Hay que aplicar el sentido común en la política económica

Si el mismo gobierno no hubiera “fogoneado” la inflación con otro ajuste tan duro de las tarifas, quizás la recuperación económica habría sido más sostenida en este momento, la inflación más baja y habría un nivel del tipo de cambio más estable y equilibrado.


El sentido común no es algo fácil de lograr en la vida de cualquier persona y menos en el manejo de la política y la economía de un país.

Sentido común es el que se debería haber impuesto dentro del Poder Ejecutivo en el comienzo de año, después de tener un 2018 sumamente difícil para el país, con estampida del dólar e inflación cercana al 50%.

El sentido común de una evaluación de ese panorama indicaba, a priori, que iba a ser imposible mantener el objetivo de seguir ajustando las tarifas de servicios públicos en este año como se había proyectado en el 2018.

Pero ese sentido común no fue protagonista y ni bien se estableció otro fuerte ajuste de precios regulados la inflación volvió a dispararse a un nivel alarmante del 4,7% en marzo, con un proyectado para 12 meses superior al 50%.

Semejante inflación y tasas de interés que superan el 100% anual aniquilaron en el inicio del año cualquier opción de recuperación, tras la debacle de 2018.

El engranaje de aceleración entre aumento de precios y dólar se profundizó desde mediados de febrero hasta fines de abril, cuando el gobierno finalmente entendió que tenía que primar el sentido común.

Sentido común para volver a negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que le permitiera al BCRA poder actuar en el mercado cambiario y no tener que sufrir los nuevos embates del dólar.

Sentido común porque al ver que el consumo se empezaba a resentir más decidió congelar las tarifas de servicios públicos e implementó una serie de medidas para mejorar el nivel del consumo del país.

Es decir que, más allá de las férreas metas fiscales y monetarias comprometidas ante el FMI, el sentido común, con miras a las elecciones de octubre, pudo más que los argumentos técnicos de concentrar el ajuste fiscal en el mayor porcentaje en la reducción de los subsidios, algo que impacta directamente en el costo de los servicios.

En forma muy lenta, la economía empieza a mostrar algún atisbo de haber tocado un piso y que en forma muy paulatina empezaría un rebote positivo.

Es ese sentido común que muchas veces la clase dirigente argentina olvida o trata de dejar de lado.

Si el mismo gobierno no hubiera “fogoneado” la inflación con otro ajuste tan duro de las tarifas, quizás la recuperación económica habría sido más sostenida en este momento, la inflación claramente más baja y habría un nivel del tipo de cambio más estable y equilibrado.

Es indudable que a partir de la situación que se ve hoy en día es que parta de mantener el superávit primario en el balance de las cuentas públicas y habrá que pensar en otro tipo de variables de ajuste, porque la capacidad contributiva de la gente con relación a los servicios públicos parece haber llegado a un tope.

Es en definitiva el sentido común de las personas el que se debe imponer para que no vuelvan el cepo cambiario, las exageradas regulaciones o el ajuste concentrado en un solo sector. Es el que requiere de un salto de calidad de sus dirigentes, aspecto que lamentablemente no se vislumbra hasta el momento.


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