hay mayor acceso a la información y a los métodos anticonceptivos que permite una elección del momento de maternar de las personas”, aseguró la funcionaria .
“Así mismo, al analizar qué sucede con los embarazos posteriores (al primero), notamos que el periodo intergenésico es mayor a 23 meses en el 80% de los embarazos; es decir, que la segunda o tercera gestación, se programa”, agregó.

Estabilidad


Traer chicos al mundo es un profundo debate subjetivo, pero también social. De seis jóvenes consultados, varones y mujeres de 17 a 26 años y de distintos sectores sociales, tres afirmaron querer tener hijos, pero en un futuro. Dos sostuvieron que no lo desean y una se mostró indecisa.
Todos hablaron de la necesidad de una estabilidad económica para tener familia y algunos, emocional. Muy desapegados al mandato de maternidad y paternidad, los jóvenes mostraron que hoy formar una familia, no está entre sus principales objetivos y proyecciones de vida.
Con frases como “supongo”, consideraría”, “me gustaría”, “dentro de unos años”, hablaron sobre que piensan sobre los hijos. En esta pequeña muestra, se visualiza, que hoy tener un hijo no es una “etapa” que necesariamente debe atravesarse.


Testimonios


“La verdad es que no lo he pensado mucho, pero supongo que en algún momento de mi vida, cuando sea mayor, tenga un trabajo estable y una pareja, consideraría formar una familia. No se a qué edad. Aunque no veo como algo totalmente necesario, ni como un ‘objetivo’ en mi vida tener hijos”. Juliana, 17 años, estudiante secundaria


“No quiero tener hijos porque no quiero gestar. Me parece un horror que se forme algo dentro mío”. Tamara, 20 años, estudiante universitaria


“Sí, quiero tener un hijo algún día. ¿A quién no le gustaría? Pero que sea el día que esté bien económicamente, o sea, en unos 10 años más”. Juan, 18 años, estudiante secundario


“En algún momento de mi vida sí, cuando tenga mi casa, mi trabajo, ahí recién. Yo creo que a veces uno mismo elige mejor que la vida nos prepare para el día de mañana ser un padre. Hay otros que eligen tenerlos de temprana edad para crecer juntos con ellos, pero yo espero tenerlo cuando esté un poquito más avanzado de edad”. Jorge, 19 años, no estudia y está desocupado


“No tengo pensado tener hijos, porque creo que para eso a mí me parece tiene que haber distintos factores estables, tanto económicos, psicológicos y emocionales”. Sol, 22 años, estudiante universitaria


“Me gustaría ser madre dentro de algunos años, dentro de mis proyecciones (5 años más) para poder avanzar y crecer en mi carrera profesional dentro del marketing y la publicidad”. Loana, 26 años, empleada

Opinión:

Las sociedades cambiaron para bien y hay varias razones

Juan José Guidi*

Los posibles o múltiples factores que pueden motivar a que una persona decida no ser madre/padre joven, van más allá de una estadística. El tema debe ser abordado desde varias dimensiones; y por tratarse de un fenómeno propio de la salud reproductiva y de administración del Estado, tiene relevancia y vigencia en la agenda pública.


Las sociedades cambian de manera permanente. Por lo tanto, son dinámicas, nada es estático y para siempre. No nos debería sorprender que en el último decenio las parejas o las personas hayan modificado hábitos de conducta, patrones de convivencia. En la actualidad, las personas deciden con más libertad cuando concebir un hijo y con quién desean tenerlo, sea del género que sea; y esto último tiene que ver con avances científico tecnológicos.


Prefiero arribar a la conclusión de que es una decisión estrictamente personal, más allá de que –en el caso puntual de concebir un hijo– sea un acto de amor. Paralelamente, se debe dar el debate sobre la responsabilidad que implica traer un ser al mundo; indefectiblemente, los métodos, el acto humano, que tiene que ver con la contención, el acompañar, y es el propio acto de amor.
Decía que las sociedades han cambiado mucho -y no hablo de evolución para no confundir con ninguna teoría “evolucionista”- y lo han hecho para bien en muchos casos: igualdad de género, legalización del aborto, Ley de Educación Sexual Integral (ESI), salud reproductiva, Lgtbi+, matrimonio igualitario, lenguaje inclusivo y mucho más. Todavía falta, es el comienzo. Es como el agua, se va filtrando y no se podrá detener.
El último gobierno de Cambiemos ha tenido una influencia bastante importante en el contexto socio económico, que influye directa e indirectamente en esta baja en la cantidad de nacimientos, sin embargo, creo que principalmente se debe a alguna decisión personal. Seguramente haya habido ausencia de políticas públicas, personas que no hayan sentido el acompañamiento del Estado, personas silenciadas, madres solteras o parejas jóvenes que decidieron constituir una familia. Seguramente el contexto socioeconómico tuvo un impacto social y cultural en la decisión o la idea de albergar y tener (o no) un hijo/a.
Específicamente, las causas por las cuales algunas personas deciden retrasar su maternidad o paternidad, se explican en varios factores. En principio, hubo en estas últimas décadas cambios de conducta en pautas de vida y sobre todo de convivencia, que fueron retrasando la adolescencia, a la que luego se llamó “tardía”.
Esto puede ser un rasgo, pero no se da en todos los sectores sociales por igual, ya que si uno analiza estadísticas oficiales de los dos últimos decenios, hubo gran cantidad de embarazos adolescentes. A los sectores calificados como “populares”, en ocasiones se los estigmatizó como “planeros”, en busca de embarazos para cobrar un plan social. Son cifras para ser leídas con una intencionalidad muy subjetiva hacia ciertos sectores de manera descalificante. También se pueden hacer múltiples lecturas subjetivadas de la ausencia, por decenios, de la información de ciertos sectores medios altos. Habría que preguntarse porqué.
Lo importante en este punto, sobre porqué los jóvenes adultos en su mayoría deciden retrasar su maternidad o paternidad, es que no hay una respuesta única y sí varias posibles, desde lo interdisciplinario.


Por otro lado, hay un entramado subjetivo interesante (que es una idea de consumo-consumido masivo) que es la construcción permanente de intersubjetividades por parte de las personas que hacen que sus individualidades no permitan, en muchos casos, abrazar ese deseo tan noble que es la proyección amorosa y solidaria en un hijo. Esto implica responsabilidad, acompañamiento, tiempo. Pero sí, abrazar la idea de hacerlo, por ejemplo, en una mascota.
Y porqué no, la soledad. Es un nuevo lenguaje universal que se impone en el mundo. Inglaterra y China acaban de implementar sus respectivos “Ministerios de la Soledad”: emanciparnos de nuestra propia subjetividad, será una tarea más que interesante.

*Docente investigador en la Universidad del Comahue, sociólogo, periodista y semiólogo


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