Juguetes y muebles con sello artesanal

Estación Iaia es un emprendimiento familiar que nació hace seis años de la mano de la crisis. Sus productos, hechos a medida y personalizados, buscan innovar para diferenciarse.

Una casa perdida en el corazón del barrio Villa Los Coihues funciona desde hace seis años como un taller de carpintería y pintura. En esa vivienda se gestó la idea, comenzó la prueba piloto y hoy el proyecto ya tiene un camino recorrido.

Hernán no se cansa de tomar medidas en pedazos de maderas que, poco a poco, van tomando forma de pequeñas sillas con respaldos que imitan alas, o una casa de muñecas, un rincón de disfraces o una biblioteca que, de alguna manera, formará parte de una cama.

Mientras tanto, en una de las habitaciones, Alejandra toma el pote de pintura verde de un estante y se dispone a decorar una caja con motivos infantiles mientras responde una pregunta de Faustina, una de sus dos hijas, de seis años.

Se complementan perfectamente. Allá por el 2011, un año crítico por la erupción del volcán cordón Caulle-Puyehue, esta pareja ideó Estación Iaia. El inicio no fue sencillo pero poco a poco, fueron sorteando dificultades y hoy realizan trabajos en serie y a pedido. Su mejor publicidad es el Facebook, pero más aún el boca en boca.

“Tenía una despensa en la calle Nilpi y, cuando me aumentaron el alquiler, decidí cerrarla. Ahí surgió la pregunta: ¿y ahora qué hacemos? En ese momento, le había hecho una mesita con sillas a mi hija Lucía y mi cuñado nos preguntó por qué no nos abocábamos a eso. Con la ayuda de la familia, compramos las primeras herramientas básicas y así nos lanzamos en este desafío”, relata Hernán Pascal, un técnico agropecuario de 43 años.

Empezaron haciendo mesas y sillas, ajuares y cajas personalizadas principalmente para los más chicos. De pronto, se encontraron fabricando un placard del tamaño de una pared y delicadamente pintado en degradé. Le siguió otro con un arcoíris gigante. Y poco a poco, le siguieron todo tipo muebles, a medida y personalizados a través de nombres, dibujos y colores.

“Hoy nuestro mayor desafío es la novedad. Tratamos de diferenciarnos del resto. Investigamos constantemente para poder innovar. Si uno no se diferencia del resto, no podés permanecer. Hoy hay tutoriales de cualquier cosa en internet. El conocimiento está al alcance de todos pero ser prolijo y detallista está en uno”, puntualiza Alejandra Bidegain, de 42 años.

Y agrega que los juguetes tienen la certificación de las normas IRAM: “No tienen bordes filosos, la pintura no es tóxica y no hay piezas chicas con las que los chicos se puedan atragantar”.

Esta mujer nació en Choele Choel, se recibió de contadora en Bahía Blanca y desde que se instaló en Bariloche nunca dejó de dar clases. Pero desde chica siente una gran pasión por la pintura. Su esposo es oriundo de Bahía Blanca, pero el destino los unió en un pub de Bariloche en el 2004 y ya llevan diez años juntos.

“Nos llevamos muy bien trabajando juntos y eso que yo soy muy crítica. Pero aun estando en casa, cada uno tiene su espacio. A las 12, cortamos y almorzamos todos juntos, y a la tarde sucede lo mismo para merendar. Llevamos la vida familiar que queremos. Fue la mejor decisión que pudimos tomar”, asegura la mujer, sonriéndole a su esposo.

Los productos de la pareja ya trascendieron las fronteras de la ciudad. Constantemente hacen envíos a Comodoro Rivadavia, Neuquén, Cutral Co y General Roca. Pero también destacan a turistas que han llevado sus creaciones a China, España, Estados Unidos, Venezuela e Irán. “No importa dónde, lo que más nos conmueve es la historia que hay detrás de cada pedido”, coinciden.

“Cuando nuestra hija Lucía era chiquita y le preguntaban cómo se llamaba, decía Iaia. De ahí surgió el nombre de nuestro emprendimiento”.

Alejandra Bidegain aclara que después supieron que significa abuela en catalán.

“De chico tallaba tizas con un compás, les pasaba laca y las usaba de colgante. Pero nunca me pude dedicar mucho a eso que me gustaba”,

cuenta Hernán Pascal sobre su inicio en las artesanías en Bahía Blanca.

Los comienzos

Datos

“Cuando nuestra hija Lucía era chiquita y le preguntaban cómo se llamaba, decía Iaia. De ahí surgió el nombre de nuestro emprendimiento”.
“De chico tallaba tizas con un compás, les pasaba laca y las usaba de colgante. Pero nunca me pude dedicar mucho a eso que me gustaba”,
2011
fue el año de inicio de Estación Iaia, en una época crítica por la erupción del volcán cordón Caulle-Puyehue.

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