La agonía del tango en tiempos de pandemia

Con aislamientos intermitentes, protocolos de distanciamiento y el cierre de fronteras para el ingreso de turistas, los trabajadores del tango atraviesan un momento muy complicado. Referentes del ámbito cultural piden una ayuda de parte del Estado.

En el inmenso salón de baile situado en un subsuelo, varias mesas están apiladas y decenas de sillas desparramadas. Sobre el escenario de la orquesta, un piano cerrado es escoltado por una escalera de madera, varios parlantes desenchufados y celebridades del tango inmóviles en gigantografías en blanco y negro.


En la penumbra resalta una mesa con mantel negro y rojo con sillas preparada para comensales a los que espera hace 15 meses.

La Viruta Tango Club -una de las más tradicionales milongas de Buenos Aires- está cerrada desde el 8 de marzo de 2020, pocos días antes que la OMS decretara la pandemia de coronavirus y se ordenaran restricciones.

La pista vacía y en penumbras es un símbolo de la crisis inédita que amenaza la subsistencia de bailarines, músicos y milongas en Argentina luego que el tango quedara confinado a la virtualidad por el riesgo sanitario que conlleva un baile de cuerpos pegados e intercambio de parejas.

El país acumula 4 millones de contagiados y más de 85.000 muertos, por lo cual continúan suspendidas las actividades recreativas y culturales en espacios cerrados.

Las sillas están vacías dentro del club La Viruta Tango cerrado debido a la pandemia de COVID-19 en Buenos Aires. (Foto: AP)


“Los que vivimos del tango, la autoestima está por el piso”, comentó Horacio Godoy, bailarín, historiador y uno de los organizadores de La Viruta mientras recorre el salón de baile que recreaba la atmósfera de los años 40, cuando surgieron las primeras milongas como entretenimiento de las clases populares. “Estamos emocionalmente quebrados, estamos más quebrados emocionalmente que económicamente. Y económicamente estamos re-contra quebrados”.

Igual de perjudicial para el rubro ha sido el cierre de fronteras, todavía vigente, que impide la llegada de turistas, la principal fuente de financiamiento para la industria local del tango.

“Buenos Aires no tiene una oferta de historia como la que puede tener Roma, París. No tiene oferta de playas como puede ser el Caribe. No tiene oferta gastronómica como puede ser Italia, no tiene las cataratas ni los glaciares. La ciudad de Buenos Aires tiene tango”, remarcó Godoy.

Según cifras de la Asamblea Federal de Trabajadores del Tango, la actividad daba trabajo a unas 7.000 personas en el país. Entre 2020 y 2021 cerraron definitivamente unas 40 milongas de un total de 200 en la capital. Antes de la pandemia, había unos 40 emprendimientos de calzado e indumentaria de tango y ahora sobreviven una docena.

Mora Godoy pasó de realizar más de 400 shows en el 2019 a la clausura de su escuela de baile en 2020. (Foto AP)


Aunque es un símbolo de nuestra cultura, no hay un subsidio específico para el tango. “Los trabajadores del tango sufren una precariedad laboral permanente y anterior a la pandemia”, explicó Diego Benbassat, músico de la orquesta “Misteriosa Buenos Aires” y portavoz de la AFTT.

Mora Godoy pasó de enseñarle a bailar el tango a Barack Obama y recibir aplausos de pie en prestigiosos escenarios internacionales a cerrar su escuela de baile por falta de alumnos, pedir un crédito y tocar la puerta de ministros para que los tangueros no queden librados a la suerte.

“Iba a 500 kilómetros por hora y de repente nos frenó un paredón. 419 shows hice con mi compañía de tango en el 2019. Habíamos hecho más de 100 en el 2020 a la hora que se cerró todo y comenzó esta tragedia mundial”, describió la famosa bailarina.

Un rincón de su apartamento está decorado con imágenes de los bailes que marcaron su vida antes de la pandemia. Una de las favoritas: Obama apoyando la mano sobre su espalda descubierta dando pasos al compás de “Por una cabeza” de Carlos Gardel en 2016, durante una visita oficial del entonces presidente estadounidense a la Argentina.


La celebridad tanguera apuntó contra el Estado por su falta de respaldo al sector, pero también contra los dueños de las casas de tango “que habían ganado mucho dinero estos años en dólares” que cobraban a los turistas y ahora le dan la espalda a los bailarines.

“Flores Negras”, un tango compuesto por Francisco De Caro en los años 20, es el nombre que eligió el bandoneonista y bailarín Nicolás Ponce para el negocio de venta de plantas que abrió en plena pandemia. “Todo se congeló”, describió al referirse a las milongas que organizaba los miércoles.

La esencia del tango, según él, es lo que hace tan difícil practicarlo en el actual contexto. “Un poco el éxito del tango es la corporalidad, el hecho de abrazarse. En la vida uno no anda abrazándose con todos, menos ahora. Esa sensación de abrazo es lo que destaca al tango de otras danzas”.


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