Volver en fotos: las búsquedas que trajeron alivio tras la partida de Facundo Flores

La muerte del reconocido camarógrafo, en un accidente cerca de Paso Córdoba, consternó a la región. Sin embargo, varias imágenes sirvieron para procesar el dolor y atar cabos de una historia que había empezado mucho antes, en la misma Sierra Grande que lo vio trabajar por última vez.

¿Cómo elaborar la ausencia de alguien que no pudo siquiera despedirse? Desde el miércoles 6 de octubre del 2021, el entorno de Facundo Flores atraviesa un proceso complejo. Sin anestesia, recibieron el aviso de que el camarógrafo había muerto mientras volvía de trabajar en Sierra Grande, dejando un vacío imposible de llenar. Abrumados, sus seres queridos descubrieron, sin embargo, en el contenido de varias imágenes, la llave para darle un nuevo sentido a ese último viaje y al legado que dejó este valioso profesional.

Dicen los que lo vieron filmando en esos días en la ciudad minera, que Facundo se había dejado atravesar por los recuerdos que estuvo escuchando. Su hermana Eugenia es la que compartió estas vivencias, para la sección de “Historias de nuestra comunidad” de Río Negro. Es que por un pedido de la Secretaría de Derechos Humanos y el Archivo Provincial de la Memoria (APM), le habían encomendado a él junto a su compañero periodista de Canal 10, Matías Pordomingo, la labor de registrar las visitas a los centros clandestinos de detención que se usaron en 1975, durante la huelga de los trabajadores de la empresa estatal HIPASAM.

Reconocido por su labor, Facundo era técnico en Comunicación Audiovisual.

En el marco de la causa judicial por esos delitos de lesa humanidad, este director de cine podría haber sido un mero observador, sino fuera porque reconoció que había sido víctima directa de la misma persecución de esos años, algo en lo que no acostumbraba a profundizar. Nacido en 1973, Facundo tenía dos años cuando las fuerzas de seguridad ingresaron a su hogar para dejar una advertencia a Gustavo, su padre, empleado del área cultural del asentamiento en Sierra Grande, por participar del reclamo generalizado. Después de eso y de los destrozos, llegó la intimación para que abandonen la villa, la huida de algunos meses a La Plata y el regreso a la Patagonia con la advertencia de no volver a involucrarse.

“No sé si él se sintió tan parte de aquello como hasta que volvió e interactuó con la causa y la gente de ahí. Eso lo sabemos porque llamaba a mi mamá”, contó Eugenia. Esas comunicaciones, Facundo las usó para preguntar por los apellidos que le sonaban conocidos en los testimonios y los lugares que lograba reconocer. Sin querer, esa labor le terminó sirviendo a todos para rearmar una parte de su propia historia.

¿Quién iba a pensar que después de horas de tanta intensidad emotiva, esa camioneta del Canal 10 iba a volcar cerca de una curva, de regreso a Roca? Eugenia contó que al menos los dos primeros años que pasaron después de eso, lidiar con semejante suceso fue insoportable. ¿Cómo no recordarlo en cada detalle, al mayor de los cuatro hermanos, el que lideraba y organizaba, el padre de tres hijos, el hijo, el tío, el amigo?

Pero lo que podría haber sido un espiral de oscuridad sin fin empezó a cobrar otro sentido cuando el caos empezó a mermar y pudieron recibir un aporte que hablaba de lo compartido por Facundo con el Archivo de la Memoria. Esa fue la punta del ovillo a la que Eugenia se aferró para darle forma a lo que había vivido su hermano, en esa última actividad que lo tuvo con una cámara al hombro, haciendo lo que amaba.

En contacto con la oficina que asiste a víctimas y familiares del terrorismo de Estado, sus recuerdos, sumados al relato del periodista que sobrevivió al vuelco, le permitieron ir armando en su mente y su corazón un rompecabezas que Eugenia fue delineando y compartiendo con el resto de su familia, para darse explicaciones que de otra forma hubiesen sido imposibles de alcanzar.

En ese rastreo estaban cuando en las postales que el Archivo mandó a imprimir en conmemoración de aquella huelga, reconocieron también el rostro de Gustavo Flores, dejando su marca ya no solo como el empleado que pasaba películas en Sierra Grande, sino como ese profesor de historia que se había animado a levantar la voz por lo que creía justo. Entendieron así que 46 años después, también en el mes de octubre, su hijo, el mayor, había vuelto al pueblo donde anidaba ese legado, para aportar su granito de arena a la búsqueda de justicia.

Gustavo Flores quedó registrado en las postales de la huelga. Aparece en medio con remera negra y las manos en los bolsillos.

Y como el valor de las fotos sigue vigente aún hoy, fue en una de las imágenes de la cobertura de RÍO NEGRO en el lugar del accidente, tomada por el reportero Juan Thomes, que los familiares pudieron identificar el punto exacto donde descasó Facundo, al momento de su partida. Una pieza de piedra laja, de las que adornaban su casa, marca hasta hoy ese sitio, al que vuelven sus seres queridos para recordarlo ya en paz, en medio de la estepa patagónica que tantas veces recorrió con su lente.

Foto: Archivo Diario Rio Negro – Juan Thomes.

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