¿Qué está pasando en el juicio por el asesinato del «Ruso» Auer en Neuquén?

El viernes serían los alegatos, que consumirán varias horas. Luego el jurado popular pasará a deliberar. Recién ahí se sabrá cómo procesó toda la información volcada en audiencias intensas hasta la irritación.

Audiencias extenuantes, que rara vez empiezan a horario, salpicadas por cuartos intermedios que se prolongan más allá del tiempo pactado, y conspiran contra la capacidad de concentración. Interrogatorios interminables, dirigidos en su mayoría a desmenuzar detalles formales y no de fondo. Intentos de demolición sistemática de la credibilidad de los testigos, tanto da que sean expertos en alguna rama del conocimiento como vecinos de a pie. Con esa dinámica ya se consumieron siete audiencias del juicio por jurados por el homicidio de Miguel Ángel «Ruso» Auer en Neuquén, y quedan por lo menos dos más.

Es fácil advertir el hartazgo del jurado popular a medida que pasan los días y ven que las audiencias se consumen en rencillas entre abogados que hacen preguntas referidas a la periferia del caso, y se alejan más y más del núcleo.

Pasado por el cedazo, el juicio no arrojó sorpresas ni datos nuevos. Los imputados Gabriel Castro, Jorge Sosa, Jorge Falconi y Miguel Livello siguen sin hablar, y como anticipó diario RÍO NEGRO las pruebas científicas son la clave: audios, videos, geolocalización de teléfonos.

Control de calidad


Qué pruebas se utilizan en este juicio -como en cualquier otro- se decidió en una audiencia llamada de control de acusación, que se realizó el 13 y 14 de agosto pasados, ante un juez de Garantías. Entre otras, son los videos, los audios, los listados de llamadas, la geolocalización de los teléfonos, y las y los peritos que las analizaron.

Pese a que esas pruebas pasaron ya por un control y un juez las dio por válidas y autorizó a usarlas, las defensas han concentrado su trabajo en cuestionar su legitimidad.

Por ejemplo, ponen en duda la cadena de custodia de los secuestros; lo que dicen u omiten las actas; y son celosos con lo que mandan los protocolos.

También buscan minar la idoneidad de los peritos que manejaron el material. Preguntan mucho sobre su formación académica y trayectoria laboral, magnifican los baches en su carrera profesional, minimizan sus logros, les cuestionan que no hayan hecho tal tarea, pasan por alto que forman parte de un equipo de trabajo. «Me siento de nuevo en la academia», ironizó un policía licenciado en criminalística ante preguntas de la defensa.

Elementos para denunciar alguna adulteración no encontraron, porque hasta ahora no presentaron ninguna acusación concreta contra nadie. Sus críticas apuntan hacia la burocracia del trámite, y en ocasiones en algún blanco aciertan.

La computadora de la criminalista


A una licenciada en Criminalística que trabaja en la Policía de la CABA desde hace seis años, y realiza entre cuatro y cinco pericias por mes, uno de los defensores la amenazó con denunciarla por falso testimonio porque no veía en una foto lo mismo que él. También le preguntó por la memoria RAM, el procesador y la antigüedad de la computadora que utiliza para hacer su trabajo.

Para no hablar del tiempo que se perdió tratando de sacarle una definición de «compatible». Hay que aclarar que su pericia no es la que define la suerte del caso. Aporta un elemento más, a conjugar con el resto. Su ciencia llega hasta un resultado «compatible con». La certeza es una categoría exótica en un juicio.

Otra licenciada en Criminalística, en este caso de la policía de Río Negro en Cipolletti, fue citada por la defensa para contrarrestar el informe de un policía de Neuquén sobre geolocalización de celulares. La fiscalía aprovechó para remarcar que a ese policía neuquino lo convocaron para un peritaje en Cipolletti por ser experto en geolocalización. ¿Cómo quedó ella, a quien trajeron para intentar refutar un tipo de trabajo que no le encargan en su propia ciudad?

Versus las psicólogas


Fue sobresaliente también lo que pasó con dos psicólogas que examinaron al imputado Livello, una por la fiscalía y otra por la defensa. A la primera le preguntaron dónde se había recibido, con quién había estudiado, cómo había ingresado al Poder Judicial, cuántas personas más habían concursado. Procuraron instalar la sospecha de que ocupaba su puesto por favoritismo, pero sin decirlo expresamente.

Además le pidieron algo estrictamente técnico: los resultados del Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota, el MMPI, una de las técnicas de la psicología para evaluar la personalidad, las características psicopatológicas globales y específicas de la persona. La forense judicial no los había adjuntado a su informe. Intentó explicar que por rutina nunca los incluyen, pero la defensa se lo impidió.

La fiscalía tuvo su revancha cuando interrogó a la psicóloga que entrevistó a Livello a pedido de la defensa. A diferencia de la anterior, esta profesional perdió el concurso para ingresar al Poder Judicial. También quedó en evidencia que tuvo oportunidad de hacer su informe después de leer el de la profesional anterior (la que sí lo ganó). ¿Sugirió resentimiento entre ambas?

Si bien esta segunda psicóloga incluyó los resultados del MMPI, cometió «errores de tipeo» (así lo dijo ella) que distorsionaron la conclusión final en favor de Livello.

¿Todo es lo mismo?


No se incluyen los nombres de las psicólogas ni de los demás peritos porque lo que trata de reflejar esta crónica es el espíritu de los interrogatorios: por momentos son muy agresivos y buscan destruir la credibilidad del testigo. Imponer la teoría del todo es lo mismo. Todos son falibles. En todo hay errores.

La estrategia corre por un estrecho desfiladero. ¿Qué sugiere? ¿Hubo una gigantesca conspiración para imputar a estas cuatro personas? ¿O se produjo un espontáneo ateneo de incapaces que secuestró el material sin preservarlo y lo peritó con descuido? El martes se cumplió un año del homicidio y de la investigación. ¿Transcurrió dentro de una burbuja y recién ahora se descubre que todo estuvo mal hecho?

Nadie lo dice ni dirá explícitamente. Se trabaja para instalar la duda. A esta altura ya se sabe que en un proceso penal, la verdad puede ser producto colateral. Lo que importa es lo que se puede probar. Llevado al extremo, todos los resultados son probables. En el camino quedan jirones de capital simbólico: la credibilidad que se pierde mancha a todos, tarde o temprano.

Sin neutrales


La sala de audiencias 12, la más grande de la Ciudad Judicial, suele estar poblada por familiares y allegados a la víctima y a los imputados. Ellos también escuchan y observan todo lo que sucede. Por definición, no soy neutrales.

En los frecuentes cuartos intermedios salen al aire libre a fumar, tomar mate, pero sobre todo a darse ánimos y comentar las alternativas de las audiencias. A veces se acercan sus abogados -el fiscal en el caso de las víctimas- y les hacen consultas.

Alegatos que ordenan… o desordenan


Recién en los próximos días se sabrá cómo procesó el jurado este declive en el que fue cayendo el juicio sin que las partes parezcan haberlo advertido. El viernes posiblemente, escucharán durante horas los alegatos de la fiscalía y de las cuatro defensas, que tratarán de ordenar, o de desordenar más todavía según su conveniencia, la información volcada en estas agotadoras audiencias (siete hasta el miércoles, faltan al menos dos).

Y al final del camino aguardan las discusiones de fondo. ¿Los cuatro imputados son responsables? ¿Sólo algunos de ellos? Y si son culpables, ¿qué delito cometieron? ¿Se organizaron para robar y matar a Auer, como dice la fiscalía, o se trató de una improvisación tras otra?

La diferencia entre la libertad, la prisión perpetua, o una condena acotada en prisión depende de las respuestas.


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