«Kaspin… ¡Control!», la frase que hizo historia en Roca

Fredy Godoy fue empleado de la ferretería-bazar y quien lanzaba la voz de alerta. Aquí cuenta su historia, al frente del mostrador de uno de los comercios más reconocidos que tuvo la ciudad.

“Kaspin… ¡Control!”. La frase quedó instalada en la memoria colectiva de Roca. Quienes iban de compras al viejo bazar-ferretería no olvidan al empleado que mejor la decía, un hombre inquieto, ágil y de memoria prodigiosa, que podía ubicar el tornillo o la arandela más difícil entre los cientos de estantes que poblaban el local.

El ex empleado es José Fredy Godoy, tiene 82 años pero aparenta 10 menos. Y sigue siendo muy locuaz, al detalle. De origen chileno, se nacionalizó argentino hace ya mucho tiempo. Trabajó en Kaspin hasta el día en que cerró, en noviembre de 1996, cuando el Banco de Boston se quedó con la esquina más codiciada de Roca.

En su casa sencilla de las 827 Viviendas, llena de cuadros de su familia, recibió a Río Negro para relatar su historia.

Se trata de un personaje de la ciudad y en muchos comercios lo recuerdan como “José Conchrol«. Lo dicen así, marcando la letra ch, característica en el acento de los trasandinos.

La palabra clave

¿Y qué significaba aquél viejo grito de “control” en Kaspin? Fredy lo define así: “cuando el cliente llegaba con su compra al mostrador, el empleado gritaba ´control´. Un compañero se acercaba a verificar que todo estuviera bien y ponía el gancho. Si el cliente llegaba a la caja y la boleta no estaba firmada, la empleada no te cobraba”.

El intrincado mundo de las estanterías de Kaspin. Todos los repuestos y de todas las marcas de artefactos podían encontrarse allí. El cierre del comercio fue vivido como una gran pérdida para muchos vecinos.

Otro detalle importante caracterizaba a Fredy. Llevaba un estuche con varias lapiceras en el bolsillo de su delantal. Las sacaba con un gesto veloz y de autoridad ante los clientes.

El hombre trabajó durante casi 20 años en la principal ferretería Roca, donde se podían conseguir desde cacerolas, repuestos de cocinas de todas las marcas, herrajes, hilo choricero, hasta un juego de porcelana inglesa.

A ese mundo lleno de artículos y mercadería diversa se integró Fredy en 1978, que llegó desde Chile con su mujer y seis hijos, cuatro mujeres y dos varones.

«Yo conocía cada centímetro del local, donde estaba cada repuesto, cada tornillo. Soy una máquina de aprender cosas»

Fredy Godoy, ex empleado de Kaspin

Tiempo atrás, en 1960, había cruzado desde Coyhaique a Comodoro, empujado por la falta de trabajo en su país. “Algunos me trataron de chileno muerto de hambre. Era común para los que llegábamos, pero no guardo rencor, eso es pasado”, dice Godoy.

Primero trabajó de albañil y recuerda esos años dorados en que “el salario rendía”. Con la primera quincena pagaba el hotel, la ropa y la comida, y la segunda le quedaba íntegra.

Luego consiguió empleo en el corralón Tehuelche de Río Gallegos. Más tarde cruzó a Temuco con su familia y trabajó en la ferretería El Quijote, que cerró hace años. Hasta que en 1978 se vinieron a vivir a Roca.

“Mi viejo tenía alma de ferretero, fue por eso que Alberto Kaspin lo tomó enseguida”, comentó Eduardo, uno de sus hijos.

Fredy Godoy es evangélico y antes de ser empleado ferretero trabajó como albañil en el sur del país. Tiene 6 hijos y vive solo desde que su esposa falleció.

Fredy recordó a su empleador como un hombre ordenado en todo. No olvida el día en que lo fue a ver para pedirle empleo. “Apenas me presenté me preguntó cuándo quería empezar. No me preguntó si tenía familia ni nada de eso. Mañana mismo le respondí. Me dijo que abrían a las 8.30 y a las 8.20 del otro día yo ya estaba ahí, a la espera”.

Cuando ingresó al comercio eran 12 empleados, pero recuerda que llegaron a ser 19, entre quienes atendían a los clientes, encargados de depósitos, la mujer de limpieza y cadetes.

Arrancó vendiendo en el mostrador y en poco tiempo se hizo dueño de todo el lugar. “Conocía cada centímetro, donde estaba cada repuesto, cada objeto”, dice con orgullo.

«La gente me para en la calle y se lamenta porque no está más Kaspin»

Fredy Godoy, ex empleado de la ferretería.

Muchos clientes y clientas eran amigos de Kaspin y no querían sacar número. Buscaban ser atendidos por Godoy porque decían que era “el único” que encontraba el repuesto que necesitaban. Y si no estaba allí, él les decía en que otro comercio lo podían conseguir.

Sus tareas de “control” también lo obligaron a acciones más delicadas, como fue “espantar” a los novios que iban a visitar a las empleadas en el local y les daban charla y “las distraían”.

En Kaspin era ley el pago de sueldos el último día del mes. “Alberto nos indemnizó bien a todos cuando cerraron. Fui su hombre de confianza y me llamó para darme la noticia. Me pidió que cumpliera con todos los viajantes y les devolviera la mercadería si querían”.

Fredy se dedicó luego a fabricar algunos muebles, construyó un par de chalets y le puso ritmo y soltura a su cuerpo en una peña de danza folclórica. “Hasta la intendenta María Emilia (Soria) bailó conmigo, cuenta con aire autosuficiente, mientras revolea un pañuelo blanco y explica los pasos de la zamba.


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