Juicio al ginecólogo: la trama detrás del veredicto

Quién es Álvaro Meynet, el juez de Cipolletti que declaró responsable a Rodríguez Lastra. Su rol en el primer triple crimen.

Por Redacción

Álvaro Meynet lee el veredicto que declara responsable al ginecólogo. (Foto Florencia Salto)

El pasado jueves 16, apenas terminados los alegatos, dos fuentes judiciales dijeron a “Río Negro”: “a este juez no le gusta que lo presionen”.

Lo señalaron en referencia a Álvaro Meynet y en alusión a una frase pronunciada por el defensor del ginecólogo Leandro Rodríguez Lastra, Damián Torres: “le solicito que dentro de 15 años, cuando (el hijo de la víctima, dado en adopción) esté mirando este juicio, vea cómo usted declaró no culpable a Rodríguez Lastra”.

Las fuentes no se equivocaron. A tal punto se molestó el juez que le dedicó una dura respuesta en el tramo final de veredicto: “(el de la defensa) no es un argumento adecuado al caso, ni tampoco jurídico. Sin embargo me propongo responderlo desde la razón: el sólo hecho de considerarlo importaría juzgar con disvalor la decisión que al amparo de la ley tomó una joven mujer ultrajada que acudió al sistema público de salud de la provincia en la búsqueda de una respuesta que le fue negada por la conducta del acusado”.

El defensor Torres, abogado y amigo del gobernador Alberto Weretilneck, asesor de la Legislatura (por eso no interrogó en el juicio a la diputada Marta Milesi, que es su jefa), hizo un buen alegato técnico. Pero sobreactuó algunos argumentos, quizá pensando en la tribuna que lo esperaba afuera de la sala, ante quien pronunció encendidos discursos antiabortistas.

Resulta exagerado concluir que Meynet basó su veredicto en esa frase que lo molestó. Si algo reconocieron fiscal y defensor es que se trata de un juez técnico, sobrio, y al parecer a prueba de presiones.

Le creyó, por ejemplo, a la joven víctima. Que es mujer (el Poder Judicial es un ambiente especialmente machista), vulnerable, y con limitadísimos recursos para comunicarse. Y trató de mentiroso nada menos que a un prestigioso médico con un fuerte apoyo económico y mediático detrás.

El juez se manejó indiferente al vocerío de la vereda de la sala de audiencias, donde celestes y verdes entonaban sus consignas. Incluso pasó entre los manifestantes sin que nadie lo notara. De la misma manera, fue impermeable a la insistente presencia de uno de los sectores en los medios.

También demostró ser a prueba de filtraciones. Hasta minutos antes de conocerse el veredicto una sola pregunta recorría el edificio de España y Urquiza: “¿sale culpable o inocente?”. Y nadie sabía la respuesta.

El único rumor era que el juez dudaba entre leer o relatar in voce las líneas argumentales del veredicto. Pero no había ningún indicio del resultado.

Un caso judicial marcó a Meynet como ningún otro en su carrera: el primer triple crimen (Cipolletti, noviembre de 1997). Lo encontró en el cargo de fiscal de grado, se puso al hombro esa investigación compleja, cruzada de intereses, que hasta el día de hoy es motivo de controversias. Sin embargo su pedido de elevación a juicio fue una pieza clave para poder hacer el juicio oral que terminó con la condena de Claudio Kielmasz, y allí siguen estando buena parte de las bisagras que permiten abrir las puertas de los misterios de esos crímenes.

Como sea, el juicio que le hicieron por su conducta duró más de 15 años y llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación hasta que lo sobreseyeron. Fue para él un baño de fuego del que salió con otro temple.

Hoy está en el cargo más alto de su carrera judicial, equivalente a juez de Cámara. Sólo le quedaría aspirar a un sillón en el Superior Tribunal de Justicia, pero nadie le conoce esa ambición si es que la tiene.

El fallo que dictó en el legajo 50 del año 2017 sintoniza, más que con una línea política partidaria, con un saludable aire de la época que de a poco oxigena el Poder Judicial.


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