Como hermanos: unidos desde la adolescencia, la tragedia del ARA San Juan los movió hasta el Lanín

Algunos hoy viven en Bariloche y San Martín de los Andes, pero hace 20 años eran apenas unos estudiantes, cursando en un liceo bonaerense. Juntos se volvieron una familia, hasta que el hundimiento del submarino los marcó para siempre.

La esposa de Jorge Orellana, Tatiana, se animó a contarle a Diario RÍO NEGRO lo que significa la palabra “amistad” para su marido y el grupo que conserva desde la adolescencia. “Amigos por un tiempo, hermanos para siempre”, es su lema, porque compartieron como pupilos y luego a la distancia por 20 años, hasta que el destino se llevó a “Lucho”, uno de ellos, en el hundimiento del ARA San Juan. Eso motivó que hicieran cumbre en el volcán Lanín, para homenajearlo con algo significativo.

Pensar en procesar el duelo por la partida de un ser querido, del que no se pudo recuperar el cuerpo por una situación tan compleja como la ocurrida en 2017, hace que la despedida sea algo más doloroso. Pensar que a Alejandro Damián Tagliapietra en realidad no le tocaba salir en ese viaje, sino que lo convocaron por la ausencia de otro tripulante, impacta aún más. Pero pasaron los años, y este grupo que salió del Liceo “Gral. San Martín”, de Villa Ballester, encontró la manera de honrar la memoria de su amigo – hermano en la Patagonia, de una vez y para siempre.  

Homenajearon al amigo que murió en el ARA San Juan | Juntos y decididos


Existen grupos en los que los lazos y las convicciones, los recuerdos compartidos y las anécdotas, las veces que se sostuvieron y que se levantaron del desánimo, hacen del vínculo algo que trasciende las distancias. En ese conjunto, “Lucho” era el alegre, el inteligente, el talentoso, el “siempre dispuesto”, el voluntarioso. El hijo de Fabiana y Luis, el que jamás decía que no. “Había terminado el curso de submarinista y había conseguido el mejor promedio”, describió Jorge, en diálogo con este medio. 

«Lucho» tenía 27 años cuando dejó la vida en el submarino, con otras 43 víctimas.

Tras la cursada entre 2004 y 2008 en el Liceo, nivel similar al colegio secundario en otro punto del país, con formación en Economía, pero también en tiro, maniobras y tácticas de defensa, la tecnología e internet les ayudaron a no perder el contacto. Por eso cuando se supo lo peor sobre el ARA San Juan, en noviembre de 2017, no dudaron en organizarse en varios autos para viajar hasta Mar del Plata para apoyar a la madre y a la familia de “Lucho”. Con esa misma decisión, siete años después, “alinearon los planetas” para llegar a Neuquén desde Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Río Negro, para hacer realidad el desafío que merecía ese héroe de la Patria con el que crecieron a la par.

De 60 egresados, 13 conforman este equipo fiel, pero apenas un puñado siguió en contacto con la formación militar que recibieron en el Liceo, donde hoy se los recuerda como la Promoción “Hoplita 66” (término que hace referencia a la figura del soldado de infantería en la civilización griega). Aparte de la carrera de “Lucho” en las Fuerzas Armadas, sólo uno se convirtió en gendarme, varios en policías y uno más en voluntario del Ejército. Aún así, los restantes, contadores, ingenieros y hasta médicos, se calzaron la ropa técnica para subir al volcán, incluso sin preparación física previa. 

Homenajearon al amigo que murió en el ARA San Juan | De rodillas, como equipo


Asi, la idea que empezó con un par de adhesiones enseguida completó el cupo y poco a poco fueron arribando a San Martín de los Andes, para el último aniversario del hundimiento, en el mes de noviembre pasado. Desde allí el ascenso les demandó un gran desgaste, repartido entre dos jornadas, con una parada intermedia en un refugio. Horas y horas, la última mitad de madrugada, para estar apenas 5 minutos en una cumbre que los recibió con cielo despejado pero ventosa, helada, al punto de que les congeló el agua.

Varios se animaron al desafío aunque no tenían preparación física previa.
La segunda jornada de ascenso comenzó a las 2.30 am.

“Estuvo pesado, yo llegué con dolor de cabeza”, reconoció Jorge, pero no había margen para la queja. No había otra fecha para reintentar y fueron conscientes de que era muy difícil que volvieran a coincidir todos juntos, bajo un clima medianamente favorable como ese. Así que al llegar al punto más alto, solo atinaron a arrodillarse abrazados, emocionados, gritando el nombre de “Lucho” para que hasta el horizonte se entere que sus amigos habían llegado la cima, en su memoria.

De esa mañana icónica lograron atesorar una foto junto al cielo del Lanín, todos juntos, como cuando tenían 15 años, con dos banderas: la de la “Hoplita 66” y la de su lema “Amigos por un tiempo, hermanos para siempre”. El esfuerzo había valido la pena.

El homenaje puso a prueba el espíritu de equipo que aprendieron en el Liceo.
El dolor de cabeza no pudo ganarle a la emoción del objetivo cumplido.

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