Historia de un hit: 30 años de «Acariciando lo Áspero», de Divididos

Hace treinta años, la banda editaba su segundo disco, en el cual comenzaba a escribir una historia hecha de un rock crudo y duro matizado por destellos de folclore, reggae y funk.

El 22 de diciembre de 1987, Luca murió y muchas cosas se terminaron, además de su propia vida. También su propia banda, Sumo. ¿Y ahora, qué?, se preguntaron Germán Daffunchio, Superman Troglio, Roberto Pettinato, Diego Arnedo y Ricardo Mollo, los Sumo. Algunos se mudaron a las sierras de Córdoba y otros se quedaron en El Palomar, conurbano occidental, sin saber ninguno cómo seguir. Lo que sí sabían todos era que Sumo sin Luca, no.
Entre los que se quedaron en el oeste, pues al fin y al cabo de allí eran, estaban Arnedo y Mollo, bajo y guitarra de Sumo, respectivamente. Viejos amigos de la adolescencia, siguieron tocando entre ellos esperando que aclarase algo de toda aquella confusión que los dominaba.


A mediados del 88, fueron a golpear la puerta de la casa de Fito Páez para ofrecerse ser parte de su banda. Fito, sorprendido de que dos exSumo, banda que admiraba, estuvieran allí, frente a él, pidiendo tocar. Fue así que, Mollo tocó la guitarra en “Lejos en Berlín”, “Tatuaje Falso” y “Alacrán (Resaca)”; y Arnedo, el bajo en “Alacrán (Resaca)”, temas que forman parte de “Ey!”, el disco que Páez editó en septiembre de ese año.

«Sábado» – Video oficial


Esa experiencia les hizo caer la ficha: era momento de armar algo y seguir. Y armaron La División, junto a Gustavo Collado, que venía de tocar la batería en La Sobrecarga. Para cuando tocaron por primera vez, en junio del 89, ya eran Divididos. Entre noviembre del 88 y enero del 89 grabaron su primer disco, “40 dibujos ahí en el piso”, editado en marzo del 89.

«Qué tal» – Video oficial


El disco funcionó como un duelo necesario para Mollo y Arnedo, quienes debían cerrar aquella etapa interrumpida por la muerte de Luca. Con mucho de aquello que era Sumo, “40 dibujos…” fue un disco que anunciaba la llegada de una nueva banda, pero que a la vez despedía con música aquella banda que supieron ser. Porque el verdadero comienzo de los Divididos ocurriría dos años después.

Contratapa de la edición en CD de «Acariciando lo áspero».


En marzo de 1991, ya con Federico Gil Solá en lugar de Collado, Mollo y Arnedo volvieron al estudio para grabar “Acariciando lo áspero”, el segundo disco de Divididos. Saldadas todas las deudas internas con el pasado reciente, la banda por primera vez miró hacia adelante y pisó el acelerador, literalmente.

«Ala delta» – Divividos en Crema Americana

“Acariciando lo áspero”, grabado en apenas dos meses y editado el 15 de noviembre de 1991, es el disco que presentó en sociedad a quien desde entonces sería la “aplanadora del rock” porque sencillamente así sonaban sus canciones: como una aplanadora que no (nos) dejaba nada en pie.

Los tres de entonces: Mollo, Gil Solá y Arnedo de anteojos.


Si en “40 dibujos…” aún sonaban los ecos (metafóricos y literales) de aquel post punk de Joy Division que Luca había traído al Río de la Plata y de la new wave, “Acariciando lo áspero” propuso un corte con todo aquello para comenzar a darle forma a un rock más crudo y puro matizado con el costado más filoso del punk a partir del bajo de Arnedo.

«Sábado» – Divididos en La TV Ataca


El segundo disco de Divididos funcionó como una reconexión a cierta estética sonoro del rock argentino preSumo, pero con la experiencia de Sumo encima. La guitarra de Mollo retomó su lado salvaje, pero con la diplomatura de Sumo en la sangre. Y a diferencia de Collado, que era todo lo oscuro que Divididos necesitaba en su primer disco, Gil Solá fue la batería perfecta para los tiempos por venir.

«Qué tal» – Divididos en el Festival Rock & Pop


“Acariciando lo áspero” le dio al trío sus primeros hits inoxidables como “El 38”, “Sábado”, “Qué tal” y “Ala delta”; sutilezas que tributan a Sumo como “Sister”; bestialidades rockeras que serán marca registrada como “Azulejo” y “Cuadros colgados”. Pero hay algo más: la inclusión del folclore, otra marca registrada del grupo. En “Haciendo cola para nacer”, que cierra el disco, Mollo desata por primera vez en Divididos, su veta telúrica de la que también estaba hecha su música.


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