El crimen de Micaela Bravo frente al riesgo de que quede impune

El juicio concluyó con los alegatos esta semana y ahora el tribunal debe determinar si encuentra responsable del homicidio a Angélica Paine. Una investigación que tuvo errores desde un comienzo y un final incierto.

¿Quién mató a Micaela Bravo? El crimen de la joven, madre de 3 hijos, que fue asesinada a finales de marzo de 2016 estremeció en ese momento a la población de Bariloche. Sobre su muerte se tejieron todo tipo de hipótesis. Y como estuvo varios días desaparecida, surgieron algunas conjeturas sin ningún tipo de sustento, pero que las redes sociales y medios replicaron. Y así el caso de Micaela trascendió las fronteras de Bariloche.

Por esos días de marzo de 2016, la Policía y el Poder Judicial estaban presionados por una sociedad que reclamaba justicia y pedía la cabeza de los autores de los crímenes de Ruth Sagaut y Natalia Báez. Las sospechas apuntaban a dos femicidios. Por eso, la desaparición de Micaela el 23 de marzo de 2016 exasperó aún más a la población de Bariloche.

Y los errores de la investigación judicial y policial que se cometieron en los primeros días tras la desaparición de Micaela impidieron un esclarecimiento rápido del caso.

Policías que tenían que rastrillar y no lo hicieron de manera eficiente. Fiscales que tenían que dirigir la investigación y solo exploraron la hipótesis que ubicaba a Patricio Vargas, el esposo de Micaela, como el único sospechoso.

Micaela se había separado de Vargas a finales de 2015 después de varios años de matrimonio. Tuvieron tres hijos. La joven había comenzado una relación con Carlos Colipi, un chico que conoció en la iglesia evangélica a la que todos los protagonistas concurrían. Es más, Vargas era el hijo del pastor.

El fiscal de ese momento Eduardo Fernández apuntó a Vargas. Se le intervinieron los teléfonos, se le secuestró su auto, le allanaron la casa, policías lo siguieron por la ciudad. Pero no hallaron evidencias en su contra. Con Vargas como principal sospechoso, las otras hipótesis no se investigaron con la misma vehemencia.

El dato

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testigos pasaron por el juicio que comenzó a principios de junio último y que finalizará el 4 de agosto, con la lectura del veredicto.

Seis años después, el crimen de Micaela sigue impune. Y el juicio que se desarrolló durante un mes contra Angélica Paine, la madre de Colipi, que está imputada por el homicidio de la joven tiene un final abierto.

Dos teorías contrapuestas

Para la fiscalía y la querella no hay dudas: todos los indicios conducen a Paine. Por eso, la fiscal del caso Betiana Cendón pidió al tribunal que la declare responsable por el homicidio. Sostuvo en el alegato final que los indicios son inequívocos y además señaló a los jueces la prueba científica que se logró durante la investigación.

El apoderado legal Luis María Terán Frías, que representa a Patricio Vargas, que es querellante, adhirió al pedido de la fiscal.

El defensor oficial Marcos Cicciarelo plantea que los acusadores no lograron probar en el juicio que Paine mató a Micaela. Es más, advirtió que no hay certezas para arribar a una condena contra la mujer.

Los jueces Marcos Burgos, Víctor Gangarrosa y Sergio Pichetto redactarán la sentencia que declarará responsable a Paine o que la absolverá.

Es un caso complejo. Y el riesgo de que el crimen de la joven madre quede impune está latente.

La fiscalía sostuvo su teoría con testigos que declararon que vieron por última vez con vida a Micaela cuando Paine la retiró del jardín Mundo Nuevo del barrio 2 de Abril.

Debió haber sido como un flash Angélica Paine para hacer todo lo que le fiscalía le atribuye en tan poco tiempo”,

Marcos Cicciarelo, defensor oficial.

La joven había concurrido al jardín a dejar a su sobrina. Eran las 13.30 del 23 de marzo de 2016. Micaela tenía previsto quedarse para participar de un taller por el Día de la Memoria, Verdad y Justicia.

Cendón advirtió al tribunal que la casa de Paine está al lado del jardín y que no tenía cerco perimetral. Asegura que Paine la hirió de muerte en su domicilio y para deshacerse de la víctima la cargó en un carro que ella usaba para juntar la leña.

De esa forma trasladó a la joven moribunda hasta el descampado, distante a 750 metros en línea recta. Allí, abandonó a la víctima, en un lugar de abundantes arbustos, para que nadie la viera desde el sendero que cruzaba por ese predio.

Según la fiscalía, Paine cometió el homicidio antes de las 15, cuando una testigo la vio barriendo el frente de su casa.

Los rastrillajes

Cendón recordó en su alegato que ninguno de los rastrillajes que hizo personal policial fue eficaz. De hecho, el perro de un hombre que pasaba por el lugar encontró el cadáver de la joven a las 12 del 6 de abril de 2016. Estaba destrozado a tal punto que los hijos de Micaela y sus familiares no se pudieron despedir de ella.  

La contaminación del cadáver fue una complicación porque el forense no pudo determinar con certeza la causa de la muerte. Aunque la fiscalía afirmó que la herida que presentaba el cuerpo era compatible con una puñalada. Y que un edema pulmonar causado por una hemorragia interna causó el deceso de la mujer, de 28 años.

Cendón expuso que Paine estaba furiosa por la relación de su hijo con Micaela y que estaba dispuesta a hacer lo que sea para deshacer ese vínculo. Destacó la autopsia psicológica que la psiquiatra forense del Poder Judicial Verónica Martínez hizo de Micaela. La especialista concluyó que la única amenaza para la joven era Paine.

Y recordó que testigos atribuyeron a la acusada varias amenazas contra la víctima. “Que no te sorprenda que Micaela aparezca en una zanja y yo presa”, dijo una testigo que le había dicho la acusada.

Sin embargo, no hay pruebas directas contra Paine. Ni ADN que la incrimine. La fiscalía no presentó ningún testigo que haya visto a Micaela entrar a la casa de Paine.

Los allanamientos

La defensa replicó que dos días después de la desaparición de Micaela, policías y dos fiscales allanaron la casa de Paine y no hallaron nada sospechoso. Pero Cendón aseveró que en esa diligencia judicial no levantaron rastros para su posterior análisis genético o químico.

La fiscalía exhibió a los jueces la prueba de las luces Foster. Es una pieza clave en la teoría de los acusadores.

A finales de abril de 2018, allanaron por segunda vez el domicilio de Paine. Esa vez secuestraron restos de nailon, una bota y un carro de estructura de hierro, entre otros elementos. El carro era el que Paine usaba habitualmente.

Los peritos detectaron manchas que sometidas a las luces Foster emitieron una luminosidad de tonalidad naranja, que coindicen con las manchas halladas en el pantalón de Micaela, que fue analizada con la misma pericia química. También hallaron esa luminosidad en la bota secuestrada y en la comida para conejos, que Paine criaba.

La fiscalía afirma que esas manchas tienen un origen común. La defensa replicó esa prueba. Indicó que Micaela había pasado la noche (previa a su homicidio) con Colipi. Por eso, encontraron restos de semen en el cuerpo de la víctima. Pero desde la fiscalía señalaron que ningún testigo afirmó eso.

Cicciarelo sembró la duda con tres elementos. Una huella de una zapatilla de Micaela en un hotel abandonado en Villa Mascardi, a unos 35 kilómetros de Bariloche. Advirtió que fue una prueba plantada por el entorno de Vargas. Un cromosoma Y en el dedo pulgar derecho de Micaela, que corresponde a un hombre, cuya identidad se desconoce. Y que la última persona que la vio con vida fue la portera del jardín, y no Paine.

El 4 de agosto, los jueces informarán que teoría se impuso.


Angélica Paine llegó en libertad al juicio, porque la fiscalía no pidió que se le imponga prisión preventiva. En el juicio optó por mantenerse en silencio, por recomendación del defensor. Tampoco expresó unas palabras cuando el presidente del tribunal le preguntó si quería decir algo antes de que cerrara la última audiencia.


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