Impacto del coronavirus: el 11% de los fallecidos en el país eran migrantes

Es un dato aportado por una investigación de la Universidad Nacional de Río Negro. El trabajo fue realizado en base a información del Ministerio de Salud de la Nación. Expuso los determinantes sociales que exponen a los migrantes a sufrir cuadros severos.

Un estudio realizado por el Instituto de Investigación de Políticas Públicas y Gobierno de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) arrojó que el 11% de las muertes por Covid-19 entre marzo y septiembre correspondió a la población migrante en Argentina. Los contagios en este grupo alcanzaron el 7%.

La investigadora del Instituto y del Conicet, Natalia Debandi, explicó a RIO NEGRO que hasta el momento se desconocía el impacto de la enfermedad Covid-19 en términos epidemiológicos sobre la población migrante ya que el Ministerio de Salud Pública no publica la nacionalidad en los reportes.

Los datos analizados fueron brindados en octubre por la Dirección Nacional de Epidemiología e Información Estratégica del Ministerio de Salud de la Nación luego de dos pedidos de información pública. Entre abril y julio, el impacto de la enfermedad en las personas migrantes fue muy alto, alcanzando a representar el 19% durante el mes de mayo. Este valor corresponde al pico de la enfermedad en la Ciudad de Buenos Aires, la jurisdicción con mayor peso poblacional de las personas migrantes (13%) y en la que se registraron hasta septiembre la mayor cantidad de casos.

La información que detalla el informe coincide con lo que observa en otras regiones, como en Europa y en los Estados Unidos, donde “se ha constatado una mayor incidencia en términos de contagios y de fallecimientos sobre las personas migrantes y/o afrodescendientes”.

“Los números muestran, de alguna manera, lo que sospechábamos o veíamos a través de las entrevistas y seguimientos en los barrios”, reconoció la licenciada en Ciencias de la Computación y doctora en Ciencias Sociales. Sucede que pese al aislamiento, muchos migrantes dedicados al comercio y a los servicios de salud tuvieron que seguir trabajando  y quedaron expuestos a la infección. “Además de ese grupo sobreexpuesto, están las áreas más pobres con altas tasas de hacinamiento. Eso también impidió el resguardo”, precisó.

La investigadora planteó como agravante que las personas migrantes recién llegadas al país resultaron excluidas del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que exigía tener dos años de residencia legal permanente. “Esta población se vio excluida de las ayudas sociales. Tampoco podía abandonar el país porque las fronteras estaban cerradas. Por eso, muchas personas se vieron obligadas a salir de forma indiscriminada por subsistencia”.

En abril, a pocas semanas del inicio de la pandemia, el Espacio Agenda Migrante 2020 -que está conformado por más de 100 organizaciones de migrantes, de derechos humanos e instituciones académicas que abordan temas vinculados a la migración- realizó una consulta en línea para conocerla situación e impacto social y económico de la pandemia y del aislamiento social obligatorio sobre los migrantes.

Las respuestas fueron elocuentes. El 58% de las personas consultadas ya había perdido parte de sus ingresos, experimentaba problemas con el pago del alquiler o no estaba en condiciones para cumplir el aislamiento preventivo. El informe recalca que “sobre las condiciones de vida ya precarizadas en los últimos años de gran parte del colectivo migrante residente en Argentina, la pandemia –y el ASPO– impactaron de forma diferencial sobre las personas migrantes, ya sea por haber perdido sus fuentes laborales, por vivir en condiciones de hábitat incompatibles con el aislamiento o por tener que continuar realizando sus trabajos durante el período de mayor contagio, por ejemplo por ser parte de los trabajadores esenciales o simplemente por no tener otra opción”.

Debandi consideró que  el estudio “muestra la necesidad de incluir a los migrantes como grupo en situación de desventaja estructural que deben ser incluidos en el diseño de políticas públicas”. Insistió en que “no puede ser exitoso un plan de control de la pandemia excluyendo a ese grupo que estuvo desatendido y que representa una bomba de tiempo. No se puede precisar la causa de la tasa de mortalidad, pero son importantes los valores sobre migrantes y no migrantes”



“La pandemia afecta desproporcionadamente a las personas que ya se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad”, comentó a RIO NEGRO Mariana Fontoura Marques, Directora de Política y Justicia Internacional de la organización Amnistía Internacional Argentina.

“ La población migrante en la Argentina está más expuesta a sufrir los efectos de esta crisis por muchos factores, entre ellos la dificultad en acceder al mercado formal de trabajo, a una vivienda digna y a los programas sociales del gobierno. Asimismo, muchas personas vieron sus trámites de regularización afectados por la emergencia sanitaria”.

Fontoura Marques opinó: “Es fundamental que el Estado genere información robusta y transparente y brinde una respuesta interministerial coordinada a nivel federal y con participación de la sociedad que posibilite la elaboración de políticas públicas adecuadas para mitigar los efectos de la pandemia y garantizar los derechos de las personas migrantes y refugiadas”.

El estudio de la Universidad Nacional de Río Negro reveló que algunos migrantes no pudieron abandonar el país porque las fronteras estaban cerradas. Por eso, muchas personas se vieron obligadas a salir de las casas por subsistencia durante la pandemia. Foto: La Comuna de Roca.


Helen Villegas: “No pude verlo, ni cambiarlo, ni enterrarlo. No pude despedirme. Quedó tal cual lo llevé al hospital.

Todavía se pregunta cómo contrajo Covid-19. Helen Villegas supone que se contagió en el comedor de Bajo Flores, en la ciudad de Buenos Aires, donde concurren unas seiscientas personas. Durante toda la pandemia, esta mujer de origen boliviano nunca dejó de asistir a la institución que está ubicada a pocas cuadras de su casa.

Helen no tuvo síntomas, excepto un leve dolor y cabeza. Supone que ella contagió a su padre que había llegado en marzo desde Bolivia para visitarla. Melitón Villegas Aguirre, de 65 años, quedó varado por la cuarentena y ya no pudo regresar. 

“A mi papá le dolía la cabeza, tenía flema. Estuvo cinco días así pero no pude convencerlo para ir al médico porque tenía mucho miedo. Cuando empeoró, lo llevé pero estuvo internado 24 horas hasta que falleció”, cuenta apesadumbrada. 

“No pude verlo, ni cambiarlo, ni enterrarlo. No pude despedirme. Quedó tal cual lo llevé al hospital. Cuando inicié los trámites para poder llevarlo a Bolivia y enterrarlo allá, me hicieron el hisopado y di positivo. Así que estuve internada varios días en un hotel”, recuerda esta mujer de 43 años.

Se siente culpable de no haber llevado a su padre a tiempo al hospital ya que padecía de poliglobulia, un trastorno que altera los glóbulos rojos. “Pero veía las noticias de que los viejitos no debían salir y desconfiaba de los médicos. Cuando lo llevé, ya era tarde”, señaló. Helen llegó a la Argentina en busca de trabajo pero hoy sueña con regresar a Bolivia. “Mi familia está muy lejos y ni siquiera pude acompañar a mi mamá en su dolor. Con todo lo que me pasó, quisiera regresar a mi país pero mi hija no quiere porque tiene a su papá”.


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